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27/09/2015 | Lo que oculta Kim Jong-un

Berta Herrero

La imagen diurna de Pyongyang es la de edificios cerrados y tiendas sumidas en la penumbra. Cuando cae la noche, la falta de luz eléctrica y la obligatoriedad de permanecer dentro de los hoteles impide a los visitantes saber a qué dedican los norcoreanos su tiempo libre.

 

Los 'Líderes Eternos' de Corea del Norte, Kim Il-sung y Kim Jong-il, no dudaron en servirse de los órganos de propaganda del Partido único para atribuirse cualidades sobrehumanas. Pero si hay un 'Kim' que posea una habilidad verdaderamente mágica, ése es Kim Jong-un: la de aparecer y desaparecer.

Dónde vive el Mariscal

Nadie sabe a qué eventos asistirá ni a qué se dedica cuando la cadena única ha de tapar con imágenes de archivo sus prolongadas ausencias. "¡Todo son sorpresas en los días festivos!", cuenta una funcionaria del Ministerio de Turismo. "Ni siquiera nosotros sabemos si el Mariscal aparecerá en algún acto. Nunca lo anuncia con antelación porque los enemigos podrían aprovechar para atentar contra él", explica.

"Cualquier información sobre su vida serviría a Estados Unidos para atacarle", prosigue la guía. Por eso, en Pyongyang no existe ni una 'Moncloa' ni un 'número 10 de Downing Street'. A ningún lugar podría acudir la ciudadanía para pedir cuentas a quien decide sobre su destino. "Nadie sabe dónde vive Kim Jong-un", indica la funcionaria; "se dice que en edificios del Partido, pero su ubicación ha de ser un secreto. Debe protegerse".

La puesta en escena de Pyongyang

Pero la vida del Mariscal no es el único secreto que encierra el Reino hermético. Las propias calles de su capital bien podrían ser la puesta en escena de una obra cuidadosamente diseñada. A uno y otro lado de la calzada, sólo se muestran fachadas con terrazas que están coloreadas por innumerables macetas y ventanas embellecidas por cortinas blancas. Sin embargo, tras ellas se abren paso montañas de escombros y casitas diminutas que muchos llamarían chabolas.

Éstas sólo son visibles al visitante que afine la mirada durante los pocos segundos que paran los autobuses en los que, a la fuerza, ha de transportarse. Se pueden apreciar al fondo de los caminos de tierra que discurren entre los edificios de los suburbios, cuyas paredes no son lo suficientemente largas como para ocultar la vida que se desarrolla cada día tras el decorado.

Las que sí que consiguen pasar desapercibidas ante el forastero son las tiendas para ciudadanos locales. La entrada no les está permitida y las guías-espía procuran no pasar cerca de ellas. La mayoría de los establecimientos están sumidos en penumbra incluso en los días soleados, por lo que se antoja imposible dirimir si sus estanterías se encuentran vacías o llenas.

El botones itinerante

Y más que penumbra es oscuridad lo que envuelve Pyongyang cada noche. Las luces que brillan en su cielo se pueden contar con los dedos de las manos. Pero no tan fácil es contar los pisos del Hotel Internacional Yanggakdo, el "más lujoso" de Corea del Norte, según el Ministerio de Turismo. En él son recluidos los extranjeros desde que se pone el sol hasta que vuelve a salir. Les está prohibido salir, por lo que se les hace imposible ver qué hacen los norcoreanos al salir del trabajo.

Así, les sobra el tiempo para preguntarse qué hay en el quinto piso del hotel. Por sus ascensores se puede acceder desde la planta baja hasta la 43... con la excepción del número 5. Éste no aparece en los paneles de llamada y las puertas que llevan a las escaleras tanto desde el piso cuarto como desde el sexto están selladas. "En la quinta planta hay oficinas", dice una de las recepcionistas a los turistas más curiosos, que no se conforman con su respuesta y preguntan también a una camarera. "La quinta planta está reservada para los trabajadores que viven lejos del hotel", cuenta ésta.

Sin resolver su duda, algunos harán la maleta para trasladarse a otro hotel. Allí, además de un fuerte olor a cerrado, les recibirá el mismo botones que les ha estado dando los buenos días y las buenas noches durante la última semana. Y pensarán, a pesar de que su guía insista en que "la jornada laboral es de ocho horas para todos los norcoreanos", que aquel hombre lleva días atrapado en esa chaqueta oscura que rematada por puños dorados.

¿Las castas o la casta?

La igualdad de todos los ciudadanos es la base sobre la que se levanta el régimen comunista. Sin embargo, el Partido único ha establecido cuatro roles que determinan el nivel de cada uno en la sociedad: campesinos, obreros, militares e intelectuales.

Pero el factor que verdaderamente aleja a "la casta" comunista es la geográfica. Para ella está reservada la capital del reino de los Kim, donde se concentra la mayor parte de la inversión estatal. Miles de niños vestidos de uniforme recorren de lunes a sábado sus calles a la entrada y a la salida del colegio. A la misma vez, muchos pequeños de las zonas rurales -sin uniforme- pueden ser vistos, mañana y tarde, entre pastos y arrozales.

Tres caras no caben en el corazón

Son los padres de estos pequeños los únicos que se libran de lucir el pin reglamentario con las caras de Kim Il-sung y Kim Jong-il. "Nuestros Líderes recomendaron a quienes realizan trabajos físicos que los dejaran en casa para no perderlos", explica la guía, subrayando que "ningún coreano lo pierde, ya que en realidad no lo lleva en la camisa, sino en el corazón".

Pero tras casi cuatro años de reinado, en Corea del Norte no hay ni pines ni cuadros que honren a Kim Jong-un. Aunque su foto copa cada día la portada del periódico único, sus súbditos ni siquiera se refieren a él como 'Líder'. Es difícil encontrar en las descripciones que de él hacen el cariño con el que recuerdan a su abuelo, o incluso a su padre. ¿Llorarían si se muriera? "¡Oh! Ni lo mencione. ¡Larga vida a nuestro Mariscal!", exclama una guía, bien conocedora de que, en sus dominios, hasta las paredes tienen oídos.

El Mundo (España)

 



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21/05/2015|

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