Resulta insólito que la Presidenta de Argentina guardara silencio cuando el fiscal federalAlberto Nisman, -responsable de UFI-AMIA (Unidad Fiscal)- la imputó como organizadora de un plan de encubrimiento a los iraníes prófugos del atentado a la AMIA. Mayor sorpresa provocó que la jefa del Estado, entusiasta de «la cadena nacional» de televisión, donde comenta la fabricación de un nuevo modelo de motocicletas o critica portadas o informaciones de periódicos, no recurriera al mismo medio, -mensaje a la Nación por la televisión-, para decir algo, aunque fueran pocas palabras, sobre la muerte en extrañas circunstancias del fiscal federal que, en definitiva, la acusó de traición a la patria junto a su ministro de Asuntos Exteriores, Héctor Timerman y a un grupo de colaboradores de su confianza.

La viuda de Néstor Kirchner –el difunto presidente que designó a Alberto Nisman para investigar el ataque a la AMIA- optó por pronunciarse en Facebook. Lo hizo en una red que utilizan unos diecisiete millones de argentinos. El resto de la población, hasta alcanzar 41,45 millones de habitantes, no tiene cuenta en esa red social. Es decir, para conocer lo qué pensaba o había escrito la jefa del Estado, tenían que esperar que se pusieran en marcha y se lo contaran los medios de comunicación, esos «intermediarios» que la presidenta no soporta salvo que formen parte, con mayor o menor descaro, del aparato de propagando oficial.

Cristina Fernández, en plena crisis desatada por la muerte de Nisman escribió una carta (luego hizo una segunda versión) dirigida entonces, a sus amigos de Fb. Lo hizo para abordar un asunto que mantiene en vilo a su país ( y a otros), que ha tenido y tiene repercusiones en el resto del mundo y donde un 70 por ciento de sus compatriotas se manifiesta convencido de que el hombre que la señaló con el dedo acusador fue, pese al escenario de aparente suicidio, asesinado.

¿Por qué recurrió a Fb la presidenta? La respuesta a la pregunta la conoce únicamente ella pero la lectura de su decisión es variada.

Una, CFK, siglas por las que se conoce a la Presidenta de Argentina, eligió no dar la cara en televisión para intentar restar trascendenciaa una noticia que está salpicando a su Gobierno y a ella misma (falló en el intento). Otra, la «abogada exitosa», como se definió en Harvard para justificar su fortuna, no tiene talla de estadistas y la frivolidad, de la que suele hacer gala, volvió a imponerse frente al sentido de Estado.

Más alternativas: sencillamente, no valoró bien la dimensión del hecho o quiso hacer un favor a la prensa que detesta para que trabaje más al repicar y seleccionar párrafos que pasarán a la historia de Argentina y, probablemente, a los estantes de los estudiantes de psicología.

Por último, no recurrió a la cadena de televisión porque piensa que los argentinos no se merecen explicaciones en vivo y en directo (o diferido). A fin de cuentas, el muerto sólo era un fiscal federal de la Nación con la misión de investigar la mayor masacre a la colectividad judía tras la II Guerra Mundial.