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06/04/2015 | 'Anticorrupción en India, ¿dígame?'

Victor M. Olazabal

La nueva línea telefónica impulsada por el gobierno de Nueva Delhi para atender demandas ciudadanas contra las corruptelas públicas ya está operativa.

 

Alguien ha llamado al 1031 y en alguna oficina de Nueva Delhi suena un teléfono.

- Anticorrupción, ¿dígame?

- Quiero denunciar un soborno.

La nueva línea telefónica impulsada por el Gobierno de la capital india para atender demandas ciudadanas contra las corruptelas públicas ya está operativa. "Nosotros hacemos lo que decimos, no nos gustan los eslóganes", dijo ayer el jefe de gobierno de Delhi, Arvind Kejriwal, en su lanzamiento, cuando se cumplían 50 días desde que el Partido Aam Aadmi (AAP) ganase las elecciones locales con una mayoría aplastante.

Al otro lado del teléfono, la voz de la administración es la de grupos de voluntarios que atienden miles de llamadas diarias, 24 horas al día, siete días a la semana. En inglés y en hindi. "Usted puede denunciar las peticiones de soborno de funcionarios públicos o puede informar de un caso de corrupción si ha grabado pruebas de audio o vídeo contra ese empleado", explicaba a la agencia local PTI uno de los voluntarios, que trabajarán bajo anonimato para no recibir atractivas ofertas a cambio de no hacer bien su trabajo.

Una vez documentada la denuncia, entra en una de estas dos categorías: grave o no grave. Un total de 48 horas después, un miembro del departamento de anticorrupción contacta con el demandante y recoge sus pruebas. Ahí empieza la investigación.

Según Kejriwal, nadie, ni siquiera él, estará a salvo de ser denunciado. "Tomaremos acciones contra nuestros ministros y nuestros parlamentarios si se descubre que fueron corruptos. Incluso el subjefe de gobierno, Manish Sisodia, y yo mismo seremos encarcelados si nos encuentran culpables de corrupción", afirmó el mandatario ayer en un discurso en el abarrotado estadio Talkatora frente a miembros de su gabinete, parlamentarios de la Asamblea de Delhi y seguidores de AAP.

10.000 llamadas al día

En realidad, el estreno de esta línea es un relanzamiento. Durante el breve gobierno que lideró AAP a finales de 2013 en la capital india, el cual duró 49 días, ya impulsó la misma medida. El éxito fue tal que en ese mes y medio recibió 100.000 llamadas, lo que hacía que muchos días la línea quedase colapsada. La mayoría de ciudadanos que llamaban lo hacían para quejarse de sobornos pedidos por policías.

El gobierno apenas podía ocuparse del 25% de las solicitudes porque no había suficientes operarios y líneas (algo paradójico en el país de los call center mundiales). La nueva 1031 es una versión mejorada -argumentan en el gobierno- que ahora podrá atender unas 10.000 llamadas por jornada, frente al millar diario anterior.

"El tema no es la línea telefónica ni el número de llamadas, es cómo se solucionan las denuncias. Ahí está el verdadero reto", afirma a este diario Ashutosh Kumar Mishra, director de Transparencia Internacional en India. "Éste es un buen paso, sin duda, pero no soy muy optimista porque los mecanismos para resolver esas denuncias no están claros. La implementación siempre ha sido el problema en India".

Además de lanzar la línea telefónica, el gobierno de Delhi ha aumentado los fondos del departamento anticorrupción de 80 millones de rupias (1,1 millón de euros) a 150 millones (2,1 millones de euros) y ha creado 40 equipos de investigación, según informaron los medios locales.

La esencia de los indignados indios

La lucha contra la corrupción es la esencia del AAP, el Partido del Hombre Común, y la base del discurso de su líder Kejriwal, un ex activista que durante 2011 encabezó junto a su colega Anna Hazare un movimiento de indignados similar al 15M español.

Dos años después de aquellas protestas Kejriwal, a medio camino entre activista y político, se hizo con el gobierno de la segunda ciudad más poblada del mundo. Logró 28 escaños en la Asamblea de Delhi que, con el apoyo del Partido del Congreso, le valieron para gobernar frente a los 32 asientos que obtuvo el BJP. Sin embargo, la victoria de los hombres comunes duró poco, pues Kejriwal dimitió a los 49 días al no poder sacar adelante una ley anticorrupción que había prometido en campaña. La ciudad quedó entonces bajo mandato presidencial.

La situación actual de AAP es bien distinta. En las últimas elecciones de febrero, y tras haber pedido perdón a la ciudadanía por haberla decepcionado, el partido de los indignados arrasó en las urnas y se hizo con 67 escaños -de 70 posibles-, dejando al BJP sólo con tres.

Desde entonces, este cruzado anticorrupción ha repetido una y otra vez su objetivo de limpiar Delhi de malas prácticas en los órganos públicos. Quiere que los habitantes de su cuidad se conviertan en "inspectores" y que graben videos, no como espectadores sino como denunciantes. "Si alguien le pide un soborno, no se lo niegue. Páguele la cantidad y también grabe la conversación o haga un video".

Un país de sobornos

La medida del gobierno de Delhi no es nueva en India. La organización Jannagraha en Bangalore, al sur del país, lanzó una iniciativa similar llamada 'I Paid a Bribe' (Yo Pagué un Soborno), con la que los ciudadanos, a través de internet, pueden publicar casos de soborno que hayan vivido. Después los miembros de ese colectivo le entregan la información a la administración para que investigue.

De acuerdo al Barómetro Global de la Corrupción de 2013, publicado por Transparencia Internacional, entre un 50% y un 75% de la población india admitió haber pagado sobornos ese año. Y es que en India es habitual el pago de pequeñas cantidades a policías de tráfico, técnicos e instaladores a domicilio, suministradores de gas, electricidad y agua, revisores de tren o registradores de propiedades. Negarse a hacerlo equivale a una larga espera o directamente a no recibir el servicio solicitado.

En un país donde la población siente que la corrupción está generalizada, Kejriwal se ha marcado un objetivo último para la capital cuanto menos ambicioso: "situar a Delhi entre las cinco principales ciudades del mundo libres de corrupción en cinco años".

El Mundo (España)

 



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