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14/12/2014 | Otros motores de crecimiento en Bolivia

Luis E. Gonzales C.

Bolivia, con un crecimiento promedio de 5,0%, ocupa el quinto lugar en Latinoamérica en el periodo 2006 a 2013, por detrás de países como Perú (6,6%) o Paraguay (5,3), superando a Colombia (4,8%), Ecuador y Chile con 4,3%, y dejando atrás a grandes economías como Brasil (3,6%) y México (2,4%).

 

Si hay una particularidad en esta muestra es que, en la mayoría de estas economías, el alto precio de las materias primas fue un motor de crecimiento, y ante su actual caída, existen expectativas de desaceleración que en algunos casos se acentúan con el enfriamiento de los motores internos de crecimiento.

Actualmente, el debate en Bolivia se centra en el enfriamiento del motor de los hidrocarburos, sector clave para la economía boliviana. Pretender que esta economía está “blindada” al ciclo de precios internacionales sería algo optimista, más si se centra el análisis en perspectivas de mediano plazo, y somos conscientes de que el precio del producto estrella -gas natural- fue indexado en los 90 con el precio del petróleo. A esto se suma que los otros motores de crecimiento hace un buen tiempo que están apagados y, en otros casos, nunca fueron encendidos.

Por lo demás, los precios del petróleo, en términos reales, es una variable completamente exógena al control boliviano. En esta variable son reconocibles tres épocas de precios que se destacan en los últimos 43 años.

El primer grupo, cuando el barril de petróleo se encontraba  entre US$20 y US$40, entre 1993 a 1998. La economía boliviana alcanzó un crecimiento en torno al 4,8% en promedio. Los motores que apenas empezaban a funcionar en ese entonces eran:

i) la inversión extrajera directa, cuyo logro fue la construcción del gasoducto a Brasil, soñado en 1974  e implementado completamente hasta 1999, y que hoy por hoy representa el ingreso de alrededor de US$25.000 millones,

ii) la apertura de nuevos mercados de exportación, con ventas de gas natural que hoy representan algo más del 50% de las exportaciones,

iii) un incipiente comercio al Mercosur y

iv) el inicio de una tímida modernización de las instituciones.

El segundo grupo es caracterizado por precios en torno al mismo rango anterior, entre 1999 a 2003, llegando prácticamente a los US$60 el 2004. Durante este periodo, la economía creció a un magro 2,2% en promedio, mientras ocurrían dos hechos antagónicos: el primero, de carácter interno, atribuible a una endeble institucionalidad legal y política, a las convulsiones sociales, la corrupción otra vez desvelada y a las interrupciones de todo tipo en la producción nacional. El segundo factor, de origen externo, era impulsado por la crisis económica de Argentina y Brasil. Sin embargo, en 2000, los vientos del “boom” de materias primas empezaban a llegar a Latinoamérica impulsados por el despertar del dragón dormido de China. Hecho que si bien no es directo para Bolivia, dada la dependencia de Brasil, explica en gran parte el incremento sin medida de los precios de petróleo y materias primas en los venideros años.

Finalmente, el periodo 2005-2013, cuando el precio de petróleo rompió todos los records superando los US$100 en el máximo, mientras que el crecimiento promedio era de 5,0%, prácticamente igual a los momentos en que el precio estaba entorno a US$30. Se destaca el 2005, cuando se logró un cambio estructural significativo al aprobar un incremento en el impuesto a los hidrocarburos, obteniéndose así la continuidad de políticas de transferencias condicionadas, iniciadas diez años atrás, las que se focalizaron en sectores vulnerables, lo que permitió mejorar las tasas de pobreza en 15 puntos porcentuales. Pero también es cierto que a partir de 2006 las señales de incertidumbre legal y económica a la inversión privada nacional como extranjera han sido una constante.

Y si es necesario más evidencia para estos tres periodos, las convulsionadas décadas de los 70 y 80 son un claro ejemplo de que existen diversas formas, más allá de los hidrocarburos, para lograr o desperdiciar las oportunidades de crecimiento a distintos precios de petróleo.

Por todo lo anterior, sí existen otros motores para alcanzar el crecimiento económico, pero se debe trabajar en ellos. Mejorar la precaria institucionalidad deteriorada recientemente; la meritocracia en el sector público y la seguridad ciudadana, para evitar más casos de trata de personas, son un primer paso. Luego, se debe fomentar una alianza público-privada real, con reglas del juego claras para atraer inversiones privadas nacionales y extranjeras en diversas áreas, lo que garantizaría una cosecha de frutos en el mediano y largo plazo. Además, la integración al comercio internacional, y en particular al mercado energético, podrían situar a Bolivia como un centro estratégico de producción eléctrica y gasífera, lo que diversificaría el riesgo ante periodos turbulentos. Entonces, la pregunta que ahora se plantea es: ¿Bolivia podrá transita por este camino?


Economía Para Todos (Argentina)

 



 
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