El mundo ha cambiado. Del periodista-soldado, que vestía de uniforme en laSegunda Guerra Mundial y llevaba galones de sargento en todos los ejércitos, se pasó a la barra libre de Vietnam, donde los informadores entraban y salían de las zonas calientes sin permiso y sin censura. Después llegaron la guerra del Golfo y los reporteros 'encamados' con los ejércitos, que no podían ni fotografiar entierros de militares muertos. Hoy, con más límites que nunca y una pérdida de la inocencia sobre el papel de la prensa en todas las milicias del mundo, resulta un trabajo aún más arriesgado. Para ello, Reporteros Sin Fronteras actualiza su 'Guía de Seguridad para Periodistas' pendientes de los nuevos retos a los que la realidad somete a la profesión.

Desde la edición del primer manual, en 1991, muchos periodistas han perdido la vida o han sido heridos o secuestrados ejerciendo su labor informativa. "El Manual se centra en señalar todo lo que un periodista y el medio para el que trabaja pueden hacer para optimizar su seguridad. Está elaborado a partir de consejos de reporteros veteranos, hombres y mujeres que cada día pisan terrenos peligrosos con la misión de informar", dice Malén Aznarez, presidenta de Reporteros Sin Fronteras España. Dividido en seis capítulos, aborda nuevos desafíos actuales como la en seguridad digital o el estrés postraumático y recuerda otros como primeros auxilios o protección legal.

El capítulo 1 trata de los peligros, cada vez más numerosos, que acechan a los reporteros y establece lo que se considera "misión periodística de alto riesgo", que además de las zonas de guerra o delincuencia, incluye manifestaciones que derivan en cargas y violencia, catástrofes naturales, epidemias (como la más reciente de ébola, con periodistas contagiados), desastres biológicos o nucleares y actividades de alto riesgo, como la investigación de mafias o grupos terroristas o extremistas. En este momento, la extensión del yihadismo deja poco margen a la profesión en zonas oscuras del planeta, como Siria, donde la guerra ya no la cubren periodistas sino activistas amateurs o agentes de propaganda. Otras zonas oscuras son el norte de Mali, Somalia, Afganistán, parte de Irak... En estas zonas el secuestro ya se ha convertido en una terrible arma de guerra.

El capítulo 2 aborda los preparativos del viaje o la cobertura, explica "quién puede ayudar a recopilar información sobre el destino, cómo hacer una evaluación cuidadosa del riesgo que entraña la misión o qué precauciones sanitarias se han de tener en cuenta". Además, aconseja actualizar la formación en primeros auxilios y poner orden en la vida personal (sí, los reporteros también tienen vida personal) para evitar un estrés extra durante el viaje, y aporta listas de verificaciónpara conformar una mochila de reportero realmente útil durante el viaje.

El capítulo 3 ofrece consejos prácticos para elegir facilitadores (fixers, en el argot), un chófer de confianza, vehículo y alojamiento, así como para planificar desplazamientos seguros, y se insiste en la necesidad de fijar protocolos de contacto con la redacción o la importancia de evitar rutinas que faciliten tender una trampa al reportero durante el viaje. Más comunes que las balas son los timadores. Y en determinadas zonas el robo de un pasaporte, una cámara o el presupuesto del viaje arruina una cobertura. Este capítulo también ayuda a moverse en "territorio comanche", aquellas zonas en las que el riesgo se eleva y no conviene permanecer demasiado tiempo. Cómo suenan las armas, cómo moverse, cómo pasar desapercibido, qué actitud seguir con hombres armados... Este apartado incluye la prevención contra la violencia sexual a reporteras o las cargas policiales en manifestaciones masivas.

El capítulo 4 alerta sobre "los riesgos que un teléfono móvil inteligente, un teléfono por satélite o un ordenador pueden entrañar para un periodista destacado en una zona peligrosa: ayudan a localizar al portador, se pueden piratear los datos y la identidad digital del periodista puede volverse en su contra si es capturado". Este apartado señala todo aquello que nos hace vulnerables y cómo evitar que nos intercepten por medio de los dispositivos que usamos. Incluso se ofrecen las claves para encriptar la información útil de nuestros dispositivos.

El capítulo 5 aborda sistemas de trabajo empresarial como "la evaluación de riesgos antes de la misión, la formación adecuada para todos aquellos que intervienen en el reportaje", la conformación del equipo y su jerarquía atendiendo a la seguridad, o cómo la evaluación tras la misión ayudará a la hora de emprender futuros reportajes.

El capítulo 6 aconseja cómo aplicar un vendaje de compresión o un torniquete, a la vez que tratar una fractura para mantener al herido en las mejores condiciones posibles mientras llega ayuda profesional. Un clásico necesario. Además, aborda las desconocidas heridas psicológicas, menos aparentes pero igualmente profundas, que son aún un tabú en la profesión. "Las misiones en zonas peligrosas pueden afectar al reportero. Ni el periodista más veterano está a salvo del trauma psicológico", pero, como explica el manual, "sí hay mecanismos para reducir el riesgo. También es importante saber detectarlo en compañeros que han vuelto de una misión y afrontarlo".