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Dossier Francisco I  
 
28/09/2015 | Los Estados Unidos de Francisco

Rocio Galvan

El Papa se ha convertido en un mediador esencial de la escena internacional que ha logrado desatascar conflictos enquistados durante décadas.

 

Papa se escribe con 'p' de pastor pero también con 'p' de político o, mejor dicho, de 'peacemaker'. El austero Bergoglio ha sorprendido a todos con su nueva faceta de solucionador de conflictos. El Papa de los pobres se ha convertido en un mediador esencial en la escena internacional y ha hecho gala de una diplomacia vaticana sin precedentes.

En su histórica visita a Cuba y EEUU que concluyó ayer ha puesto de manifiesto su habilidad para medir los tiempos y controlar el discurso. El Papa ha logrado lo que prometió al inicio de su Pontificado: "La iglesia debe salir a la calle".

La revolución Francisco ha sido de dentro afuera. Primero empezó por su propia casa: limpió la institución con reformas que afectaron a la Curia y al Banco Vaticano. Se enfrentó a las lacras y tabúes que empañaban la labor de la iglesia católica. Ahora ha salido extramuros y ha vuelto a poner la voz del Vaticano en el mundo con una inteligencia política digna del mejor gabinete de la Casa Blanca.

El Papa argentino ha unido en este viaje oficial a bandos que parecían irreconciliables. Como uno de los artífices del deshielo entre Cuba y EEUU, enquistado desde hacía 50 años, Bergoglio no quiso pisar callos en su discurso en la plaza de la Revolución de La Habana porque daba el conflicto por amortizado o descongelado. De ahí que su mensaje fuera más pastoral que político. Quizá por eso Francisco y Fidel Castro intercambiaron libros de religión y no declaraciones que pudieran suponer un retroceso en el camino ya allanado.

Y es que en Cuba sus miras ya estaban puestas en otra guerra. "No tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más en este camino de paz y reconciliación" en Colombia, dijo en su homilía. Las FARC recogieron el guante y se felicitaron por la recomendación del Papa. Días después el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, volaba por sorpresa a La Habana para reunirse con el líder de la guerrilla y desatascar así un conflicto armado encallado desde hace tres décadas.

Ya en suelo estadounidense, Bergoglio se convirtió en el primer sucesor de Pedro en hablar ante el Congreso de la nación más poderosa el mundo. Allí logró que por una vez republicanos y demócratas estuvieran de acuerdo en algo. La Cámara se levantó al unísono para aplaudir las palabras del Pontífice. "Se debe abolir la pena de muerte a nivel global (...) todas las vidas humanas son sagradas", espetó. Si bien cada uno se apropió de la parte del discurso que más le convenía electoralmente, la unión en torno a su figura emocionó al mundo.

La otra cita histórica de esta visita fue su intervención en la Asamblea General de la ONU, donde se dirigió a 149 jefes de Estado y de Gobierno para pedir "techo, trabajo, tierra y libertad" para todos los seres humanos. Un discurso que Nicolás Maduro -que le dejó plantado en el Vaticano aduciendo dolor de oído- aplaudió fervientemente. "El discurso del Papa fue algo extraordinario, sin lugar a dudas es una nueva diplomacia", comentó el líder chavista. ¿Será la crisis de Venezuela el próximo objetivo de Bergoglio? Todo apunta que sí.

Francisco sabe que tiene una oportunidad para poner orden y unir a los pueblos en Latinoamérica, donde por su condición de argentino tiene especial 'feeling' con los gobernantes. El ateo José Mujica se dice "su amigo", la antes enemiga Cristina Fernández de Kirchner ahora asiste a sus misas, los Castro valoran su labor y Evo Morales le regala crucifijos. Todos los latinos, conservadores y progresistas, quieren a Francisco. Habla su idioma, comparte sus preocupaciones y su opción preferencial por los excluidos le otorga autoridad moral. En Filadelfia, incluso hizo un llamamiento para recuperar el orgullo latino al pedir a los hispanos que "no se avergüencen de sus raíces".

No en vano América Latina es el principal feudo de católicos -más de 425 millones, casi el 40% de los fieles- y la iglesia sabe que ha de conservar y potenciar esta plaza. Es un viaje de dentro afuera. Ahora sólo queda esperar que lo que ha unido el Papa no lo separe la política.

El Mundo (España)

 



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