Manuel Collazos, 27, supervisor de APM Terminals en el puerto del Callao, asesinado tras descubrimiento de contenedores preñados de cocaína.
Apareció
a la hora prevista, siete y media de la mañana, listo para subir al taxi que lo
llevaría al trabajo. El hombre que lo esperaba se acercó a él con el rostro
descubierto, apretó tres veces el gatillo y corrió hacia la esquina para
abordar la moto lineal que lo llevaría a la clandestinidad. Quienes escucharon
los disparos creyeron que se trataba de un accidente, pero cuando salieron a la
calle encontraron a Juan Manuel Collazos Valderrama (27), supervisor de
planeamiento en APM Terminals, tendido sobre el pavimento con tres balas en el
cuerpo. Poco después, en la clínica Stella Maris, la víctima falleció.
El
homicidio cometido el miércoles 15 por sicarios en Pueblo Libre se suma a los
otros tres asesinatos perpetrados contra trabajadores del primer puerto este
2015. Desde el 2014 hasta la fecha la Policía ha registrado más de 20
atentados.
Una
fuente del entorno de Collazos contó a CARETAS que ingresó a trabajar en APM
Terminals en el 2011. Como supervisor de planeamiento se encargaba de elaborar
con una computadora la distribución de los contenedores en un plano de acuerdo
al espacio disponible en los buques.
“Dentro
de su trabajo no estaba ver en físico los contenedores o caminar por los patios
para ver la carga. Su trabajo ha sido administrativo, de oficina. Solo en
ocasiones excepcionales bajaba para hablar con los capitanes del buque para
explicar detalles sobre los planos”, explica.
Obtuvo
reconocimientos de la empresa y recientemente fue recomendado para ascender
como jefe de operaciones y se preparaba para estudiar una maestría en agosto.
“El puesto de supervisor está dos escalafones debajo de los directores de la
empresa. Tenía personal a su cargo y puestos jerárquicamente inferiores”,
agrega.
Hasta
hoy, los asesinatos eran recurrentes entre estibadores y no en cargos de mayor
nivel. APM Terminals lamentó el homicidio y se comprometió a colaborar con las
pesquisas policiales, que tendrán en las cámaras de seguridad de la zona la
llave para dar con la identidad de los homicidas.
En
mayo, el sindicato de estibadores se declaró en huelga y amenazó al personal
administrativo de APM con coronas fúnebres. Se oponían a que el nombramiento de
los estibadores esté a cargo de un software implementado por la empresa y no
del gremio. La medida permitía controlar a los estibadores vinculados al
narcotráfico.
Según
la misma fuente, Collazos no participó en las negociaciones para frenar la
huelga. Tampoco recibió amenazas. “Si hubiera tenido temor habría renunciado.
Tal vez con su forma correcta de actuar entorpeció a otros que actuaban mal”,
explica.
La PNP
maneja la hipótesis de que Collazos habría denunciado ante las autoridades
portuarias a las mafias de la droga. El miércoles 8 la DIRANDRO incautó en el
muelle norte, operado por APM, 190 kilos de droga en un contenedor que iba a
ser enviado a España. Un paquete enviado a Europa puede costar US$ 50 mil.
El
puerto chalaco es una de las principales puertas de salida de la cocaína en el
país. O si no que lo diga Gerald Oropeza, cuyo socio, Luis Espinoza Oroche (a) Cachito, capturado
en mayo, era el amo y señor de los envíos de coca en el Callao. Diariamente
salen 5,500 contenedores, pero la Policía solo puede fiscalizar el 30% y tiene
dificultades para entrar al puerto.
Las
facultades otorgadas al Ejecutivo, según el ministro del Interior, José Luis
Pérez Guadalupe, apuntan a que la Policía tenga más facilidades para intervenir
los envíos de droga. “También caben otras normas, como es el caso de la ley de
estibadores. No es posible que en el caso de APM Terminals 665 estibadores
pongan en jaque todas las exportaciones del país”, declaró en junio.
Caen
las exportaciones pero la coca peruana sigue navegando por los océanos del
mundo.