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12/06/2015 | Grietas turcas

Río Negro Staff

La Argentina no es el único país en que los partidarios de agrupaciones coyunturalmente mayoritarias, lideradas por caudillos considerados carismáticos por sus simpatizantes, suelen soñar con eternizarse en el poder porque, dicen los propagandistas gubernamentales, el "proyecto" que representan es tan ambicioso que, para concretarlo, necesitarían gobernar durante varias décadas.

 

Otro es Turquía, donde el islamista Recep Tayyip Erdogan quiere reformar la Constitución para instalar un sistema presidencialista más autocrático. Sin embargo, en las elecciones parlamentarias del domingo pasado la mayoría decidió que el poder que tenía ya era más que suficiente, frenando así un proceso que ha motivado alarma entre los turcos laicos, que sospechan que lo que tiene en mente Erdogan es transformar Turquía en un país netamente islamista. Aunque el Partido de Justicia y Desarrollo (AKP, por su siglas en turco) oficialista consiguió más votos, el 40,8%, que cualquier otro partido, para formar un gobierno necesitaría contar con la ayuda de por lo menos una agrupación opositora, lo que en vista del clima imperante no le sería fácil. Puesto que en las elecciones del 2011 el AKP de Erdogan había obtenido el 49,8% de los votos, acaba de sufrir un revés muy ingrato. Para que resulte ser aún más doloroso, un partido kurdo, con la ayuda de turcos asustados por el autoritarismo y arbitrariedad de los islamistas, logró el 13,1% de los votos y por lo tanto ocupará escaños en el Parlamento. Parecería que el retroceso experimentado por el AKP es consecuencia de la ralentización de la economía, que ha dejado de crecer al ritmo frenético de otros tiempos, y también de la corrupción notoria de un gobierno cuyo jefe, Erdogan, gastó miles de millones de dólares en un nuevo palacio presidencial de mil habitaciones que es más grande que Versalles.

Mal que les pese a los nacionalistas, Turquía sigue siendo un país multiétnico en el que la minoría kurda, aproximadamente el 20% –tal vez más, ya que las estadísticas pertinentes distan de ser confiables– de la población, está creciendo con rapidez. Los intentos de reprimir a los kurdos, nombrándolos "turcos de las montañas" y negándoles el derecho a usar su propio idioma con la esperanza de privarlos de su identidad, se habían atenuado debido a las presiones europeas, pero últimamente la resistencia del régimen de Erdogan a ayudarlos en su lucha contra los fanáticos sanguinarios del autodenominado Estado Islámico ha motivado mucha indignación. Aunque los kurdos son por lo común musulmanes que se aferran a costumbres tradicionales, sus dirigentes, en armonía con los líderes del ya autónomo Kurdistán iraquí, han adoptado actitudes que son llamativamente progresistas, oponiéndose a los esfuerzos del gobierno actual por marginar a las mujeres de la vida pública y perseguir a los homosexuales, lo que les ha asegurado el respaldo de sectores importantes en los países occidentales.

Además de la grieta étnica, hay otra cultural. Lo mismo que en Francia, en Turquía los partidarios del laicismo están luchando contra los comprometidos con movimientos netamente religiosos, de los que el principal, huelga decirlo, es el encabezado por el presidente Erdogan, que luego de alcanzar el poder como primer ministro en el 2003 se puso a desmantelar las barreras institucionales construidas por Kemal Atatürk con el propósito de reducir, y andando el tiempo eliminar, la influencia del islam, ya que a su entender era un culto retardatario que sólo servía para impedir el progreso económico y social. Incluso los contrarios al autoritarismo laico, que fue defendido durante décadas por el ejército, han visto con temor el avance constante del islamismo politizado. En opinión de los preocupados, plantea el riesgo de que el piadoso campesinado rural se imponga definitivamente a los habitantes de ciudades modernas como Estambul que comparten mucho más con los europeos que con sus vecinos musulmanes y que quisieran que Turquía terminara integrándose a la Unión Europea. Si bien están celebrándose negociaciones en tal sentido, es escasa la posibilidad de que lo permitan los alemanes y franceses, para no hablar de los griegos y chipriotas; aunque se resisten a decirlo con franqueza, no tienen ningún deseo de sumar un país de 80 millones de musulmanes a la UE.

Río Negro (Argentina)

 



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