22/05/2015 | ¿Guerra mundial de divisas?
Ricardo Valenzuela
Ya frente al ocaso de la segunda guerra mundial, en 1944 se reunieron las potencias vencedoras en el hotel conocido como, Bretton Woods, New Hampshire, para establecer los cimientos del nuevo edificio financiero mundial.
Ahí mismo, de la
mente de Keynes, nacían el Fondo Monetario Internacional y el Banco mundial, y
se establecía el dólar como moneda de referencia, siempre que la FED sostuviera
el patrón oro cotizando el dólar a $35 la onza. Las economías del mundo
iniciaron un activo desarrollo bajo condiciones de estabilidad entre 1944 y
1971. En este período, EEUU se consolidó como la potencia mundial.
En el año de 1971, cortesía de Nixon, EEUU abandona el patrón oro y el valor
del dólar pasa a sostenerse exclusivamente en la confianza que le dan sus
poseedores. Se inicia la flotación de las monedas y el dinero fiduciario. Los
bancos centrales del mundo, ya sin el arnés de los acuerdos de Bretton Woods,
salivaban ante la oportunidad de control vía manipulación del valor de sus
monedas.
A partir de este evento, el mundo ha vivido bajo la tiranía de los bancos
centrales y, en especial, la del FED. Estas instituciones se convirtieron en
arma letal para guerras comerciales, políticas y, en especial, económicas que,
siguiendo la tradición keynesiana, ante economías enfermas, o, si tenemos
elecciones en puerta, se procede a imprimir dinero como remedio milagroso.
Ante una depresión iniciada hace casi 30 años, el Banco de Japón realizó una
sorpresiva maniobra al aumentar la dimensión del programa de flexibilización
cuantitativa que durante años ha llevando a cabo, es decir, incrementar la
cantidad de dinero que inyecta en su patuleca economía que no responde. Ello
provocó que la bolsa japonesa se elevara a la estratosfera y el yen se hundiera
en las profundidades devaluatorias. El yen ya había caído un 11% frente al
dólar y la noticia del Banco de Japón, ha provocado continúe desplomándose y la
economía no responde.
Lo que el Banco de Japón ha hecho, es declarar abiertamente una guerra de
divisas. ¿Por qué? Sus problemas económicos ha durado décadas y sus niveles de
deuda están fuera de los límites razonables. En tal situación, la impresión de
dinero parece la solución más fácil. Pero, como la historia nos ha demostrado,
esa estrategia siempre ha provocado arribar a objetivos totalmente contrarios a
los perseguidos.
El Banco de Japón asume una conducta tan irresponsable que, incluso, ha
superado la demencia de la Reserva Federal de EEUU en su desbocada carrera. Los
japoneses están destruyendo la credibilidad de su moneda en un desesperado
esfuerzo, estilo keynesiano, para impulsar el crecimiento económico a corto
plazo.
¿Por qué devaluar su moneda?
Hay muchas razones por lo que naciones miopes se aplican este harakiri. Piensan
que al devaluar se hace más fácil manipular sus pasivos. La deuda pública en
Japón alcanza ya el 250% del PIB y la deuda total, incluyendo la deuda
corporativa y privada, alcanza el 600% del PIB. Cuando se inundan los mercados
con emisiones irresponsables de dinero flotando sin control, afrontar esos
agobiantes niveles de deuda se vuelve, en su miopía, algo soportable.
En segundo lugar, esas mismas naciones devalúan sus monedas porque con ello
consiguen sus productos sean más baratos en el mercado mundial, sin entender
que, con ello limitan el poder de compra de sus ciudadanos afectando sus
niveles de vida. Es decir, "rebajando el precio" ayuda a vender
productos en los mercados mundiales, pero no a comprar a otros países lo que se
necesita y no se tiene en casa, o, es ridículamente caro. Adam Smith afirmaba
que, "la única razón para exportar, era tener suficientes divisas para
importar".
Pero este proceso perjudica a los exportadores de las otras naciones.
Lo que el Banco de Japón acaba de hacer, está teniendo graves consecuencias
para los fabricantes de automóviles de Corea del Sur. De inmediato en Seúl, las
acciones de los fabricantes de automóviles Hyundai Motor y Kia Motors se vieron
muy afectadas. Las compañías surcoreanas y japonesas compiten en los mismos
mercados mundiales, en particular en el de automóviles, electrónica, y lo que
para unos representa una ventaja, para los otros implica una injusta
desventaja.
Al estimular exportaciones mediante devaluaciones de moneda, afecta seriamente
la capacidad de competidores en otros países y, en última instancia, naciones
afectadas se ven obligadas también a devaluar (bajar precios) sus monedas,
intentando mantener su competitividad, provocando con ello un serio conflicto
económico internacional.
De esta forma se inician las “guerras de divisas”.
Las acciones japonesas subieron casi un 5% y alcanzaron su nivel máximo en
siete años. Los inversionistas de corto plazo aman la inyección de dinero,
también llamada flexibilización cuantitativa, y se han mostrado muy complacidos
por lo que el Banco de Japón ha decidido hacer. Su estrategia la definía mi
abuelo cuando afirmaba; "el que venga atrás que arree".
Algo parecido sucede en EEUU mediante las diferentes rondas de flexibilización
cuantitativa de la Reserva Federal. Pero a pesar de la euforia que viven los
mercados, la realidad es que toda esta impresión de dinero ha hecho muy poco
por la economía real y, por el contrario, el problema se está endosando a las
generaciones futuras.
A pesar de las porras a la política económica del primer ministro japonés,
Shinzo Abe, conocida como Abenomics, el PIB real de Japón se ubica en un nivel
más bajo de lo que reportaba a principios de 2013, mientras que sus cuentas
comerciales han continuado deteriorándose y los salarios reales han empezado a
caer bruscamente.
Si esta política ha fracasado ¿imprimir aún más dinero va a producir resultados
diferentes? Pero además, hay informes de que el Banco Central Europeo se
prepara para hacer algo similar y, para no quedarse atrás, regresar a la
flexibilización cuantitativa, sobre todo ahora que deba lidiar con la quiebra
de Grecia y otros en la lista de espera.
Aparentemente los bancos centrales en todo el mundo están cada vez más
desesperados buscando soluciones y la tentación de imprimir más dinero, es
extremadamente seductora como irresponsable. Es como la cerveza que, muy
temprano, se le da al crudo para despojarlo de ese horrible malestar pero,
tarde o temprano deberá abandonar ese artificial estado y, luego de temblar un
buen rato, regresar a la sanidad.
El temor de economistas liberales y solo "unos cuantos" políticos
responsables, es que estas acciones representen un "llamado a las
armas" que pueda desembocar en una verdadera guerra, no solo económica,
sino en una guerra real como ya amenaza Putin, quien culpa a EEUU y estos
acontecimientos por los deprimidos precios del petróleo.
El mundo ya vivió una guerra comercial y de divisas en la década de 1930 y
sabemos lo que sucedió. Ahora ¿quienes serán los ganadores y perdedores en un
espeluznante conflicto como este? Habrá muchos perdedores y un solo ganador,
los especuladores de monedas estilo George Soros, que ya se frotan las manos.
Fundación Atlas 1853 (Argentina)
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