El ministro de Exteriores arranca su visita con una cena con los obispos. Fuentes diplomáticas aguardan un próximo fin del bloqueo.'¿Problema político? Ése no es mi problema!', dicen los empresarios españoles.
España
apuesta por la diplomacia económica en Cuba. Lo dejó muy claro el ministro de
Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, al dedicar la primera mañana
de su visita a La Habana a la celebración de sendas reuniones con empresarios
españoles y con los ministros económicos del régimen comunista, en una suerte
de mediación previa a la cita -aún no confirmada oficialmente- que el canciller
español mantendrá este martes con Raúl Castro.
En una
clara estrategia de desideologización y de acercamiento a la antigua colonia,
la diplomacia española trata de hacerse hueco en un momento clave. Y es que,
más allá de la política de aproximación de la propia Unión Europea -que ya
negocia su nuevo Acuerdo Político y de Cooperación con la isla-; más allá de
los síntomas de un final del aislamiento del régimen, a raíz de su reciente
presencia en organismos multilaterales iberoamericanos -se cuenta con Castro y
el venezolano Nicolás Maduro en la Cumbre de Veracruz de diciembre-; se atisba
un cambio muy próximo en las propias relaciones de Estados Unidos con el
régimen cubano.
Fuentes
diplomáticas subrayan el cambio de los editoriales (como el The New York
Times), la reciente victoria de los demócratas en Miami -la capital del éxodo
cubano- y las crecientes visitas de senadores estadounidenses a la isla. Este
mismo mes de noviembre lo hicieron dos miembros del Comité de Relaciones
Exteriores para pedir la liberación del contratista Alan Gross, preso en la
isla desde 2009, que ya se da por cercana. Se cree, además, que Cuba y Estados
Unidos estarán presentes por primera vez en Panamá, durante la Conferencia de
Las Américas.
Pero
además, se apunta una nueva atmósfera de inversión internacional en la isla.
Particularmente, en torno a la ampliación del mítico Puerto de Muriel, desde el
que se produjo el éxodo cubano a las costas norteamericanas, y en el que ahora
Brasil -el mejor aliado económico de Cuba, junto a Venezuela- pilota una
inversión de más de 600 millones de euros, con un volumen de negocio previsto
superior a los 7.000 millones, y que, pese a la lentitud de las obras, ha
despertado el interés del capital europeo.
Sea como
sea, la Ley cubana de Inversiones Extranjeras que entró en vigor en julio dista
mucho aún de ser un marco atractivo y seguro para los inversores españoles. El
sistema de licencias es arbitrario y susceptible de revocación, pero sobre todo
hay problemas con la unificación de la moneda, la mediación del Estado en la
contratación de mano de obra, y los certificados de repatriación de divisas.
De todo
ello habló este lunes con Margallo una veintenaa de empresarios españoles; la
mayoría del sector hotelero: Hay 40 concesionarios de la propiedad estatal
cubana, y el 90% de las habitaciones de cuatro y cinco estrellas de la isla
están gestionadas por capital español. Claro que también hay pequeños y
medianos empresarios del sector de las manufacturas -material de construcción,
pinturas...-, y un tercer sector, el bancario, representado por el BBVA, Bankia
y la entidad de mayor presencia en la isla, el Sabadell. Durante la reunión con
el ministro, el delegado de la entidad, Luciano Méndez, anunció apoyo
financiero a las pymes cubanas e hispanocubanas, de reciente creación.
El
Gobierno español lo tiene claro: Lo importante en Cuba, como lo está siendo en China,
es la transformación económica; sólo de la apertura económica vendrá, en su
caso, un cambio político vagamente cifrado en el segundo mandato de Raúl
Castro, en 2018. Así que, a diferencia de la política del PP en los años 90, y
considerados los cambios producidos en estos años, la disidencia -hoy dispersa
en el exterior- ha dejado de ser un referente de choque para la diplomacia
española.
El
presidente de la Asociación de empresarios españoles en Cuba (a la que acaba de
unirse la de empresarios vascos), Xulio Fontecha, resumía con estas palabras su
respaldo a esta nueva estrategia: "¿Problema político? Ese no es un
problema; al menos, no es nuestro problema".
Sea como
sea, Margallo venderá la Transición española a los estudiantes y diplomáticos
cubanos. Y ayer, nada más aterrizar en la isla, cenó con los obispos, grandes
referentes de la tercera vía; en particular el cardenal Jaime Ortega, mediador
entre el régimen y la disidencia cuatro años atrás -intervino en la
excarcelación de presos políticos importados por Moratinos a España-, al que
muy pronto -o eso se espera- podría sustituir un posible Tarancón a la cubana.