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25/10/2014 | El castrismo, ¿comunismo o fascismo?

Daniel F. Calderín

Corría el año 1959, después de la forzada renuncia del presidente Manuel Urrutia Lleó y la enigmática y aún misteriosa desaparición de Camilo Cienfuegos, confiaba a un abogado amigo de mi padre, con más experiencia política de la que yo poseía en aquellos tiempos, mis temores de que la revolución que pretendía ser libertaria y democrática estaba tomando visos de comunismo.

 

El amigo de mi padre me miró fijamente y me dijo con tono de quién sabe lo que dice: “Esto a mí me huele más a fascismo que a ninguna otra cosa. Los discursos de Fidel son una copia al carbón de las arengas de Hitler y de Mussolini”.

Tiempo después he sabido que en su etapa de estudiante el hoy Máximo Líder guardaba una copia del libro Main Kampf, escrito por Adolfo Hitler, y que la famosa frase “la Historia me absolverá”, usada por Fidel durante el juicio del Moncada, fue tomada de la defensa de Hitler durante el juicio del putsch de Munich.

Ahora en los estertores finales de la tiranía, con el control de importantes industrias y otras actividades económicas en manos de los militares, y el uso controlado de Unidades de Respuesta Rápida que recuerdan las infames hordas de las Camisas Pardas SSASchutz-Sffel, el régimen seudo-marxista cubano se asemeja cada día más al Tercer Reich alemán.

Al igual que el 26 de Julio en sus inicios, el partido nazi era llamado “el Movimiento”, no el partido. La concepción hitleriana de la sociedad ideal suponía el sometimiento a los intereses del pueblo (Volk) representado por el Führer. En la caricatura cubana llamado Máximo Líder, investido con absoluto poder y autoridad. Debajo del líder (Führer), de quien emanan todos los poderes, está el partido, cuya única función era obedecer ciegamente las órdenes dictadas por éste. Cualquier semejanza con la tiranía seudo-comunista de Cuba no es pura coincidencia.

Existen infinidad de paralelismos que hacen del régimen totalitario castrista una caricatura grotesca del nazi-fascismo alemán, la idea de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) fue tomada literalmente de los Comités de Vigilancia Territorial creados por Hitler; la organización de los Pioneros fue calcada de las Juventudes Hitlerianas, que compulsoriamente era adoctrinada en la ideología nazi. Al igual que el Partido de la Revolución Socialista Cubano, Hitler formalmente declaró en 1933 al nazismo como el único partido político de Alemania. En Cuba, después del triunfo de la revolución, fueron disueltos todos los partidos políticos, incluyendo el viejo Partido Comunista, que por más de tres décadas medró disfrazado con el nombre de Partido Socialista Popular. Fidel Castro estaba tan fascinado con la imagen hitleriana, que se sospecha que la eliminación misteriosa de Camilo Cienfuegos y el haber enviado a la muerte segura al Che Guevara a las selvas de Bolivia, para después convertirlos en héroes de la Revolución, fue un intento de recrear en su mente diabólicamente perversa la fantasía del mito de Hitler, que mandó a envenenar con cianuro al mariscal Erwin Rommel, para después presentarlo al pueblo alemán como un héroe del nazismo.

Recordemos que Fidel denunciaba como calumnias las denuncias de aquellos que detectaban el rumbo de la revolución hacia el comunismo en los primeros dos años de su gobierno. Después de un fallido intento de chantajear a la administración de Eisenhower en su viaje a Estados Unidos, un año más tarde, cuando Castro habló ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, uno de los miembros de la delegación cubana fue llamado por el líder soviético Nikita Kruschev para mandarle un mensaje a Fidel. Acto seguido empezaron a llegar los barcos, primero cargados de petróleo, de trigo y de carne rusa, después vinieron las metralletas chekas, los fusiles soviéticos, los cañones, los tanques y por último los cohetes intercontinentales con sus ojivas nucleares.

En esta última etapa de la tiranía, veinticinco años después del desmoronamiento de la Unión Soviética, hemos visto como el régimen oprobioso que hundió a Cuba en el sistema fallido del comunismo estalinista, que fracasó estrepitosamente en Rusia y en la Europa del Este, ha tratado de subsistir a toda costa a través de empresas mixtas con capital extranjero, arrojando contra ellos como aullantes perros feroces a las Brigadas de Respuesta Rápida, que como las Schultz Sffel (SS) hitlerianas, sin el más mínimo respeto a la dignidad humana vejan y atropellan a ciudadanos pacíficos y decentes. Como decía el amigo de mi padre en el párrafo inicial de este escrito: “Esto a mí esto me huele a fascismo más que a ninguna otra cosa”.

Miembro del Colegio de Periodistas Cubanos en el Exilio y de la Union De Colaboradores de Prensa.

El Nuevo Herald (Estados Unidos)

 



 
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