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03/01/2015 | En la primera trinchera antiimperialista

Angel Tomás Gónzalez

Abisai Morgan, de 50 años, vive en Carmarioca, un pequeño pueblo de la Bahía de Guantánamo que comparte vecindad con el enclave de la base naval que Estados Unidos estableció allí en 1903, con un contrato que garantiza una permanencia perpetua y un pago de arrendamiento de 5.000 dólares anuales que Cuba rechazó cobrar a partir del triunfo de la revolución cubana en el año 1959. La base militar ocupa 117 kilómetros cuadrados de tierra cubana.

 

Para Abisai Morgan, que trabaja en el Hotel Martí en Ciudad Guantánamo como chef de cocina, el hecho de vivir en el pueblo de Camarioca -"primera trinchera antiimperialista"- se traduce en que para llegar a su centro laboral, cada día, tiene que presentar sus documentos de identidad en las tres garitas del Ministerio del Interior que hay en la carretera camino a la ciudad de Guantánamo y posteriormente, durante el retorno a su casa en Camarioca.

"No es fácil vivir en la primera trinchera antiimperialista", afirma Morgan y explica que, por ejemplo, los campesinos de la zona evitan viajar a Caimanera para vender sus mercancías por los controles que tienen que pasar y por razón de esos obstáculos lo venden todo más caro. En Caimanera hay pocos cultivos por la alta salinidad que tiene la tierra.

"El Gobierno es consciente de que no es fácil vivir en Caimanera y por eso nos concede un aumento del 30% en los salarios que recibimos en los sitios donde trabajamos", señala Morgan. Su hijo de 12 años siempre ha soñado con que Estados Unidos levante el embargo económico a Cuba y ahora, cuenta, está feliz con el suceso del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países. "Caimanera era una tacita de oro y quizás vuelva a serlo a partir de ahora", añade.

Pero la prensa cubana ha difundido durante décadas la imagen de que los pueblos próximos a la Base Naval de EEUU eran nichos de prostitución y de bares destinados para marineros y soldados de la citada Base Naval. "Eso no era tan así como lo cuentas", interrumpe Morgan. "Había una zona de tolerancia para la prostitución, pero estaba apartada de la vida social normal. Muchos del pueblito trabajaban y trabajan hoy en las salinas. Son dos y abastecen el 70% de la sal que se consumen en Cuba", termina.

Guantánamo tiene, a unos 30 kilómetros de la ciudad, un mirador que permite tener una visión total de la impresionante bahía. El guía del lugar explica a los visitantes la localización de los pueblos que habitan a orillas de este macro puerto. Uno de ellos es Boquerón, el más próximo a la base de EEUU, que está habitado por militares cubanos y sus familias.

En el mirador, el cubano americano Never Pérez, que vive en Orlando (Florida), comenta a EL MUNDO, que está muy contento con el restablecimiento de las relaciones entre Cuba y EEUU. Él viaja mucho a la isla porque le gustan sus playas y ya se las ha agenciado para hacerse con una casa en una playa que prefiere no citar. Vestido con bermudas y camiseta con las estrellas de la bandera estadounidense, Never Pérez termina su visita al mirador y sube a un coche norteamericano de los 50.

En el centro de la ciudad se ha llevado a cabo una atractiva remodelación urbanística, con iluminación moderna, bares y restaurantes y miles de personas paseando o en busca de diversión. Es evidente que Guantánamo, el último nicho de la era de la Guerra Fría está listo para recibir a los turistas estadounidenses y quizás hasta a los militares de la cercana base.

El Pais (Es) (España)

 



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