Nos relacionamos a través de una pantalla. Nos hemos convertido, sin darnos cuenta, en la Generación P, de pantalla.No somos, en definitiva, mejores personas, sino más robots.
Somos
una generación pegada a una pantalla.
El
despertador es la pantalla del móvil, nos guía como brújula la pantalla de un
navegador, una pantalla es nuestra herramienta de trabajo y ¡ay del día que se
estropea!
Aún nos
encanta la tele, cualquier tele, la hedionda y la excelsa, si es que queda algo
de esta última. La pantalla de la tele.
Nos
relacionamos a través de una pantalla, compramos por medio de ella, es ya
nuestro banco. Difundimos nuestra vida, verdadera o de pequeño Nicolás, a
través de múltiples pantallas: escritorio, tableta, smartphone.
Matamos
el tiempo muerto pegados a una pantalla, decidimos nuestro ocio desde las
sugerencias de una pantalla. Nos metemos en la cama con ella o ellas, menage à
trois tecnológico, no vaya a ser que nos hayamos perdido algo. Y, si se tercia,
con quien toque, seres de carne y hueso prescindibles. ¿Para qué los
necesitamos?: ya está la pantalla.
Nos
hemos convertido, sin darnos cuenta, en la Generación P, de pantalla.
Somos
una generación pegada a una pantalla.
El
despertador es la pantalla del móvil, nos guía como brújula la pantalla de un
navegador, una pantalla es nuestra herramienta de trabajo y ¡ay del día que se
estropea!
Aún nos
encanta la tele, cualquier tele, la hedionda y la excelsa, si es que queda algo
de esta última. La pantalla de la tele.
Nos
relacionamos a través de una pantalla, compramos por medio de ella, es ya
nuestro banco. Difundimos nuestra vida, verdadera o de pequeño Nicolás, a
través de múltiples pantallas: escritorio, tableta, smartphone.
Matamos
el tiempo muerto pegados a una pantalla, decidimos nuestro ocio desde las
sugerencias de una pantalla. Nos metemos en la cama con ella o ellas, menage à
trois tecnológico, no vaya a ser que nos hayamos perdido algo. Y, si se tercia,
con quien toque, seres de carne y hueso prescindibles. ¿Para qué los
necesitamos?: ya está la pantalla.
Nos
hemos convertido, sin darnos cuenta, en la Generación P, de pantalla.
Lo que
sí les aseguro es que no somos más humanos, sino menos. No somos más sociales,
no se engañen. Sin calor físico, es imposible. Las relaciones no son
estadísticas de una red social. No somos más libres, no se engañen. En todo
caso más manipulables. Nos llevan donde quieren minimizando nuestro esfuerzo.
No estamos más informados, no se engañen. El ruido es abundante, el criterio
escaso. No somos, en definitiva, mejores personas, sino más robots.
Y, ya
saben, sin inteligencia y programación, las máquinas son perfectas idiotas.
A eso
nos encaminamos.
Puede
que McCoy sea el único tontolaba a quien le preocupe el impacto de todo esto
sobre el futuro del hombre, sobre sus relaciones, su capacidad de observación,
su habilidad para desarrollarse plenamente en la búsqueda de la felicidad. Lo
que esto supone en términos de estar o no estar, de exclusión; en términos de
incentivos falaces, de jerarquización irreal que cambia los criterios que la
determinan; en términos de dependencia a una tecnología de obsolescencia irreal
que conduce a un gasto desaforado.
No lo
sé.
El post
es muy básico para facilitar el debate.
Por
empezar provocadoramente la semana.