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12/07/2015 | Africa - 'Matábamos como hombres'

Alberto Rojas

Niños soldado desmovilizados cuentan las atrocidades que perpetraron durante la actual guerra civil en República Centroáfricana. Hoy intentan rehacer sus vidas gracias a un proyecto pionero de formación profesional de Unicef.

 

El 14 de mayo de 2015 el servicio de teletipos escupió, como es habitual, cientos de titulares a la prensa internacional. A las 16:48 de la tarde se publicó esto: "Más de 350 niños soldado, liberados en República Centroafricana". A este lado del mundo, estos tres párrafos no ofrecían muchos más datos. Que Unicef había mediado con 10 grupos armados para desmovilizarlos, pero ni un nombre ni una historia. ¿Quiénes son esos niños? ¿Qué vida llevan ahora? ¿Qué pasará con ellos? ¿Qué hicieron durante los dos años de guerra? Nada de eso aparece en el texto.

Para saber qué hay detrás de esa cifra hay que recorrer los 4.586 kilómetros entre Madrid y Bangui, una de las capitales más aisladas, subdesarrolladas y desabastecidas de África. Y hay que sumar otros cinco kilómetros hacia las afueras, donde ese número, el del teletipo, comienza a hacerse carne. Dejando atrás la prisión central, donde están recluidos algunos de los asesinos de la guerra civil que aún persiste, se llega hasta un barrio cristiano en el que unos chicos excavan un pozo en una superficie de barro.

Son ocho adolescentes pertenecientes a esos grupos armados que decidieron rehacer su vida. "Por desgracia hemos visto cosas que ninguno de nosotros debería haber visto jamás", dice Emmanuel (todos sus nombres reales están cambiados en este reportaje para preservar su anonimato).

Lo único que tiene de adulto su caparazón adolescente es un par de manos nudosas y curtidas, como el cáñamo viejo. Manos que han empuñado armas de fuego o cuchillos. "Yo tenía un rifle artesanal. Y lo usé", dice Pierre. "A mí me ofrecieron un machete", asegura Louis. "A los grandes les daban un AK47. Los cuchillos eran para los más pequeños", matiza este chico de 16 años.

- ¿Había niños más jóvenes que vosotros en la milicia, Pierre?

- Sí, había niños de 10, 11 y 12 años. Obedecían órdenes y mataban como los hombres.

- ¿Qué sentías viendo combatir a estos menores?

- Me impactó mucho. Eran muy muy pequeños. Creo que eso me ha traumatizado. No tienen edad para hacer esas cosas. Yo pensé que aquellos niños tenían que estar en el colegio. Representan el futuro de mi país y estaban matando. Es terrible.

Hubo un día, el 5 de septiembre de 2013, en el que las calles de Bangui se convirtieron en una carnicería. Murieron 3.000 personas en 24 horas, tantas como soldados estadounidenses en las arenas de la playa de Omaha el primer día del desembarco de Normandía. Las calles de la capital centroafricana se llenaron de cuerpos, algunos completos, otros tajados en trozos, la mayoría en la Avenue de France, la frontera entre los barrios musulmanes y cristianos.

La situación, de pregenocidio, alertó a la ex metrópoli, Francia, que envió cientos de soldados. Después llegaron tropas de Congo, Ruanda, Burundi, Chad... Barrios enteros quedaron calcinados, los pozos contaminados porque tiraron a los muertos dentro, cientos de miles de desplazados internos... Aquellas huestes de niños soldado se hicieron los amos de la calle.

Por su apariencia infantil, nadie podría pensar que formaban parte de un grupo salvaje, pero lo hicieron. Hoy sus compañeros aún dominan ciertos barrios donde los kalashnikovs cuelgan de los mercados a 10 dólares como si fueran chorizos.

Aquella jornada sangrienta, después de que los Seleka mataran a sus dos hermanos, Pierre entró en la milicia cristiana: "Era tal la rabia que tenía que no dudé en unirme a ellos para vengarme", afirma convencido.

- ¿Te arrepientes ahora de lo que hiciste en la milicia?

Pierre se lo piensa unos segundos escondido bajo la leyenda "chico malo" de su gorra.

- No. Ya es tarde para arrepentirse. Tenía que hacer algo en aquel momento y lo hice. Si ellos no hubieran matado a gente de mi familia nada de esto hubiera pasado.

En el caso de República Centroafricana, todos estos niños participaron, por voluntad propia o por la fuerza en las milicias musulmanas Seleka o en las cristianas de los Antibalaka (literalmente, los inmunes a las balas del AK). En el grupo que tenemos delante, la mayoría pertenecen a estos últimos.

- ¿Cómo os enfrentabais vosotros al enemigo?

- Hacíamos lo que nos decía el jefe. Si el jefe ordenaba atacar, pues atacábamos.

Aunque no lo parezca, están recibiendo una clase de formación profesional. Cuatro hombres con monos azules de Unicef están enseñándoles a excavar un pozo. Son todos orientales, de Laos, y verles en el África negra es algo así como encontrar a un esquimal en el Sáhara. "Es un proyecto piloto que salió muy bien en Laos. Estos hombres compran, por poco dinero y en el mercado local, materiales para hacer un pozo. Y les enseñan su técnica", dice Eduardo García Rolland, trabajador de Unicef y responsable de un ambicioso programa para acabar con la recluta de niños soldado en ejércitos regulares de todo el mundo. Hace el gesto de contar con los dedos: "Aún quedan siete países que siguen usando a menores en sus fuerzas de seguridad: Congo, Sudán, Sudán del Sur, Somalia, Afganistán, Birmania y Yemen".

Robert, que lleva una camiseta raída con la S de Superman, está orgulloso de esta formación profesional acelerada, porque es la única salida que ve a un futuro incierto. "Estamos en la última fase del proceso. Ahora sabemos cómo hacer pozos por menos de 300 dólares, con materiales baratos. Estamos constituyendo una empresa y pronto empezaremos a trabajar y a ganar dinero". Quizá sea la primera gran noticia desde que murieron sus padres durante la guerra: "Estamos muy motivados con esto. No es fácil encontrar un empleo y sin empleo lo más fácil es volver a caer en un grupo armado".

"Los niños no son máquinas", dice García Rolland. "Unos volverán a su vida e integrarán estas experiencias de muerte con su existencia cotidiana. Otros no podrán hacerlo". Durante la guerra civil se han producido todo tipo de abusos hacia los menores "de manera directa e indirecta. Muchas escuelas han sido atacadas. Y hay que diferenciar entre niños perpetradores y niños que han sufrido la violencia. Algunos han matado o violado. Otros se han convertido en esclavos sexuales, cocineros, informadores, limpiadores...".

Protegidos de la lluvia tropical bajo la techumbre de una escuela, los chicos se divierten viendo sus fotos en la pantalla de la cámara. Uno de ellos permanece al margen. Él mismo elige el nombre con el que quiere aparecer en este reportaje: Anicet. "Este es un proceso muy duro", dice. "Nosotros hemos sufrido en nuestro cuerpo lo que ha sufrido todo el país".

- ¿Qué le dirías si pudieras a otros niños soldado?

- Yo no me siento preparado para decirle a otros que dejen las armas. Cuando abandonas una milicia lo haces por tu propia conciencia. Es lo que me pasó a mí. Llega un momento en el que sabes que tienes que parar. Cuando matas nunca lo olvidas.

El Mundo (España)

 



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