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25/09/2015 | EE.UU.-Unión Europea: nueva arquitectura del comercio internacional

Andrés Rebolledo

Durante las dos últimas décadas los cambios en la economía mundial se han acelerado, lo que nos ha enfrentado a difíciles desafíos. El ciclo de baja en los precios de las materias primas, el alza en el tipo de cambio, así como los nuevos temas que preocupan a los mercados internacionales (el cambio climático y las cadenas globales de valor, por ejemplo), se encuentran marcando la renovada agenda comercial.

 

Paralelamente, han emergido los denominados mega-acuerdos comerciales,  que impondrán en un futuro cercano nuevas normas al comercio mundial: las negociaciones del TPP, los acercamientos de China con otros 15 países de Asia-Pacífico, la Unión Aduanera Euroasiática, liderada por Rusia, y las tratativas del Acuerdo de Asociación Transatlántico de Comercio e Inversión entre Estados Unidos y la Unión Europea (UE), son ejemplos de este fenómeno.

En particular, en la iniciativa del mega-acuerdo EE.UU.-UE han sido determinantes factores tales como la persistencia de la crisis económica, el estancamiento de las negociaciones multilaterales en la OMC,  la reforma de la Política Agrícola Común de la UE y la prioridad que EE.UU. le ha dado al plurilateralismo comercial. Se trata de un proceso complejo, que ya lleva nueve ruedas de negociaciones, y que ha  abordado asuntos de alta sensibilidad, tales como la eliminación de barreras al comercio en un amplio rango de sectores económicos, compras públicas, normativa sanitaria, reconocimiento de títulos de profesionales y certificación en medicina.

Asimismo, también espera abordar otras áreas complejas, como por ejemplo un mecanismo bilateral de solución de controversias inversionista-Estado, cultivos transgénicos, protección de datos y servicios financieros, estándares en temáticas relacionadas con inocuidad alimentaria, estabilidad financiera y protección al consumidor.

Ciertamente, la relación comercial existente hoy entre la Unión Europea y Estados Unidos generará sustantivos beneficios económicos para ambos. Los pronósticos hablan de más de 13 millones de empleos y US$3,9 billones en inversión. Ambas regiones representan casi el 50% del PIB mundial y un mercado de más de 800 millones de consumidores. Con la materialización del acuerdo se estima que esas cifras crecerían sustancialmente y en la práctica, se crearía el área de inversión y comercio más grande del mundo. Ello generaría mayor crecimiento económico y multiplicaría el empleo. Así las cosas, se ampliaría la demanda por materias primas, componentes y otros insumos producidos por distintos países.

También es importante decir que de culminar exitosamente ésta y las otras “mega” negociaciones, se podría establecer una nueva era en el proceso de globalización económica, donde el comercio de servicios, armonización regulatoria, e inversión extranjera jugarían un rol aún más importante al existente en la actualidad. De hecho, Estados Unidos y la Unión Europea esperan que al alinear su reglamentación doméstica, se establezca el punto de referencia para el desarrollo de una reglamentación global, con lo cual se podrían reimpulsar las negociaciones multilaterales en el seno de la OMC.

Un acuerdo de estas características entre dos gigantes mundiales, será una oportunidad para demostrar la eficacia del modelo económico abierto, basado en normas y estándares claros y globales, pero, al mismo tiempo, garantizando una fuerte protección a los trabajadores y al medio ambiente. Esta semana la canciller alemana Angela Merkel, se refirió a la necesidad de acelerar las gestiones para concretar esta negociación.

Estamos atentos a este proceso negociador, conformado por dos de nuestros principales socios comerciales, con las consiguientes externalidades positivas que debieran favorecer a nuestra economía. De hecho, en conjunto Estados Unidos y la Unión Europea,  tomando cifras a 2014, explicaron el 30,3% de nuestro comercio y el 59% de la Inversión Extranjera Directa (IED) en nuestro país.

Chile se encuentra en un buen pie para enfrentar este desafío, gracias a la larga y profunda apertura comercial que nos caracteriza. Junto a la experiencia alcanzada en la implementación de acuerdos comerciales, hemos tenido la capacidad para impulsar reformas internas que han permitido a nuestra economía adecuarse a los retos de la globalización.

América Economía (Chile)

 



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