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04/01/2015 | El año en el que el Estado Islámico tiñó de sangre Oriente Medio

Lluís Miquel Hurtado

Oriente Medio cierra el año con 90.000 muertos más. La gran mayoría de ellos son responsabilidad del califato del Estado Islámico, el grupo más violento.

 

Oriente Medio echa la persiana a 2014 con 90.000 muertos más. A los años de represión y guerra civil acumulados en Siria e Irak se ha sumado el irrumpir del Estado Islámico (en siglas inglesas IS), asentado en una gran lengua territorial que se extiende a lo largo del río Éufrates entre ambos países. La idiosincrasia violenta y el afán expansionista del grupo yihadista, llamaron la atención de Occidente, que pasó a la acción contra ellos. El mundo los considera su amenaza número uno para este 2015.

"Es una situación muy triste", sentencia en un comunicado el enviado de Naciones Unidas para Irak Nickolay Mladenov. Lo dice tras leer que 15.538 ciudadanos, entre civiles y personal de seguridad, murieron en tierra iraquí en los últimos doce meses. La segunda cifra mayor una década después de la invasión estadounidense de 2003, ya que en 2007 la violencia sectaria entre suníes y chiíes se cobró casi 18.000 vidas.

En Siria llueve sobre mojado desde que, en marzo de 2011, el presidente Bashar Asad iniciara una sangrienta represión sobre la descontenta mayoría suní. Los sirios saludan 2015 con 76.021 entierros más, que elevan el número de víctimas a 200.000. En zonas del norte y sur disputadas entre oficialistas -apoyados por Irán y Rusia- y alzados -soportados por el Golfo y Occidente- los civiles siguen siendo las mayores víctimas.

El clérigo iraquí Abu Bakr Bagdadi, inspirado por el odio a Estados Unidos cultivado en la post invasión, vio en aquella vorágine destructiva su oportunidad para tomar las riendas del poder. Su organización yihadista ganó músculo en el norte de Siria, donde impuso su severa ley religiosa a cambio de pan y protección en territorios arrebatados a Damasco. En una revolución islamizada por los petrodólares, su proyecto político se ganó a muchos.

Con pocas luchas con los rebeldes laicos se hizo con la septentrional Raqqa, única ciudad descontrolada por Damasco. A principios de junio fue a por Mosul, en el norte de Irak. El IS se sirvió del descontento de los suníes, mayoría en el centro del país y hartos del sectarismo del entonces primer ministro iraquí Nuri Maliki, para irrumpir en esa urbe. Acabó por ayudarles la pírrica resistencia que plantó el desmenuzado ejército nacional.

Con Raqqa y Mosul en el zurrón, Bagdadi proclamó al acabar junio el "califato" y se auto designó "califa". Se lanzó a por Erbil, capital de la autonomía kurdo iraquí. Momento en que EEUU, reticente hasta la fecha en intervenir para frenar la masacre siria, se alió con una serie de países occidentales y árabes para empezar a bombardear posiciones del IS por aire. Empezó a mediados de junio.

En septiembre se extendió la campaña de bombardeos a Siria, donde el no atacar también a las fuerzas del régimen ha enajenado a parte de los rebeldes. La mayoría de ellos ve al IS como un aliado de Damasco que ha envenenado su alzamiento. "La gente quiere que la coalición también combata a Asad, pero agradece que al menos elimine al IS", reconoce a EL MUNDO Abu Mohammed, un activista de Raqqa.

La acción militar, que ya ha costado casi mil millones de euros, no ha barrido al Estado Islámico pero ha moderado su avance. Kobane, una pequeña ciudad siria de mayoría kurda junto a la frontera con Turquía, resiste desde septiembre el sitio del IS. Con apoyo de la coalición, sus custodios prometen hacer de su victoria una estocada al grupo radical. Turquía, clave en la lucha contra el IS, sigue sin entregarse a la causa porque espera de Occidente que, además de a Bagdadi, se ponga la equis al casillero de Asad.

En Irak, el nuevo primer ministro Haider Abadi intenta recomponer el país con las cáscaras que le quedan tras el rodillo yihadista. Los kurdos del norte amagaban con irse hasta que firmaron un acuerdo favorable para repartirse los dividendos del crudo. En el centro suní el IS sigue imponiendo su ley sin que los suníes pro Bagdad ganen terreno. El sur, mayormente chií, intenta labrarse un futuro propio bajo el paraguas circunstancial de Teherán.

El Mundo (España)

 



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