El bipartidismo apenas está en la cresta de la ola en Europa… con la excepción de Portugal. Quedan menos de dos semanas para las elecciones legislativas del 4 de octubre y las espadas están en alto entre la coalición gubernamental de centro-derecha y los socialistas.

La última encuesta oficial, publicada el pasado 8 de septiembre, arrojaba una ligera ventaja de la suma entre el Partido Social Demócrata y el CDS-PP (Centro Democrático Social-Partido Popular). O sea, el «matrimonio» político formado por Pedro Passos Coelho y Paulo Portas.

Su opción, basada en la eficacia frente a la presión de la «troika», ha recuperado posiciones a marchas forzadas en los dos últimos meses, pues el Partido Socialista parecía haberse afianzado como favorito de los sufridos ciudadanos, hartos de tantos recortes y de una evidente pérdida de su poder adquisitivo.

A una larga distancia, figura el Bloco de Esquerda, que intenta hacer ruido con su portavoz Catarina Martins, incapaz de acorralar a António Costa, del PS, en su flanco más izquierdista.

Hace solo unos días que Pablo Iglesias llegó a pedir el voto para esta formación en un vídeo que circula por internet, pero lo cierto es que la estrategia mediática de Podemos ha germinado de manera más palpable en Agir, la plataforma que cuenta con la excéntrica Joana Amaral Dias al frente.

Esta mujer, que se encuentra en pleno embarazo, ha irrumpido como elefante en cacharrería gracias a unas fotografías en las que se la ve desnuda y embarazada en las portadas de sendas revistas femeninas lusas. Incluso se ha descolgado con la frase: «El cuerpo es un instrumento político».

Pero ni por esas. Una de las claves reside en que ningún grupo empresarial de medios de comunicación da cobertura a los nuevos fenómenos. El binomio Podemos-La Sexta, que ha dado un vuelco al panorama político en España, resulta impensable en Portugal.

Además, la reforma de la ley de debates electorales impide que aparezcan en la pequeña pantalla los políticos que aún no tienen representación parlamentaria.

Total, los portugueses tendrán que decidirse entre el «déjà vu» de Passos Coelho, arropado por el no menos extravagante Paulo Portas, y este António Costa que no logra zafarse del fantasma de José Sócrates. Mucho menos ahora que ha salido de la prisión preventiva y permanece vigilado en el domicilio de su ex mujer, Sofia Fava.