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03/12/2015 | El día del apocalípsis

Lorenzo Bernaldo de Quirós

La masacre perpetrada por el denominado ISIS, ISIL o Daesh en París es el resultado de una estrategia expansionista y de terror enmarcada en la “última y definitiva” batalla del Islam contra los Nuevos Cruzados. Al Qaeda nunca dejó de ser un grupo terrorista sin los oropeles simbólicos de una estructura estatal como la liderada por Abu Bakr al-Baghdadi. Bin Laden pensaba que era prematuro proclamar el Califato sin ganar antes la mente y los corazones de la mayoría de los musulmanes.

 

El Estado Islámico está dispuesto a imponerle por la fuerza. Quien se oponga a él, sea mahometano o infiel es un aliado del Mal y está justificada su eliminación. La meta es un Imperio que una a los musulmanes de todo el mundo en una sola entidad religiosa y política. Se trata pues de un conflicto de alcance planetario.

El Estado Islámico ha desafiado el pensamiento convencional sobre cómo se conduce una exitosa insurgencia, basado en la competencia entre gobiernos e insurgentes por el apoyo de la población. El ISIS ha provocado deliberadamente la angustia y el terror de musulmanes y no musulmanes con sus acciones y con su propaganda en una brutal coreografía. Esta política ha tenido una eficacia extraordinaria para captar combatientes, capturar territorio, someter a sus súbditos y crear un Estado con una dirigencia, integrada, en gran parte, por antiguos miembros del ejército y de los servicios de inteligencia de Saddam Hussein que han estado combatiendo durante diez años al gobierno de Irak y a sus aliados. La política de terror se ha visto acompañada por la creación de un aparato capaz de suministrar prestaciones básicas a la población sometida a su gobierno.  

La base doctrinal del ISIS es casi idéntica al wahhabismo, la ultraconservadora forma del Islam fundada en Arabia Saudí pero Daesh no considera al reino de los Saud un legítimo gobierno islámico. Por ello proclamó el califato, a su líder comandante de la fe y desató una oleada de insurgencia en todo el mundo musulmán  justificada por una peculiar lectura de las escrituras sagradas. Por eso, quienes han ayudado a crear el “monstruo” y le han alimentado, los saudíes y las monarquías del Golfo, forman ahora parte de la alianza con los infieles para combatirle. Está en juego su propia supervivencia después de haber jugado al Dr. Frankestein.. 

La capacidad de atracción del Daesh se basa también en su retórica apocalíptica, en las constantes referencias al Fin de los Tiempos lanzadas en su propaganda. De acuerdo con las profecías de Mahoma, contenidas en el Libro de las Tribulaciones, en tierras de Siria y Irak se libraría la batalla final contra el Anticristo y sus aliados con el triunfo de las fuerzas de Alá y el renacimiento del Imperio Islámico. Este discurso constituye un poderoso imán para atraer “soldados” de todo el mundo orgullosos de participar en el último combate. La afluencia de extranjeros a Afganistán, Libia, Egipto, Siria, Irak, Yemen o Somalia se ha disparado en los postreros dos años. Además, las guerras civiles en esos países han contribuido a dar credibilidad al mensaje profético del ISIS.  

La constitución de una organización estatal, el esfuerzo bélico desplegado por ella y el apoyo a sus filiales exige cuantiosos recursos económicos. El Estado Islámico tiene ingresos y activos más que suficientes para cubrir esos gastos pese a los bombardeos realizados por la coalición y a pesar de la caída de los precios del crudo. Sus principales desembolsos son los salarios que se estiman entre 3 y 10 millones de dólares al mes. El ISIS invierte también en su estrategia de comunicación, en tribunales para impartir justicia, etc. No lo hace en infraestructuras porque éstas son un blanco fácil para los ataques aéreos. Al mismo tiempo reduce su vulnerabilidad con una alta flexibilidad estratégica en la que combina la expansión territorial con los ataques terroristas. La pérdida de Tikrit no le impidió lanzar ofensivas en otras partes de Irak y Siria y tomar la ciudad de Ramadi.

De acuerdo con la información proporcionada por la Rand Corporation, el ISIS ingresa alrededor de 1 millón de dólares/día a través de impuestos y del botín de guerra. Los salarios de los empleados del gobierno iraquí son tasados al 50 por 100, lo que añade unos 300 millones de dólares anuales a las arcas de Daesh. Las empresas pagan un impuesto del 20 por 100. La caída de Mosul en junio de 2014 le proporcionó 875 millones de dólares y el robo de bancos iraquíes 500 millones adicionales. Sólo un 10 por 100 de la “recaudación” del Califato procede de la venta de petróleo. La mayoría del petróleo en sus manos está dedicado a su propio consumo. Las donaciones de “amigos del exterior” representan entre 40 y 60 millones anuales (Almukhtar S. "ISIS Finances Are Strong", Rand Corporation, mayo de 2015).  

Los métodos empleados para lidiar con jihadistas sin Estado tuvieron un relativo éxito en Siria e Irak pero el ISIS está demasiado arraigado y derrotarle tomará tiempo. Destruir sus finanzas es difícil por la naturaleza de su origen. Los ataques aéreos les dañan pero no le destruirán. Sus soldados están en áreas urbanas y es muy complicado golpearles sin causar miles de víctimas. Controlar las fronteras no es fácil dada su porosidad, sobre todo la de Siria. Armar a los grupos sunnies rebeldes para que le combatan no garantiza que lo hagan. Suministrar más armamento a los gobiernos iraquí o sirio puede derivarse a más armas para el ISIS como sucedió cuando los soldados iraquíes huyeron de Mosul...Las soluciones no son sencillas y el tiempo vuela.

Las actuales condiciones en el mundo árabe son de una extrema gravedad. El ISIS ha demostrado que un moderno califato es posible, que el uso indiscriminado de la violencia atrae militantes y que éste es también un sistema efectivo y rápido para someter a la población. Harán falta grandes dosis de inteligencia, imaginación y recursos para ganar un conflicto que, de momento, vamos perdiendo. Estamos ante el mayor riesgo global desde el fin de la Guerra Fría.  

El Cato (Estados Unidos)

 



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