Cuando entrevisté a Calderón la semana pasada, esas eran las principales preguntas que me pasaban por la mente. Antes de compartir con ustedes mi conclusión, veamos algunas de las cosas que me dijo, y dónde se encuentra el drama político mexicano en este momento.

Calderón, el candidato de centro-derecha, ganó las proyecciones preliminares y el conteo oficial por un margen de 0.5 por ciento de los votos, o 244,000 sufragios. Su rival, el candidato de la izquierda Andrés Manuel López Obrador, afirma que hubo fraude, y está pidiendo un recuento de todos los votos.

Los colaboradores de Calderón señalan que este tipo de recuento está prohíbido por la ley mexicana, que sólo permite un recuento de las actas impugnadas. Según ellos, López Obrador está buscando un recuento total de votos para luego poder exigir la nulidad de la elección, y exigir una nueva votación. El Tribunal Electoral deberá decidir antes del 31 de agosto.

Preguntado sobre si no sería el presidente más débil de la historia reciente de México (Calderón habría ganado con 36 por ciento del voto, mientras que el presidente Vicente Fox ganó con 42 por ciento, y su antecesor Ernesto Zedillo con un 50 por ciento), Calderón respondió: ``Definitivamente no''.

''Seré el presidente que surja del proceso más democrático y más competido de la historia de México. Y, paradójicamente, el presidente electo con el mayor numero de votos en términos absolutos''. Agregó que su Partido Accion Nacional (PAN) tendrá el mayor bloque de legisladores en el nuevo Congreso.

Sobre sus planes si asume como presidente, Calderón dijo que formará un gobierno de coalición, y que una de sus mayores prioridades será que México y Latinoamerica sean más competitivos en la economía global. ''No es posible aislar a nuestros pueblos: ese es un gran error histórico que América Latina ha pagado con creces'', señaló.

Acto seguido, le pregunté sobre Cuba, Venezuela, y Estados Unidos. En su plataforma de campaña, Calderón había dicho que ''debemos pronunciarnos clara e inequivocamente por una defensa latinoamericana vigorosa y colectiva de la democracia y los derechos humanos'', y que ``México debe buscar ampliar y profundizar su relación con Estados Unidos''.

¿Apoyaría México la presión internacional para que Cuba y Venezuela dejen de reprimir a la oposición pacífica?, le pregunté.

''Evidentemente que vamos a defender los derechos humanos en cualquier parte del mundo, incluyendo Estados Unidos'', dijo. ''Es desde luego una concepción de principio a la que no renunciamos. Eso debe darse sin menoscabo de que debe haber una nueva relación constructiva de cooperación con todos los países. Puedo yo tener una opinión específica de Fidel Castro, por ejemplo, pero eso no debe ser en menoscabo de una relación constructiva que debe establecerse entre México y Cuba en beneficio de los ciudadanos de ambos países''. ¿Seguirá condenando México a Cuba en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU si usted es presidente?, pregunté. Calderón respondió que el nuevo Consejo de la ONU podría cambiar los mecanismos de evaluación, pero que ``en cualquier caso, el compromiso con la defensa de los derechos humanos es un compromiso indeclinable''.

Calderón dijo que México puede ''trabajar constructivamente, sin agachar la cabeza'' con Estados Unidos. Pidio crear un fondo de desarrollo de Estados Unidos, Canadá y México, para financiar proyectos de infraestructura en áreas pobres de México de donde salen gran cantidad de migrantes.

''La lógica es muy simple: puede reducir más la migración 1 km de carretera en Zacatecas o Michoacán que 10 km de muro [fronterizo] en Texas o Arizona'', señaló.

Si logra formar un gobierno de coalición, ¿le ofrecerá la cartera de Relaciones Exteriores al Partido Revolucionario Institucional (PRI)?, le pregunté.

''Ya tendremos que negociarlo'', dijo Calderón. ``Me parece que hay una tradición en política exterior mexicana, hay un cuerpo diplomático muy acreditado que no tiene partidos. De hecho, la política exterior debe ser una política de Estado, no una política partidista''.

Mi conclusion: Me gusta la visión de Calderon de que América Latina tiene que volverse más competitiva en la economía global, para no quedarse cada vez más atrás de China, India y Europa Central.

Me inquieta, en cambio, su aparente ramo de olivo a los sectores más reaccionarios de la clase política mexicana, que siempre se han negado a criticar a Cuba, como si hubiera tal cosa como una dictadura buena. Cuando los países empiezan a aceptar prácticas totalitarias en el exterior, las terminan aceptando en casa. Ojalá no sea ese el caso.