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15/08/2015 | Argentina - Inundaciones

Eduardo Amadeo

Argentina es un país que maltrata a su territorio y a su gente.

 

Me cuesta decidir cuál mito griego representa mejor el drama argentino de la eterna repetición de sus crisis. Si el de Sísifo, forzado a subir perpetuamente una piedra por una pendiente que termina rodando hacia abajo al llegar a la cima, o el de Prometeo, condenado a que sus entrañas fueran devoradas en la noche por un águila, para verlas crecer durante el dia y volver a ser devoradas por la noche.

Ambos mitos, desde diferentes perspectivas, muestran la angustia de la eterna reproducción de las frustraciones. Sísifo no aprende y debe repetir su imposible misión una y otra vez. Prometeo cree que cada vez será la última, para vivir o para morir, pero no puede frenar su agonía. Las inundaciones que azotan a la pampa húmeda son una metáfora de estos mitos. Muestran hasta qué punto una dirigencia política puede condenar a su gente al sufrimiento recurrente por el vicio de pensar mas en el eterno presente que en el futuro.

Las inundaciones que hace 50 años eran llamadas "centenarias", hoy se repiten cada cinco años; y los niveles y daños son cada vez peores. Y se repite el mismo folklore: agresión a la pobreza, bronca social, solidaridad enorme, explicaciones vacías, promesas de proyectos que nunca siquiera se licitan. Todo hasta la próxima inundación.

Con la excusa hídrica también se inventan métodos diversos de exacción fiscal, que terminan siendo usados con objetivos de clientelismo político. Basta para ello ver los criterios de asignación de recursos provenientes de estos Fondos durante la última década.

Por donde se le mire, Argentina es un país que maltrata a su territorio y a su gente, tal vez con la fantasía de la riqueza eterna. No hay ni se ejecuta ningún master plan de ordenamiento territorial e hídrico. Tenemos los menores niveles de tratamiento de efluentes (24%) del mundo para países de desarrollo comparable. Entre 2001 y 2010 migraron al Conurbano bonaerense 1.1 millones de personas sin ningún planeamiento, desbordando los ya escasos servicios básicos y agregando nuevos traumas sociales a los ya existentes.

El calentamiento global brinda una nueva excusa para la falta de planeamiento, tratando de demostrar que la planificación y el compromiso técnico y político nada pueden hacer frente a la adversidad. Pero cuando, como hoy sucede, no existe ningún sistema de alerta nacional sobre fenómenos hídricos que permitan prever y actuar, el fenómeno se vuelve ingobernable. La situación actual no fue un problema puntual, sino el resultado de una temporada de lluvias excesivas, por lo que podría haberse avisado a la población y evitar mucho sufrimiento.

Un sistema es la base de una respuesta colectiva. Cuando ese sistema no existe, todo queda librado a la acción individual, en la que siempre pierden los mas pobres, quienes tienen menos recursos para defenderse. La vida es entonces un encadenamiento de emergencias. Otra vez, el futuro no existe siquiera para alertar sobre sus consecuencias.

Todos estos vicios, se han profundizado ad infinitum en la última década por dos razones. La primera , porque ha desaparecido absolutamente el concepto de planificación. Basta ver el desfasaje entre demanda y oferta de energía, transporte y comunicaciones, que la economía ha pagado en eficiencia y enorme costo financiero.

Esa carencia de objetivos de largo plazo, y las reticencias ideológicas, han limitado también el acceso a los bancos multilaterales de crédito, fuente ideal para encarar estas obras, distribuyendo racionalmente su costo entre generaciones.

Pero a ello hay que agregarle el tema de la asignación de recursos. El gobierno ha funcionado sobre el supuesto de los recursos ilimitados, asumiendo compromisos que han superado en mucho su capacidad de recaudación. Ello no hubiese sido cuestionable si el esfuerzo se hubiese dirigido a financiar inversiones que cambiasen las tendencias que han limitado nuestro desarrollo en el largo plazo.

Pero además de la falta de estrategia, muchísimos recursos se han gastado con una perspectiva que puede —mínimamente— calificarse de frívola en términos de impacto social. Con una fracción de los subsidios que han recibido las clases medias y altas; se podrían haber financiado las obras necesarias.

El sinsentido y la falta de empatía se hacen más evidentes con el inoportuno viaje del Gobernador Scioli, candidato a presidente, a Italia. De las muchas críticas posibles, una no menor es la que se refiere a la falta de información: ¿el sistema de control hídrico provincial no estaba en condiciones de advertir al Gobernador sobre la gravedad real de la situación? En términos éticos, es mucho menos grave no haber advertido a la máxima autoridad para que no cometiese semejante error político, que no haber avisado a miles de ciudadanos para evitar el drama que están viviendo. La falta de gestión muestra así la verdadera cara insensible de la política, que intenta taparse con simbología partidaria.

Como los mitos citados al principio, Argentina podrá seguir indefinidamente sometida al castigo de no saber como construir su futuro. Pero los ciclos climáticos son cada vez más intensos, sus costos aumentan y —ojalá— algún día termine la paciencia y el futuro pase a ser un componente del presente.

Eduardo Amadeo es candidato a diputado nacional por la Provincia de Buenos Aires, PRO. Twitter @eduardoamadeo

El Pais (Es) (España)

 



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