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31/03/2015 | Francia y el eterno retorno

Carmela Diaz

Con los socialistas franceses en horas bajas, el "frente republicano" de resistencia a la extrema derecha se rearma con el adversario número 1 del Frente Nacional. Sarkozy vuelve. Como todo en Francia.

 

Ya me lo avisó, nada más conocerle, el gran Enric González: podrás volver mil veces a París, siempre tendrás la sensación de que nada ha cambiado: los mismos edificios señoriales, los mismos árboles, los mismos restaurantes, los mismos atardeceres, incluso la impecable dama que te empuja en el metro es idéntica a la de hace una década. Se trata de una realidad encantadora para nostálgicos de los viejos y buenos tiempos de corresponsal con un cara b no tan encantadora. La inclinación nacional de resistencia a los cambios constituye uno de los factores que explica la lenta pero segura consolidación del Frente Nacional como el tercer partido de Francia.

La resistencia tiene su mejor exponente en el tiempo de permanencia en la brecha de los políticos franceses. Echen un vistazo a los diputados durante un pleno en la Asamblea Nacional: reconocerán caras que ustedes o sus padres tenían estampadas en los libros de textos o que aparecían en los telediarios cuando sólo existía una sola cadena en nuestro país. Los datos oficiales hablan: sólo 11 de los 577 parlamentarios que componen la Asamblea Nacional tienen entre 30 y 40 años.

Mismas caras, mismos partidos para un electorado que lleva décadas enviando señales de alerta en cada cita electoral. El voto al Frente Nacional viene de lejos. "Gran avance del Frente Nacional en los municipios franceses". El titular no es de hoy sino de hace ¡veinte años! (13 de junio de 1995). El voto de protesta persiste como también los problemas que lo alientan: un paro ascendente, la fractura social, un modelo de integración de intensidad variable y, más recientemente, el resurgimiento del terrorismo firmado, para más inri, por hijos de la República.

La realidad francesa es poliédrica y algunos de sus episodios no son ni siquiera imaginados por los ilustres moradores del Palais Bourbon, sede de la Asamblea Nacional. Cuando, tras los atentados de París el pasado mes de enero, decenas de escolares franceses se negaron a observar el minuto de silencio convocado en honor a las víctimas, muchos se echaron los manos a la cabeza.

Ahí tienen uno de los problemas de Francia que los partidos políticos no han sabido abordar: el resentimiento de una parte de sus jóvenes, hijos de inmigrantes, para quienes el ascensor social no ha funcionado. Y ese resentimiento ha echado raíces y producido frutos indigestos como niveles de inseguridad y violencia insoportables en muchos barrios de Francia. Los falsos predicadores han "rescatado" muchas almas perdidas reorientando ese resentimiento hacia la yihad como recurso liberador frente al Estado opresor.

Los franceses se encuentran frente a uno de los momentos más dolorosos de su historia porque los cimientos que han soportado a la nación durante década han comenzado a tambalearse: la libertad, atacada por el terrorismo; la igualdad, dañada por el desempleo; la fraternidad, puesta a prueba por los continuos ataques a lugares de culto judío y musulmán.

¿Dónde está la identidad nacional? ¿Dónde están las respuestas que buscan muchos franceses desde hace décadas? El avance del Frente Nacional en las elecciones departamentales responde a esta orfandad de respuestas entre los partidos tradicionales. El partido socialista, en el poder, es el más penalizado por este vacío. Los buenos resultados de la UMP, el partido de Nicolas Sarkozy pueden interpretarse como la determinación de un parte del electorado a, pese a todo, no echarse en brazos del Frente Nacional. Con los socialistas franceses en horas bajas, el "frente republicano" de resistencia a la extrema derecha se rearma en Francia con alguien que ya ha declarado su determinación a erigirse como el adversario número 1 del Frente Nacional. El hombre de la situación es...Nicolas Sarkozy. Sarkozy vuelve. Como todo en Francia.

El Mundo (España)

 



 
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