¿Qué mueve a un joven europeo, educado en una atmósfera cristiana, a convertirse al islam y unirse al Estado Islámico para «matar infieles»? La pregunta se vuelve acuciante cada vez que trascienden datos de la participación de yihadistas occidentales en las ejecuciones del Estado Islámico (EI) divulgadas por internet. Los últimos señalados, un francés y un británico, presentes en el pelotón de matarifes que degolló a sus víctimas en Siria el pasado fin de semana.

Cada historia personal tiene su recorrido propio. No sería, además, justo equiparar la conversión al islam con el viaje mental compulsivo que termina en la yihad, la «guerra santa», o en el atentado suicida en Occidente. Los servicios de Inteligencia estiman que actualmente combaten con el EI un centenar de españoles y medio millar de británicos, una cifra muy pequeña en relación con el número de musulmanes que viven en esos dos países. Se calcula que en España vive alrededor de un millón de mahometanos. No hay cifras oficiales, pero el censo de la Unión de Comunidades Islámicas de España presume de que en los últimos años se han convertido al islam 50.000 españoles nativos.

La religión del Corán representa para algunos jóvenes occidentales una alternativa clara de ruptura con las reglas. Es también una opción atractiva para quienes se sienten indignados con el sistema o con su entorno social o familiar, y buscan experiencias fuertes y radicales que les alejen de ellos. En una atmósfera de relativismo moral, donde los principios cristianos se han aguado, la religión del Corán ofrece en cambio un conjunto de reglas y de comportamientos precisos en los que no caben componendas. Ser miembro del islam otorga seguridad y un sentido de pertenencia a una comunidad universal, que blasona con razón de un alto grado de solidaridad entre sus miembros.

Estas características, sumadas a la presencia al alza de comunidades musulmanas en todas las grandes urbes europeas, explica el atractivo que representa la religión de Mahoma para muchos jóvenes inconformistas, o sometidos a una aguda crisis de identidad. De la conversión al compromiso con la ideología violenta existe todavía un ancho tramo por recorrer aunque ya se haya avanzado un primer paso. Según los expertos, en esa deriva radical -que ya estaba presente en el momento de la conversión- internet juega hoy un papel más relevante que el de algunas mezquitas, por su facilidad para establecer contactos con las células islamistas.