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24/01/2015 | Bélgica, primera incubadora de terroristas de Europa

Ignacio Cembrero

Con una sonrisa amarga el belga Gilles de Kerchove, coordinador anti terrorista europeo, ha comentado en alguna ocasión que él era el hombre idóneo para el cargo que ocupa porque era de Bélgica desde donde más yihadistas europeos partieron estos últimos años rumbo a Siria e Irak.

 

La operación anti terrorista del jueves pasado en Verviers, las redadas policiales en días sucesivos, el origen de las armas que los hermanos Kouachi utilizaron contra el semanario Charlie-Hebdo y Amedy Coulibaly para secuestrar en el supermercado judío, el despliegue del Ejército de Bruselas y Amberes; no sorprenden demasiado.

Desde que, a finales de 2011, la rebelión en Siria se convirtió en guerra civil, unos 335 residentes en Bélgica han viajado a Oriente Próximo para alistarse en las filas de alguna organización terrorista. Medio centenar habrían muerto y 101 habrían regresado, según estimaciones policiales.

Con relación a la población hay 30 yihadistas por millón de habitantes; uno por cada 1.880 musulmanes. Es el porcentaje más alto de toda Europa, por delante de Dinamarca, que también figura en el pelotón de cabeza, y de Francia (17 yihadistas por millón de habitantes). En España es de tan solo uno por 1,5 por millón.

Otro dato del auge del extremismo islamista es que la célula belga encargada de luchar contra el blanqueo de dinero entregó en 2014 a la fiscalía casi un 50% más de informes (36 informes en lugar de 25) que el año anterior sobre supuestas operaciones de financiación del terrorismo., según el diario De Tijd.

¿Por qué el país que acoge a la mayoría de las instituciones europeas es también el que genera tantos terroristas? La historia se remonta a los años noventa cuando los argelinos de los Grupos Islámicos Armados y otras organizaciones ultra radicales convirtieron a Bélgica en una base logística y en un refugio para algunos de sus miembros perseguidos en otros lugares de Europa. Tenían motivos para apostar por Bélgica porque acosaba menos a los sospechosos, concedía con más facilidad la residencia, e incluso la nacionalidad, que sus vecinos europeos.

Coincidiendo con los atentados del 11-S la retaguardia belga estuvo a punto de convertirse también en un nuevo escenario de actuación de los terroristas. La policía detuvo, el 13 de septiembre de 2001, a Nizar Trabelsi, un exjugador de fútbol tunecino, que planeó por cuenta de Al Qaeda un atentado suicida contra los militares estadounidenses de la base de Kleine Brogel. Fue condenado a 10 años.

Desde entonces las fuerzas de seguridad belgas han desmantelado unas cuantas redes y abortado una retahíla de golpes terroristas incluido uno, en fase muy embrionaria, contra una cumbre europea en 2008. Los juicios se desarrollan a buen ritmo como el de Sharia4Belgium cuyos 46 integrantes conocerán el mes próximo sus condenas pronunciadas por un tribunal de Amberes. Además de enviar combatientes a Siria urdieron un ataque contra el palacio real en Bruselas.

En Bruselas se cumplió además, por primera vez, la profecía hecha por los que se dedican a la lucha antiterrorista. Algunos de los yihadistas experimentados que regresaban de Oriente Próximo al país donde residían lo hacieron con malas intenciones. Mehdi Nemmouche, un francés que había luchado en Siria, asesinó en mayo a cuatro personas ante el Museo Judío de la ciudad. Fue el primer atentado de un retornado.

Desesperación

A la hora de buscar explicaciones a esta propensión de una minoría de jóvenes musulmanes belgas a convertirse en yihadistas, expertos y autoridades avanzan las mismas hipótesis que en otros países europeos.  "La desesperación es, sin lugar a dudas, una causa fundamental", señaló la exministra de Justicia, la socialista Laurette Onkelinx, ante los micrófonos de la televisión pública RTBF.

"Cuando uno está desesperado, cuando no se tiene futuro, es más fácil ser presa de los predicadores del odio", añadió la ministra. A continuación Onkelinx y otros evocan los guetos musulmanes, el paro que afecta hasta el 50% de los jóvenes de esa religión, la exclusión social, el fracaso escolar etcétera.

Los jóvenes musulmanes de la segunda y tercera generación de inmigrantes en Europa se hacen yihadistas porque no se sienten parte integrante del país que les acoge y buscan una identidad alternativa supuestamente acorde con sus orígenes culturales y religiosos. Creen encontrarla en un islam extremista. En España son tan pocos los que aspiran a unirse al Estado Islámico o a Al Qaeda porque son una inmigración recién llegada que no ha perdido sus raíces y confía aun en integrarse.  

En Bélgica hay, sin embargo, un obstáculo adicional en el camino hacia la plena incorporación al país de los mahometanos. Pese a todo en Francia pueden intentar ser franceses y en Alemania alemanes. Bélgica, en cambio, no les ofrece una identidad nacional clara. ¿Qué es ser belga? ¿Es ser flamenco, valón, bruselense? Si muchos belgas no lo tienen claro, ¿cómo lo va a saber el inmigrante?. De ahí que sea más proclive a buscar otra identidad alejada de las fronteras de Bélgica.

El Mundo (España)

 



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