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02/01/2015 | Brasil - Cuatro años de soledad

Luis Tejero

Dilma arranca su quinto año en el poder con una aprobación del 42%. Las sombrías perspectivas económicas y la corrupción son sus grandes retos

 

Apenas 10 semanas han pasado desde que Dilma Rousseff conquistó la reelección. Y, sin embargo, no puede decirse que la presidenta brasileña esté atravesando su momento más dulce en el Palacio de Planalto.

Ya sabía la ex guerrillera, cuando derrotó por estrecho margen al senador Aécio Neves, que su segundo mandato sería cualquier cosa menos un camino de rosas. Por eso celebró aquel triunfo con una mezcla de alivio y cautela, consciente de la montaña de problemas e incertidumbres que debería afrontar desde entonces hasta el 31 de diciembre de 2018.

Dilma arranca su quinto año en el poder con una aprobación del 42%. Es decir, cuatro de cada 10 brasileños valoran el desempeño de su Gobierno como "bueno" o "muy bueno". Muy lejos del 65% que llegó a alcanzar en sus mejores días, a comienzos de 2013, cuando la población evaluaba su gestión con un notable (7,4). Hoy su nota media ha caído hasta un 6,2.

Es cierto que muchos gobernantes europeos darían un brazo por disfrutar de tanta aceptación entre sus ciudadanos. Mariano Rajoy, sin ir más lejos, suspendió en el último barómetro del CIS con una calificación de 2,3 sobre 10. Pero para la mandataria brasileña, la pérdida de popularidad representa una advertencia sobre las turbulencias que se avecinan para su segundo mandato.

Sombrías perspectivas económicas

No cabe duda de que el mayor país de América Latina presenta hoy unas perspectivas económicas bastante más negativas que las que Dilma heredó de su padrino Lula da Silva. Los brasileños lo saben y por ello son menos optimistas que hace cuatro años. Cuando la presidenta tomó posesión por primera vez, el 73% de la población pensaba que haría una gestión "buena" o "muy buena". Hoy, en cambio, sólo un 50% espera lo mismo.

Apartada ya de la sombra de Lula tras lograr la reelección por méritos propios, Dilma ha cambiado a la mitad de sus 39 ministros para dar impulso y aire fresco al Ejecutivo. Las principales novedades afectan al área económica, donde Joaquim Levy, procedente de la banca privada, asumirá la cartera de Hacienda con la misión de realizar los ajustes necesarios para recortar los gastos públicos. Y difícilmente podría haber elegido la presidenta a un hombre más adecuado: quienes lo conocen desde hace años se refieren a él como 'Levy Manostijeras'.

Así que la austeridad parece estar llegando también a Brasil, aunque seguramente no con tanta severidad como en los países del sur de Europa. El Gobierno de Dilma ya ha anunciado que pretende endurecer las condiciones para acceder a determinados beneficios sociales, entre ellos el seguro de desempleo o el llamado "abono salarial", una especie de paga extra que el Estado concede a quienes cobran menos de 450 euros al mes.

Larga lista de tareas pendientes

Al margen de la economía, Dilma tiene por delante una lista de tareas nada fáciles de resolver. Tres de sus grandes desafíos pasan por garantizar el suministro de energía y agua, amenazado por la grave sequía en algunas regiones del país, recuperar la necesaria relación con Estados Unidos, dañada desde el escándalo de las escuchas ilegales, y garantizar el cumplimiento de los plazos para las obras de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016.

Pero lo más urgente es limpiar a fondo Petrobras, la gigantesca compañía que en su día fue motivo de orgullo nacional y que hoy, salpicada por un escándalo de sobornos a cambio de contratos, hace que muchos brasileños sientan indignación y vergüenza.

Y por si no fueran suficientes todos esos retos, desde el estancamiento de la economía hasta la corrupción en las altas esferas, Dilma tendrá que hacer frente a un Congreso más heterogéneo y rebelde donde ni siquiera podrá fiarse de su propio partido. A la primera presidenta de la historia de Brasil le esperan cuatro años de soledad en los que necesitará un buen juego de cintura y grandes dosis de paciencia. Sólo así podrá volver a unir un país al que las urnas dejaron dividido.

Luis Tejero es consultor político y autor de 'La construcción de una presidenta' (Amazon, 2014).

El Mundo (España)

 



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