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16/07/2006 | Etica, desarrollo y competencia: ¿la ecuacion imposible?

Joan Oriol Prats

La competencia en el mercado muchas veces conlleva comportamientos poco éticos. La corrupción, el trabajo infantil, los salarios excesivos de los ejecutivos, o las prácticas medioambientalmente poco sostenibles son en gran medida fruto de la competencia inherente a los mercados. ¿Cómo puede ser que actividades moralmente sancionadas como éstas se hayan extendido tanto?

 

El desarrollo y el crecimiento económico requieren de la competencia en los mercados para que la destrucción creativa permita producir cada vez más tipos de bienes a menor coste. Ningún país ha logrado desarrollarse sin mercado y competencia. Sin embargo, este modelo de desarrollo plantea importantes costes éticos.

En los últimos años los dilemas éticos del desarrollo han generado cada vez más interés y autores tan consagrados como Gary Beker o Andrei Schleifer han realizado importantes contribuciones al respecto. También la cuestión ha cobrado importancia en los organismos internacionales, como demuestra la sección de ética y desarrollo del Banco Interamericano de Desarrollo.

La competencia reduce precios y hace de la reducción de costes algo imprescindible para el beneficio y la supervivencia de las empresas. En muchos casos, el comportamiento poco ético o censurable permite reducir costes. Aunque las personas en general y los empresarios en particular valoren la ética, existen muchas situaciones donde la ética resulta inaplicable a precios de mercado.

Hoy en día, sin la contratación de niños resulta muy difícil competir en determinados mercados donde la competencia vía precios es cada vez más fuerte. El sector textil y la situación de China es un claro ejemplo de que en determinados mercados la única posibilidad de hacer negocios es aplicar el criterio de 'donde fueres haz lo que vieres'.

No obstante, el trabajo infantil no es únicamente un problema de demanda, sino también de oferta. Muchas familias, animan a sus hijos a trabajar para mejorar los ingresos del hogar y, así, lograr mejores condiciones de vida. Las familias también compiten entre si en nutrición y status.

Algo similar sucede con las prácticas medioambientales, cuyo coste resulta todavía demasiado elevado para empresas y ciudadanos. La necesidad de comer bien y barato o de producir a más bajo coste que los competidores, hace que en muchas ocasiones las personas escojan patrones de conducta que podrían considerarse poco éticos.

La competencia también incentiva otro tipo de conductas poco éticas. La corrupción es un claro ejemplo. Una empresa puede reducir sus impuestos u obtener licencias más rápidamente que sus competidoras pagando coimas o sobornando a los funcionarios públicos. En este sentido, cuanta más competencia haya, mayores serán las presiones para reducir costes, y mayores serán los incentivos a la corrupción.

Otros ejemplos de comportamientos poco éticos inducidos por la competencia provienen de la manipulación contable por parte de los altos ejecutivos y los salarios cada vez mayores que cobran en relación al resto de trabajadores de la empresa. Por ejemplo, la competencia en el mercado financiero para evitar que una empresa sea adquirida por otra también ha provocado algunas de las prácticas contables más deshonestas de los últimos tiempos. Como el caso de Enron, WorldCom, y otros ponen de manifiesto, para mantener suficientemente alta la valoración de las acciones se ha recurrido a prácticas de maquillaje contable poco éticas.

¿Cómo es posible evitar tales conductas? ¿Cómo es posible seguir patrones de desarrollo más éticos? La respuesta parece en primera instancia obvia: dejemos que el Estado intervenga en los mercados para garantizar su comportamiento ético. No obstante, esto no resulta posible en muchos casos y, aunque parezca extraño, puede que muchas veces no resulte conveniente.

Por ejemplo, el trabajo infantil puede mejorar las circunstancias de los hogares y de los propios niños cuando no existen alternativas como la educación pública, un mercado de crédito eficiente que permita hacer frente a las necesidades de corto plazo, o una estructura familiar adecuada. Cuando la alternativa al trabajo infantil es la prostitución o la criminalidad, puede que la realidad nos obligue a aceptarlo.

Los dilemas éticos que plantea el desarrollo vía competencia tienen difícil solución. El Estado no llega a todos lados y muchas veces las personas envueltas en estos dilemas éticos no tienen incentivos para informar a las autoridades, como sucede en los casos de corrupción.

La regulación del Estado tiene límites. Prueba de ello es la persistencia de prácticas poco éticas tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo. Algunos sostienen que la ética es una cuestión de principios y que únicamente cuando las personas cambien de principios viviremos en un mundo más ético. Pero más allá de invocar principios éticos universales, hay que predicar con el ejemplo. Es muy diferente predicar el respeto al medioambiente o a los animales que realmente aplicar el principio.

Hoy en día no hay una sanción para quien no recicla debidamente o para el trato adecuado a los animales en el proceso de fabricación de alimentos. Más aún, prácticamente nadie tacharía de poco ética a una persona que no recicla o come pollos alimentados en granjas en miles y posteriormente electrocutados. No obstante, todos estaríamos de acuerdo en que el medioambiente y los animales merecen un mejor trato. ¿Cuándo se aplican entonces efectivamente los principios éticos?

La historia proporciona algunas lecciones interesantes. Las normas éticas han evolucionado en el transcurso de la historia. Un claro ejemplo de ello es el dilema que planteó hace un milenio la aceptación ética del tipo de interés (que en la actualidad aún no han aceptado en algunos países musulmanes). El tipo de interés empezó a justificarse éticamente cuando fueron evidentes los beneficios que comportaba su existencia para el conjunto de los ciudadanos.

Otro ejemplo. Hace ahora poco más de un siglo en las sociedades avanzadas la esclavitud no estaba tan mal vista como actualmente. Algunos historiadores económicos como Engerman y Sokoloff han mostrado cómo en Latinoamérica la superación de la esclavitud estuvo muy ligada a la competencia entre terratenientes por la mano de obra. La competencia para atraer a más y mejores trabajadores obligó a los gobernantes a ampliar los derechos civiles y políticos que se les ofrecía. Esto explica por qué en los territorios más densamente poblados la expansión de derechos y libertades fue más tardía. (El premio Nóbel Douglas North ya había utilizado antes un argumento similar para explicar la crisis del feudalismo).

Así pues, la propia competencia puede conducir a cambios reales en la aplicación de los principios éticos. La misma competencia que provoca comportamientos poco éticos como la corrupción o el trabajo infantil, contiene a su vez el antídoto contra dichos males. Para resolver esta aparente paradoja es necesario abordar dos aspectos clave: el coste de la ética y la eficiencia del desarrollo.

El comportamiento ético, en muchos casos requiere una visión de largo plazo para sacrificar el bienestar presente por bienestar futuro (por ejemplo, obligando a producir con criterios medioambientalmente sostenibles). En otros casos únicamente requiere sacrificar bienestar presente (por ejemplo, no aceptando un soborno o pagando más cara la ropa producida con mayor 'ética'). La mayoría de las personas piensan a corto plazo, sobre todo las personas más necesitadas. En el corto plazo principalmente se valoran el precio y la calidad. Desde este punto de vista, la ética es cara, cuesta dinero, y por lo tanto los países o las personas más ricas son las que están en mejor disposición de pagar su precio.

La ética es, en cierto modo, pues un bien de lujo que exige desarrollo para poderse comprar. A medida que las sociedades se vayan desarrollando será más probable que gobiernos y personas puedan soportar los costes de modos de competencia más éticos. Pero el desarrollo requiere de competencia y la competencia provoca dilemas éticos... Es prácticamente la historia del huevo y la gallina.

El cambio hacia formas de actuar más éticas requiere que la competencia guiada por normas éticas resulte más eficiente que la competencia guiada por normas no éticas. El fin de la esclavitud provocado en parte por la competencia entre terratenientes interesados por producir más y mejor fue viable ya que existían medios de producción más eficientes. La sociedad industrial, a diferencia de las sociedades agrarias o extractivas, podían ser igualmente eficientes sin mano de obra esclava.

De igual manera que nos sucede con nuestros antecesores, cosas que hoy nos parecen al menos tolerable puede que dentro de un siglo no lo sean tanto. Por ejemplo, la crianza de gallinas o de cerdos tal y como se produce hoy en día puede que sea mal vista por nuestros descendientes. También nuestras prácticas medioambientales (desde el reciclaje hasta el uso de los combustibles fósiles) y nuestros niveles de corrupción.

Para que estos cambios se hagan efectivos es necesario que la competencia con las nuevas normas éticas sea eficiente; es decir, que la competencia permita el desarrollo suficiente para implementar las nuevas normas éticas sin alterar el bienestar presente de los individuos.

Aunque esta aproximación pueda resultar un tanto economicista, tiene la virtud de dejar claros los supuestos bajo los que opera la ética real en las sociedades capitalistas y plantear algunos inevitables problemas para el futuro del desarrollo.
Uno de estos problemas es el tipo de desarrollo que se le está exigiendo en estos momentos a los países del denominado 'tercer mundo'. En la actualidad, no únicamente se pide que el desarrollo de los países menos afortunados sea rápido, sino también humano y sostenible cuando estos no han sido los principios éticos que han guiado el desarrollo de los países actualmente desarrollados. ¿Quién pagará el precio de la ética?


Para saber más

Ética y Desarrollo. Banco Interamericano de Desarrollo. http://www.iadb.org/etica/

Revista Ética y Gobernabilidad. http://www.iigov.org/eg/

Kenneth L. Sokoloff. 2003. "La evolución de las instituciones electorales en el Nuevo Mundo: una visión preliminar". Instituciones y Desarrollo. 14-5 http://www.iigov.org/revista/?p=14_11

Shleifer, A. 2004. "Does Competition Destroy Ethical Behavior?" American Economic Review Papers and Proceedings. http://post.economics.harvard.edu/faculty/shleifer/papers/Ethicswp.pdf

Publicado en Gobernanza. Revista Internacional para el Desarrollo Humano en mayo de 2005.

Globalización (Organismo Internacional)

 



 
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