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29/01/2015 | Gobierno argentino: credibilidad cero

América Economía Staff

Suicidio o asesinato, la muerte del fiscal argentino Alberto Nisman ha provocado una crisis política y pone de manifiesto una vez más la profunda desconfianza de los argentinos hacia su gobierno y sus instituciones.

 

La difícil situación requería de una reacción inteligente y cuidadosa de parte del gobierno, pero lo que hizo la inefable Cristina Fernández de Kirchner ha sido exactamente lo contrario: tonto y descuidado. Además, ha aumentado la desconfianza de los argentinos y del mundo hacia el gobierno y las instituciones de ese país.
El fiscal Nisman, encargado de investigar el mayor atentado terrorista de la historia argentina, una bomba en un centro judío en Buenos Aires que dejó 86 muertos en 1994, anunció que acusaría formal y públicamente a Cristina de hacer negociaciones secretas con Irán, dando impunidad a ciudadanos iraníes implicados a cambio de ventajas comerciales. Y el día antes de presentar su acusación formal ante los tribunales, Nisman apareció muerto de un balazo en el baño de su departamento con una pistola al lado.
Tan oportuna es la tragedia que casi todos --en Argentina y el resto del mundo-- concluyeron que era una conspiración del gobierno argentino para impedir que se supiera la verdad sobre el atentado. La indignación popular se tradujo en masivas manifestaciones frente a la residencia de Cristina bajo el slogan “Yo soy Nisman”.

Ante esta situación, si Cristina es inocente y no hubo conspiración, el gobierno tenía una tarea muy clara: investigar la muerte de Nisman con determinación y transparencia. Y convencer a los argentinos de que eso es lo está haciendo.

Lo que hizo Cristina habría sido para la risa de no haber sido tan serio. Se le ocurrió publicar un interminable y errático posting en su página de Facebook en el que hablaba de temas periféricos, sembraba dudas sobre la probidad del juez muerto y opinaba que su muerte era un suicidio. “¿Qué fue lo que llevó a una persona a tomar la terrible decisión de quitarse la vida?”, escribió.

La reacción de la opinión pública en Argentina y el exterior fue la que era de esperar: no le creyeron. Y menos le creyeron dos días después, cuando publicó otro posting de Facebook, más largo que el anterior, en el cual cambiaba de opinión. “El suicidio (que estoy convencida) no fue suicidio”, volvió a opinar. El fiscal Nisman, según ella, había sido usado en vida por siniestras fuerzas en la sombra, y luego asesinado para hacerle daño a ella y a su gobierno.

Por si todo eso fuera poco, unos días después grabó un discurso que transmitió por cadena de radio y televisión, en el cual negó haberse contradicho por Facebook y acusó a la oposición de tergiversar sus palabras.

¿Qué debió haber hecho Cristina y no hizo? Sencillo. Dar sus condolencias a la familia del fiscal Nisman. Usar la cadena de radio y TV para reiterar que la investigación de su muerte estaba en manos competentes y no dar su opinión personal porque hacerlo entorpece esa investigación. Y en el tema de fondo --el atentado de 1994 por el cual todavía nadie ha sido acusado formalmente-- pedir ayuda a un organismo internacional para auditar una investigación que, a estas alturas, carece totalmente de credibilidad.

Cristina Fernández ha personalizado en sí misma el caso Nisman, autodeclarándose víctima de la muerte del fiscal. Sus opiniones han sido todas desastrosas, más propias de una señora paranoica que de un jefe de estado. Sus opiniones no la ayudan a ella ni a su gobierno.

La única medida que ha anunciado --una reorganización del sistema de espionaje interno que hay en Argentina-- ha sido un paso en la dirección correcta. Pero necesita muchos pasos concretos como ese, y dejar de opinar sandeces por Facebook, si quiere tener algo de credibilidad de parte de sus compatriotas y el mundo.

Afortunadamente, Cristina está de salida. Hay elecciones presidenciales en octubre de este año y ella no puede postular a un tercer período. Y el candidato kirchnerista, Daniel Scioli, no sólo tiene en su contra la falta total de credibilidad del gobierno que lo apoya, sino también la desastrosa situación económica del país y sus crecientes problemas sociales.

Todo indica que el kirchnerismo es acaba en 2015. Pero el problema de fondo es que los otros dos candidatos presidenciales para la elección de octubre --el peronista de derecha y ex jefe de gabinete de Cristina, Sergio Massa, y el distraido empresario y político liberal Mauricio Macri-- tampoco son garantes de credibilidad. En Argentina, la desconfianza en el gobierno y las instituciones va mucho más allá de Cristina o el kirchnerismo.

América Economía (Chile)

 


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