El populismo, como parte del colectivismo, posee la particularidad de ser todo lo contrario a lo que su nombre pareciera –a primera vista- sugerir. Efectivamente, el populismo es un movimiento principalmente sectario, que privilegia a selectas minorías y excluye a amplias mayorías.
Tal como dijimos, es una peculiaridad que deriva directamente del género del
cual procede, el colectivismo. Eso explica la razón por la cual el populismo
tiene fuertes manifestaciones de corte nacionalista:
"Considerar la tendencia universal de la política colectivista a volverse
nacionalista como debida por entero a la necesidad de asegurarse un resuelto
apoyo, sería despreciar otro y no menos importante factor. Incluso cabe dudar
que se pueda concebir con realismo un programa colectivista como no sea al
servicio de un grupo limitado, que el colectivismo pueda existir en otra forma
que como alguna especie de particularismo, sea nacionalismo, racismo o
clasismo, La creencia en la comunidad de fines e intereses entre camaradas
parece presuponer un mayor grado de semejanza de ideas y creencias que el que
existe entre los hombres en cuanto simples seres humanos. Aunque sea imposible
conocer personalmente a todos los miembros de nuestro grupo, por lo menos han
de ser del mismo tipo que los que nos rodean y han de hablar y pensar de la
misma manera y sobre las mismas cosas, para que podamos identificarnos con
ellos. El colectivismo a escala mundial parece ser inimaginable, si no es al
servicio de una pequeña élite. Daría lugar, ciertamente, no sólo a problemas
técnicos, sino, sobre todo, a problemas morales que ninguno de nuestros
socialistas desea afrontar."[1]
Esto va de la mano con lo que el profesor C. Sabino consigna en su célebre
definición de populismo, cuando del mismo expresa:
"La oposición a la política tradicional, a "la oligarquía y el
imperialismo", se engarzó entonces con un mensaje nacionalista, en el que
resultó fundamental la prédica por la "justicia social" y la apertura
de espacios de poder para quienes se sentían marginados."[2]
Prueba cabal de que el populismo es esencialmente sectario, ha de encontrar
siempre enemigos a quienes enfrentarse, y si no los encuentra deberá
inventarlos. Esta es la línea de acción que han seguido todos los populismos de
la historia y la que recientemente han reflotado los nefastos regímenes de los
Kirchner en Argentina, Morales en Bolivia, Correa en Ecuador y el tristísimo
experimento del castrocomunismo chavista venezolano. En todos estos ejemplos,
los resultados han sido semejantes: exclusión social, elevación de los índices
de pobreza, intervención a ultranza de la economía, desprecio al individuo y a
los derechos del mismo. Y esas etéreas y demagógicas apelaciones al pueblo y a
la nación, vacías y carentes de contenido, y sólo destinadas a embaucar a
cuanto desprevenido incauto estuviere dispuesto a escuchar los cantos de
sirenas de personajes sin escrúpulos como los nombrados anteriormente y todo su
séquito de cortesanos y aduladores en el poder, lo que incluye, por supuesto,
los infaltables pseudo-empresarios (mal llamados "capitalistas") que
tan bien caracterizara Alberto Benegas Lynch (h) como modernos barones feudales
al servicio del poder político. El colectivismo y su producto más repetido, en
Latinoamérica al menos, el populismo es la filosofía del grupo, de la manada
no-pensante, de la masa amorfa, de los idiotas útiles al servicio de un líder o
un puñado de personas que desde el poder aspiran a lucrarse del siempre
complaciente servilismo de sus súbditos. Es por esto mismo, entre otras cosas,
que el profesor C. Sabino concluye su definición expresando:
"El populismo, en síntesis, fue más nacionalista que clasista, más
antinorteamericano que prosoviético, más apegado a las grandes fórmulas vacías
que a programas claros de gestión económica, con lo que se acercó en muchas de
sus manifestaciones, indudablemente, al fascismo."[3]
En el marco de su explicación sobre las paradojas del colectivismo, F. A. v.
Hayek advirtió algo que es enteramente aplicable a una de las manifestaciones
del colectivismo, como es nuestro actual populismo:
"Una de las contradicciones inherentes a la filosofía colectivista está en
que, como descansa en la moral social humanitaria que el individualismo ha
desarrollado, sólo puede practicarse dentro de un grupo relativamente pequeño.
Que el socialismo sea internacionalista en tanto permanece dentro de la teoría,
y que tan pronto como se lleva a la práctica, sea en Rusia o en Alemania, se
torne violentamente nacionalista, es una de las razones por las que el
«socialismo liberal», que es como la mayoría del mundo occidental se imagina el
socialismo, tiene que mantenerse en el plano de la teoría pura, mientras que la
práctica del socialismo es totalitaria en todas partes. El colectivismo no
tiene sitio para el amplio humanitarismo liberal, sino tan sólo para el
estrecho particularismo de los totalitarios."[4]
Razonamientos totalmente aplicables al populismo, que ya ha demostrado
sobradamente en su experiencia latinoamericana que ha terminado favoreciendo a
grupos muy pequeños, representados por sectores elegidos adrede entre los jefes
populistas, para ser privilegiados con dadivas y subsidios envueltos en
atractivos y emotivos rótulos, tales como el de los "planes
sociales", que no han tenido otro efecto –tras una larga experiencia- que
hundir más aun a la gente ya pobre en la miseria, a la vez que generándole una
dependencia psíquica y material al movimiento populista. Pero dado el hibrido
ideológico que encierra todo populismo, tampoco han faltado prebendas y
favoritísimos a ciertos "empresarios" amigos, que siempre se han
mostrado absolutamente serviles con el régimen. Como especie del socialismo, el
populismo conlleva sus mismas connotaciones en todas partes donde se le
pretenda aplicar, tal y como -por otro lado- la experiencia histórica remota y
reciente confirman a cada paso.
El carácter sectario del populismo se revela en la necesidad de la pertenencia
al partido, a la militancia, a la organización, al movimiento, o denominaciones
similares, que ponen de manifiesto la condición excluyente para todo aquel que
no pertenezca a la tropa y como tal no rinda culto y obediencia incondicional
al líder de la secta.
[1] Friedrich A. von Hayek, Camino de
servidumbre. Alianza Editorial. España pág. 179
[2] Carlos Sabino, Diccionario de Economía y Finanzas, Ed. Panapo, Caracas.
Venezuela, 1991. Voz populismo latinoamericano.
[3] C. Sabino, Diccionario....ob. cit. Ídem. Voz populismo latinoamericano.
[4] Friedrich A. von Hayek, Camino de servidumbre...ob. cit. pág. 180-181