La fiscal encargada del caso, Viviana Fein, trabaja sobre dos hipótesis: suicidio y homicidio. Pero un senador kirchnerista le ha aportado una más: "crimen pasional". A Salvador Cabral, senador del oficialista Frente para la Victoria (FpV) por la provincia norteña de Misiones, no le ha temblado la voz al asegurar públicamente que a Nisman lo habría matado el colaborador que le prestó la pistola, Diego Lagomarsino, en un arranque de celos.

El chascarrillo sería uno más de los muchos que circulan desde hace un mes en Argentina en las redes sociales y en las tertulias de taberna si no fuera porque quien lo soltó no es un ciudadano cualquiera sino un senador de la República.

En declaraciones a medios locales de Misiones, el "senador K" calificó la muerte de Nisman como un "crimen pasional" y para ello dijo basarse en las declaraciones de la testigo Natalia Fernández, que esta semana denunció haber presenciado graves irregularidades por parte de los investigadores en el piso de Nisman durante la madrugada en que fue hallado muerto.

"Una testigo dijo que ella llegó y se encontró con un ambiente de festichola. Pero la tesis que desprende de lo que ella dice es que ese fue un crimen pasional entre un amor homosexual, donde el marido, que es el flaquito -en referencia a Lagomarsino- que le llevó la pistola, lo encontró en situaciones amorosas al muerto y le pegó un tiro en la cabeza amorosamente", declaró Cabral.

En ese insólito relato, la participación del ex agente secreto Antonio "Jaime" Stiuso, que ya prestó declaración en secreto, habría sido determinante para convertir ese "crimen pasional" en una "muerte política", según Cabral: "Stiuso lo único que hizo fue aprovechar la situación para transformarlo en una figura política. Él es amigo del que llevaba el revólver. Cuando se encontró con esa situación, (Stiuso) dibujó todo el hecho", aseguró Cabral. Y añadió: "Es un cadáver que la mafia de los servicios de informaciones le tiró al Gobierno para provocar un desgaste abrupto".

Sin indicios

Más allá de hipótesis extravagantes, la investigación del caso Nisman sigue empantanada y sin indicios claros que arrojen luz sobre las causas de la muerte del fiscal.

Tras el éxito de la "marcha del silencio" celebrada ayer en Buenos Aires y otras ciudades de Argentina, la ex mujer del fiscal, la jueza Sandra Arroyo, querellante en la causa abierta sobre la muerte de Nisman, ha vuelto a poner en duda las garantías de que se realice una investigación sin condicionamientos políticos.

"En esta coyuntura judicial, política y mediática, no están dadas las garantías para que sea una investigación totalmente imparcial y sin riesgos para cumplir los fines del proceso", ha declarado Arroyo a una emisora de radio un día después de participar en esa manifestación histórica, en la que unas 400.000 personas, según datos de la policía metropolitana, marcharon bajo la lluvia en homenaje a Nisman y en reclamo de "justicia".

Para Arroyo, Nisman no tenía motivo alguno para suicidarse. "Por su personalidad, porque entiendo que no tenía motivos. De ningún modo admito esa posibilidad (el suicidio) y mucho menos como se ha presentado, con un arma de por medio", ha subrayado la ex mujer del fiscal. Nisman apareció muerto con un disparo en la cabeza el pasado 18 de enero, cuatro días después de haber denunciado a la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, de haber encubierto a Irán en el atentado a la mutual judía AMIA en 1994.