La visita de la CIDH y del alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad Al Hussein, confirma que no quitarán el dedo del renglón del problema de la impunidad en el país. Los organismos internacionales de derechos humanos y de justicia mantendrán el escrutinio sobre México. Sus miradas seguirán puestas en advertir del riesgo de mayor retroceso en la barbarie de la inseguridad y la violencia. El mensaje de la visita: vinieron para quedarse. Y la respuesta: la entrada del Ejército en el debate.
Las
alarmas por el deterioro de los derechos humanos en México suenan fuera y
fuerte desde hace ya algunos años. El 23 de noviembre de 2009, la Corte
Interamericana de Derechos Humanos condena México por graves violaciones a
derechos humanos en el caso Rosendo Radilla de desaparición forzada de los años
70 en Guerrero. La presión fue tal que llevó en 2011 a la reforma
constitucional en DH, que, a su vez, abrió la puerta para que se intensificar
la observación de crímenes de lesa humanidad como ése y otros, por ejemplo la
tortura. En estos años, las estadísticas oficiales acumulan más de 24 mil
personas desaparecidas y denuncias de violaciones a derechos humanos contra
agentes policiacos y militares, que desde 2006 están en las calles en el
combate al crimen. La ilegalidad y la pérdida de convivencia democrática que
esos datos reflejan, difícilmente pasan desapercibidos a la comunidad
internacional más tratándose de un miembro de la OCDE, socio del Tratado de
Libre Comercio y ahora parte del TPP con las economías más fuertes del mundo.
El
litigio de estas visitas se ha centrado en el diagnóstico de la problemática,
su dimensión y, en consecuencia, el alcance del tratamiento. La evaluación de
la CIDH es severa al determinar el carácter de la enfermedad como una “crisis
grave de derechos humanos”. Por su lado, el alto comisionado destacó la
impunidad del crimen, recomendó fortalecer procuradurías y planteó la necesidad
de un cronograma para regresar a los militares a los cuarteles.
En los
últimos tiempos han aumentado los señalamientos hacia los militares por
violaciones a derechos humanos en casos como Ayotzinapa o Tlatlaya. El gobierno
de Calderón dio tareas de seguridad pública al Ejército sin el marco legal
adecuado, lo que preocupa por su situación vulnerable. La comisión de delitos
de lesa humanidad es imprescriptible. Algunos informes como el de la comisión
de tortura de la ONU han dado lugar a una áspera confrontación con el organismo
internacional.
Pero
tras episodios como la descalificación del informe del relator especial de
tortura, Juan Méndez, el gobierno mexicano ha dado muestras de cambio de
actitud y apertura para recomendaciones del Grupo Interdisciplinario de
Expertos Independientes sobre
Ayotzinapa. Ahora ante los cuestionamientos se limitó a discrepar con el
diagnóstico de la CIDH y defender que el caso Iguala y otros que involucran a
militares no reflejan la situación del país en derechos humanos. En cambio,
resultó muy llamativa, por inusual, la entrada al debate del secretario de la
Defensa, Salvador Cienfuegos, para fijar postura sobre la exclusividad de la
jurisdicción nacional para investigar y juzgar a los militares.
El
ascenso de la voz del Ejército en su propia defensa por acusaciones de
violaciones a los derechos humanos, tuvo el efecto de debilitar la presencia
del gobierno en el debate y abrir espacio a la polarización de aquellos con los
organismos internacionales. En el marco de la visita, la atención se desplazó
hacia la interlocución con la cúpula militar, que salió a rechazar por ejemplo,
la creación de una fiscalía internacional contra la impunidad, como la de
Guatemala ¿Qué significado tiene la irrupción del Ejército en el debate?
¿Cuáles son sus implicaciones políticas y el papel de las Fuerzas Armadas en la
descolorida democracia mexicana?.