Los códigos no escritos de la delincuencia organizada han sufrido violaciones sistemáticas de los miembros de las diferentes bandas criminales, y muestra de ello es la saña con la que operan sus brazos ejecutores.

La escalada de violencia que cada vez se recrudece más en todo el país, es un problema alarmante por sí solo, pero cada día empeora dado que una parte de la sociedad se está acostumbrando a ver estos hechos como algo normal.

Investigadores y estudiosos del fenómeno del narcotráfico de las universidades de Nuevo León y Jalisco, así como del Colegio de la Frontera Norte advierten que existe el riesgo de que esta problemática marque a las próximas generaciones, vean a la violencia como algo normal y sigan sus patrones, "ello daría como resultado una sociedad más descompuesta, alertan.

Salvador Hernández, sociológo investigador de la Universidad de Nuevo León, señala que en estados como Sinaloa, Tamaulipas, Guerrero, Michoacán, Nuevo León, Baja California y Chihuahua se registra lo que en términos militares se denomina una "guerra irregular" que provoca más de mil muertos por año.

"Es una lucha similar a la que se registró en la década de los setenta, cuando se combatió a la guerrilla urbana, pero ahora salen a relucir vehículos blindados, lanzagranadas y fusiles de alto poder".

Ante ello, señala, la sociedad mexicana vive una sensación de vulnerabilidad, generada por la percepción de que los cuerpos de seguridad del Estado están fracasando en combatir al crimen organizado, que para demostrar su poderío y la impunidad con que se conducen, cometen asesinatos cada vez con más saña.

Para Luis García, coordinador de la Facultad de Criminología de la Universidad Autónoma de Nuevo León, el hecho que ciertos grupos del narcotráfico estén cometiendo crímenes con saña, que llegan a los extremos de descuartizar, decapitar o calcinar a sus víctimas, es un reflejo del poder que han alcanzado.

Que muchas de las ejecuciones se realicen a plena luz del día y que se dejen las cabezas de sus víctimas en lugares públicos lleva el siguiente mensaje: "Aquí estoy y tengo el poder de crear un ambiente de miedo para que no se metan conmigo".

La participación social

José María Ramos García, investigador de El Colegio de la Frontera Norte, considera que la responsabilidad de solución no es exclusiva de las autoridades, y alerta que a la sociedad le toca participar desde el seno familiar, las escuelas y organismos civiles.

Ramos García, quien participa en la elaboración de un texto sobre las alternativas para prevenir y resolver la violencia desde una perspectiva integral, señala que una de las formas de atenuar el fenómeno es satisfacer las necesidades básicas de la población.

El director del Centro Binacional de Derechos Humanos en Tijuana, Víctor Clark Alfaro, advierte que lo más grave es que no hay visos de que se vayan a detener a corto plazo las ejecuciones, "y los más preocupante es que las autoridades argumentan que es un problema aislado, entre los narcotraficantes, y no repercute en la sociedad".

El investigador lamenta que mientras las autoridades mantienen una postura equivocada en torno al problema, la sociedad tampoco ha asumido un papel firme y han descuidado su responsabilidad de inculcar valores a los hijos, que por vivir en un contexto "donde hay demasiada tentación por el dinero fácil, es factible que se involucren en actividades ilícitas".

Ramos García explicó que una de las alternativas para disminuir la problemática es ampliar la participación de la sociedad.

Vicente Molina, investigador del Departamento de Psicología Aplicada de la Universidad de Guadalajara, asegura que la guerra entre los cárteles de la droga provocó una división entre la sociedad que vive con miedo, y la que se acostumbró a los ataques en sus entidades.

El especialista señaló que en la zona sur del país, principalmente en entidades como Guerrero, Tabasco y Michoacán, donde los enfrentamientos son constantes, los ciudadanos se adaptaron al medio.

"Las poblaciones que están bajo el bombardeo de ese tipo de violencia (enfrentamientos entre narcotraficantes) desarrolla mecanismos adaptativos, entre los cuales, destaca la desensiblización, la gente no los toma en serio, trata de vivir y llevar las cosas en paz, olvidarlo", explicó.

Del otro lado se encuentra la población que no esta acostumbrada a escuchar o ver en sus estados las luchas de poder entre narcos.

De acuerdo con el investigador, la sociedad mexicana se convirtió en rehén de los grupos delictivos que operan en todo el país y perdió la confianza en los cuerpos de seguridad ante los presuntos vínculos con grupos criminales.

Un estudio del Instituto Nacional de Psiquiatría sobre el impacto de la violencia, realizado en el 2001, reveló que los niños o jóvenes que presencian ataques sangrientos modifican su conducta al extremo de imitar lo vieron.