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17/06/2015 | ¿Hacia una nueva guerra fría?

Mariano Aguirre

Las relaciones entre Moscú y Washington han empeorado en las últimas dos décadas

 

La noticia sobre el posible estacionamiento de armamento pesado estadounidense en los estados bálticos, Polonia y otros países del Este europeo y la respuesta de Rusia amenazando con rearme y misiles que podrían llegar a Estados Unidos, aumenta la tensión entre Moscú y Washington y resitúa a Europa como potencial campo de batalla entre grandes potencias. La información en el New York Times ha coincidido con el fin del viaje a Berlín, Varsovia y Tallin del casi seguro candidato republicano a la presidencia Jeb Bush, quien usó la ocasión para criticar al presidente Vladimir Putin por la ocupación de Crimea y el apoyo al secesionismo en Ucrania. Los Bálticos y Polonia temen los movimientos agresivos de Rusia.

El plan preparado por el Pentágono, fruto de una campaña de presión de parte del Congreso, miembros de las fuerzas armadas, la industria militar y sectores mediáticos, tiene que ser aprobado por el secretario de Defensa Ashton Carter y el presidente Barak Obama. La secretaria de defensa para la fuerza aérea de Estados Unidos, Deborah Lee James, anunció ayer en París que Washington también considera despliegues de sofisticados cazabombarderos F-22 Raptors para contrarrestar la "amenaza" proveniente de Rusia.

El despliegue iría en contra de la promesa de Washington y la OTAN de no situar armamento en los antiguos países del extinguido Pacto de Varsovia.

Las relaciones entre Moscú y Washington, y por extensión con Europa, han empeorado en las últimas dos décadas. Desde los años 90 Rusia se ha quejado de la expansión de la OTAN hacia sus fronteras, el apoyo de Washington a grupos anti-rusos en Ucrania y Georgia, y el rechazo occidental a prestar atención a las percepciones de aislamiento que Rusia tiene desde los tiempos soviéticos.

A partir de 2009 Estados Unidos solicitó a Moscú, en diferentes momentos, apoyo para imponer sanciones más duras a Irán por su programa nuclear, autorizar el uso de la fuerza de la OTAN en Libia, y permitir el abastecimiento de armas y provisiones a las fuerzas de la OTAN en Afganistán a través del territorio ruso. Moscú aceptó pero solicitó que Washington congelara los procesos de integración de nuevos países de Europa oriental en la Alianza Atlántica, cesara el apoyo a grupos de derechos humanos en Rusia, y negociar el sistema anti-misiles que se está instalando en Europa.

Washington no cedió en ninguno de los tres temas. Según Stephen Cohen, experto sobre Rusia en las Universidades de New York y Princeton, esto agravó las tendencias nacionalistas anti-occidentales en Rusia, favoreció a los sectores más conservadores y anti-democráticos, y potenció la búsqueda de alianzas con China y las potencias emergentes. Cohen, una voz heterodoxa, considera que el gobierno de Obama debería garantizar a Moscú que la ampliación de la Alianza Atlántica tiene límites.

Los sectores conservadores en Estados Unidos consideran que el gobierno de Obama debería adoptar políticas más fuertes ante las políticas de Rusia en Crimea y Ucrania, y la represión interna a organizaciones no gubernamentales, prensa y oposición. Ven también con preocupación una creciente alianza de China y Rusia. Moscú y Beijing acaban de firmar 32 nuevos acuerdos de cooperación.

Una fuente de discordia entre Estados Unidos y Rusia es Siria. Moscú ha vetado todas las condenas al régimen de Bashar Asad en el Consejo de Seguridad porque no quiere colaborar con ninguna operación diplomática que pueda llevar a un cambio de régimen que genere caos, como ocurre en Libia. En 2011 Rusia votó en favor de una operación para proteger civiles pero que terminó provocando la caída de Muamar Gadafi. Segundo, teme que Siria se transforme en una base para grupos jihadistas que se conecten con sectores radicales de la población musulmana rusa y especialmente en Chechenia. Para Moscú, la guerra en Siria es una confrontación entre Irán (aliado de Rusia) y Arabia Saudí, país que apoya a grupos radicales islamistas.

Si Obama aprueba este rearme legitimaría otras acciones agresivas de Rusia y se generarán tensiones con algunos aliados europeos. Alemania y Francia consideran que hay grandes intereses en juego, que no hay opciones militares en la relación con Rusia, y tratan de manejarse con presión y diálogo. Con lenguaje de la Guerra Fría el gobierno ruso ha denunciado la "provocación de la OTAN", y anunció que respondería con rearme desde su lado. A la vez, el presidente Putin indicó que pronto la fuerza nuclear de Rusia tendrá más de 40 misiles intercontinentales.

Mariano Aguirre dirige el Centro Noruego de Construcción de la Paz (NOREF)

El Mundo (España)

 



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