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04/08/2015 | Antisemitismo, luces y sombras

Dina Siegel Vann

Una preocupación para toda sociedad que valora y practica una cultura de respeto a los derechos humanos

 

Como si el renacimiento milagroso de la comunidad judía de Berlín, pujante hoy después de los esfuerzos de destrucción masiva del régimen nazi, no fuera testimonio lo suficientemente elocuente de cómo se puede pasar del genocidio a la reconciliación, hace unos días dicha ciudad fue sede de los Juegos Olímpicos Macabeos. Por primera vez en la historia en Berlín, 2300 atletas de 36 países participaron allí en las competencias de las olimpiadas judías, fundadas en 1929.

La antorcha para dar inicio a este encuentro de deportistas judíos de todo el mundo transitó durante 18 días desde Israel hasta llegar precisamente a las instalaciones olímpicas construidas por los nazis en 1936. La trascendencia de ese hecho no podría ser más elocuente. No es coincidencia que el 18 significa vida en la numerología judía. Antes del Holocausto había 565,000 judíos en el país y solo 37,000 en 1950. Hoy en día 137,000 radican en Alemania, muchos de ellos provenientes de la ex Unión Soviética. Alemania, además, se ha convertido en uno de los aliados y socios más cercanos y confiables de Israel.

Este acontecimiento, mucho más profundo que lo deportivo, ha sido un remanso en una historia milenaria nutrida de luces y sombras, no solo en dicha nación sino en Europa en su conjunto. El resurgimiento del antisemitismo en el continente se ha cernido de nueva cuenta como un peligro inminente, no solo para la vida judía europea sino para las sociedades a las que pertenecen, las cuales se precian de valorar y practicar la democracia así como una cultura de respeto a los derechos humanos.

Por ejemplo, en el mismo Berlín el año pasado se contabilizaron 192 actos criminales de antisemitismo de acuerdo a las autoridades. La oficina del American Jewish Committee (AJC) en Berlín confirmó 15 actos adicionales de violencia y 70 de vandalismo. De hecho los participantes en los juegos macabeos experimentaron insultos y amenazas desde la extrema derecha, la izquierda radical o en voz de musulmanes locales, situación que se mimetiza en muchos otros países como Francia que ha visto un incremento dramático en los niveles de antisemitismo. En efecto, en los últimos 14 meses, terroristas asesinaron judíos en dicho país así como en Bélgica y Dinamarca.

Al mismo tiempo que expresiones de la patología social del antisemitismo se manifiestan con toda su fuerza en diversas naciones europeas, España y Portugal han dado ejemplos palpables de contrición histórica. Después de 500 años de expulsión de tierras ibéricas, descendientes de judíos sefardíes tienen la posibilidad de postularse para la nacionalidad española y portuguesa, recuperando elementos adicionales de su identidad que permanecieron latentes desde 1492. En los últimos meses, además, el Código Penal español ha sido reformado para criminalizar con contundencia toda forma de antisemitismo.

No se puede dejar de comparar y contrastar esta situación de logros y retrocesos con lo que acontece en nuestra América Latina, región en la que el antisemitismo no tiene el arraigo profundo de Europa y en donde los encuentros con lo judío, mayoritariamente, ha sido más bien afortunado. En efecto, casi todas las naciones latinoamericanas viven en democracia y se reconocen como abiertas y plurales. Muchos países, como México, Colombia y Brasil, han adoptado legislación anti-discriminatoria de vanguardia que criminaliza la retórica del odio y la violencia contra las minorías y que incluye explícitamente el término “antisemitismo”, mismo que ha pasado a ser castigado por la ley.

Como en otras partes del mundo, la mayoría de las expresiones y episodios anti judíos derivan hoy por hoy del conflicto de Medio Oriente y son capitalizados por la derecha e izquierda radicales que pretenden deslegitimar a Israel. O, en el caso de Chile y otros, provienen de la confrontación estéril por parte de sectores de la comunidad palestina local contra su par judía que, a la larga, causan fracturas sociales que deberían de preocupar a todos.

Lamentablemente, tanto en Venezuela como en Argentina el antisemitismo continúa siendo utilizado como instrumento político para cuestionar y desacreditar a opositores y críticos, avanzando con el objetivo de ambos oficialismos de acumular poder. Algunos medios y sectores oficiales en Venezuela han recibido el guiño presidencial desde la época de Chávez, reproduciendo prejuicios y teorías conspirativas que nos remiten a los libelos antisemitas de los Protocolos de los Sabios de Sion. En Argentina, por su parte, desde las más altas esferas del Estado se hacen alusiones dañinas, con claras connotaciones anti judías que van desde la usura a la doble lealtad.

A diferencia de Europa, manifestaciones de violencia física contra individuos e instituciones son una excepción más que la regla. En Caracas, sin embargo, en varias ocasiones sinagogas e instalaciones comunitarias han sido ultrajadas y allanadas. Y el ataque terrorista por parte de Hezbollah con el apoyo de Irán contra el edificio de AMIA en Buenos Aires, resultando en 85 muertos y 300 heridos, permanece 21 años más tarde sin resolver, asignatura pendiente y urgente.

Luces y sombras de la compleja realidad latinoamericana.

Dina Siegel Vann es Directora del Arthur and Rochelle Belfer Institute for Latino and Latin American Affairs del American Jewish Committee en Washington DC. Twitter @AJCLatino

El Pais (Es) (España)

 



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