Venezuela cerró anoche una campaña electoral que huele a cambio. Al menos lo hizo de forma oficial, ya que Nicolás Maduro no pretende dar por terminada la "batalla rumbo a la victoria perfecta" y "como sea" hasta que las urnas sean contadas el domingo.

Los seguidores de la revolución tomaron ayer la emblemática avenida Bolívar de Caracas, el lugar que Hugo Chávez llenó una y otra vez. Pero la batalla se estaba disputando en otros terrenos, sobre todo el mediático. "Las colas son las técnicas psicológicas que aplican estos bandidos, estos burgueses. El gerente (de un supermercado) había recibido la orden para hacerlos sufrir a ustedes, al pueblo. Llamé al ministro de Interior y le dije que mandara inmediatamente una comisión del Servicio de Inteligencia y le metieran preso", explicó el primer mandatario en televisión.

Populismo en estado puro. Maduro pasó cerca de una de las cientos de colas que preñan las calles venezolanas y decidió actuar contra el gerente. Pocas horas después, cientos de estudiantes se arremolinaban en Guárico, durante horas, para obtener una de las tabletas que regala el gobierno. Ni siquiera se podía hablar de cola, aquello parecía un río desbordado de gente.

"Encarcelar comerciantes por las colas que produce un régimen económico represivo fracasado es inconstitucional y es el colmo del cinismo", denunció la exdiputada opositora María Corina Machado.

La oposición también puso en marcha un plan de defensa ante los últimos latigazos del ventajismo oficialista. Se esperaba para cualquier momento una cadena obligatoria para todas las televisiones y radios del país, una táctica empleada sin sonrojo durante varias ocasiones en la campaña. "El gobierno se supera, pasa de la transgresión al delito puro y simple", destacó Jesús Torrealba, secretario ejecutivo de la MUD.

Otro de los frentes clave en estos días para el chavismo es el internacional, tras la presión inédita sufrida la semana pasada. El propio Maduro ya ha anunciado que se reunirá hoy con observadores internacionales invitados por el Consejo Nacional Electoral (CNE), entre ellos el expresidente de gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero. En ocasiones precedentes, Hugo Chávez aprovechaba estos encuentros, también con la prensa internacional, para retransmitir al país una imagen institucional sin abandonar el proselitismo político.

Zapatero se reunió con la canciller Delcy Rodríguez y con la presidenta del CNE. Con ambas mantuvo un talante diplomático, también en sus declaraciones ante la televisión chavista. "Siempre se ayuda más dialogando y hablando", ahondó el político socialista. La interpretación de Delcy Rodríguez fue otra: lo que está pasando (según Zapatero) no es lo que venden los periódicos internacionales, "él no coincide con la campaña mediática que hay contra Venezuela".

El expresidente también se reunió con dirigentes opositores durante las dos noches seguidas. Uno de ellos, el alcalde de Sucre, Carlos Ocariz, le describió la última arremetida del gobierno contra la oposición. Su director de Policía, el comisario Manuel Furelos, fue detenido por supuesta vinculación con el ataque armado sufrido por el candidato opositor, Miguel Pizarro, en Petare. Un grupo de radicales, vestidos con camisetas chavistas, disparó con armas largas para ahuyentar la concentración opositora.

La fiscal Luisa Ortega Díaz informó que sería presentado a tribunales porque supuestamente infiltró a policías para desatar un hecho de violencia.

Lo más pintoresco es que Ocariz y Pizarro militan en el mismo partido y son amigos. "Furelos tiene siete años en la policía, es un comisario cabal, que nunca ha estado en temas políticos ni partidistas. Exigimos que Furelos sea liberado", protestó el alcalde.

La Policía de Sucre fue acuartelada y la Guardia Nacional Bolivariana tomó el control de la zona. El alcalde rechazó de plano esta medida gubernamental, porque "aumenta la violencia". Pizarro opinó que la detención, que generó "caos" en la zona, busca amedrentar y desmovilizar a los electores: "Asuman su derrota como la tienen que asumir".