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20/12/2015 | Bruselas ‘bruselea’... a medio gas

Beatriz Navarro

La capital europea aún sufre los efectos económicos y daños en su reputación derivados de su gestión de la alerta terrorista

 

La estampa de la Grand Place de Bruselas vigilada por tanques y militares armados hasta los dientes no será fácil de olvidar por sus vecinos y visitantes. Tampoco las imágenes de sus principales calles desiertas, o de policías pidiendo a los clientes de los hoteles del centro que no salieran porque había una operación en curso en la zona. Fueron distribuidas en tiempo real en las redes sociales y por las grandes cadenas de televisión de todo el mundo, desplazadas a la capital belga, y de la Unión Europea, a raíz de los atentados terroristas del 13 de noviembre en París (se cree que se organizaron en el ya mundialmente famoso barrio de Molenbeek). Un mes después de los ataques, Bruselas sigue pagando las consecuencias de su gestión de la alerta terrorista declarada una semana después y que llevó al cierre a cal y canto del centro por temor a una atentado inmediato, una medida sin precedentes en Europa.

Algunos políticos tratan de poner buena cara, otros critican abiertamente la estrategia de comunicación de aquellos días. Los daños a su reputación internacional, temen todos, tardarán probablemente mucho tiempo en corregirse.

“El cierre de Bruselas fue un momento muy difícil de vivir, en primer lugar para sus habitantes pero también para los sectores económicos y culturales, que han sufrido enormemente. La reputación internacional de Bruselas se vio sacudida”, reconocía hace unos días la exministra Laurette Onkelinx, presidenta de Visit Brussels, el organismo que reúne a los diferentes actores del sector turístico de la capital belga. La estrategia turística de cara al año 2016 se ha revisado por completo para tener en cuenta la situación creada al haber estado durante casi un mes en el ojo del huracán mundial, primero acusada (por Francia) de inacción ante el terrorismo y, luego, de sobreactuar con su gestión de la seguridad. El sábado 21 de noviembre de madrugada, el Gobierno federal decretó el nivel cuatro de alerta terrorista,el máximo previsto, y el centro de Bruselas bajó la persiana durante cinco días: cerraron los centros comerciales, los cines, los teatros, numerosos cafés y restaurantes, el metro… Las escuelas sólo reabrieron el miércoles y con un despliegue extraordinario de policías y soldados para tranquilizar a los padres y el personal educativo.

El turismo fue el sector económico más afectado a corto plazo. Los hoteles y compañías aéreas, que ya habían notado una caída en el número de reservas desde el mismo viernes 13 de noviembre, lo notaron de inmediato. Las reservas se congelaron y las cancelaciones se dispararon. El lunes 23 de noviembre las compañías aéreas incluso entraron en terreno negativo, con más anulaciones que nuevos billetes vendidos. La situación no se ha corregido totalmente. De acuerdo con los datos distribuidos la semana pasada por Visit Brussels, las aerolíneas registran unas 6.000 reservas al día, cuando el año pasado por estas fechas entraban diariamente 7.500.

Los hoteles no andan mucho mejor. En el momento más negro de la alerta terrorista, la tasa de ocupación se redujo al 30%. Aún hoy es del 70%, cuando lo normal por estas fechas suele ser del 90%. Los precios han bajado considerablemente para tratar de contrarrestar esta tendencia. Al quinto día en máxima alerta, el Gobierno belga rebajó el nivel de 4 a 3 y pidió a la población que volviera a la normalidad, al tiempo que anunciaba medidas fiscales extraordinarias para ayudar a los sectores afectados a compensar las pérdidas económicas. Más de 500 empresas han solicitado acogerse a ellas. El ejecutivo belga, que se escuda en que la alerta terrorista es decidida por un organismo independiente y a él sólo le corresponde adoptar las medidas previstas para cada caso, no pudo exhibir grandes resultados de las numerosas operaciones policiales llevadas a cabo por aquellas fechas para justificar el cambio de parecer.

“Bruselas es tan segura como cualquier otra capital europea”, defiende Onkelinx, que ha encargado nuevas campañas de comunicación para “restablecer la verdad sobre Bruselas” ante el mundo. Con el final de la máxima alerta terrorista, se pudo inaugurar el espectáculo Plaisirs D’Hiver alrededor del mercado de Navidad en la ciudad. “La vida y la alegría volvieron a las calles, Bruselas bruseleaba…”, asegura, usando el célebre verbo inventado por Jacques Brel. Aquellos días los comerciantes se quejaban sin embargo de que ni el tradicional vin chaud bastaba para calentar el ambiente. La población local enseguida volvió al centro pero los turistas, su principal cliente, siguen sin fiarse, en especial los anglosajones. La cancelación de reservas afecta indirectamente a todo el país: pequeño y bien comunicado en tren, es habitual pernoctar en varias ciudades belgas en pocos días, en especial en Brujas.

Patrick Bontinck, director general de Visit Brussels, se muestra cauto al hablar de la recuperación y presentar las primeras cifras de actividad tras el viernes negro. “No estamos donde deberíamos estar sin los atentados. Hay señales de recuperación pero la crisis sigue allí”, recalcó durante la presentación de la nueva estrategia turística de la capital. Los atentados han cortado en seco el vertiginoso crecimiento que el sector hotelero ha experimentado en los últimos cuatro años, un periodo de tiempo en que las pernoctaciones han aumentado más de un 40%.

La buena reputación internacional es crucial para una capital cuyo nombre es más conocido en el mundo que el del país en sí, y que es además la primera ciudad de congresos de Europa y la segunda del mundo detrás de Shanghai (tras los atentados muchas empresas cancelaron sus planes de reunirse en la capital belga en el 2016). Bruselas es también la sede de las principales instituciones de la Unión Europea, la OTAN y otros organismos multilaterales. Numerosas compañías multinacionales han elegido la ciudad como cuartel general de sus operaciones en Europa. Bruselas, antaño una ciudad de provincias más en la liga europea, debe a esta circunstancia su enorme visibilidad actual, su diversidad (el 33% de sus habitantes no tiene pasaporte belga; más de la mitad de sus extranjeros son europeos) y, sobre todo, una parte importante de su riqueza. La presencia de las instituciones internacionales aporta a la región de Bruselas, de forma directa e indirecta, un 15% de su PIB, según cálculos del think-tank local Brussels Studies: el turismo, en cambio, representa solamente un 8%.

La actuación del Gobierno belga durante la alerta terrorista desconcertó a los representantes de la comunidad internacional en Bruselas. “Tomé medidas de seguridad básicas por mi cuenta con el personal de la delegación pero a mí no me llamó nadie. Días después se pusieron en contacto conmigo para decirme que no dijeron nada porque nosotros no éramos un objetivo de los terroristas”, cuenta un embajador europeo con cara de circunstancias. El personal de la UE se tomó muy en serio la alerta, más que los belgas; muchos trabajaron desde casa esos días, hasta el punto de que los servidores informáticos de la Comisión Europea se colapsaron por momentos.

¿Toda la culpa es de la prensa internacional y su Belgium Bashing, la supuesta campaña para machacar al país, como sugieren algunos políticos y medios de comunicación belgas? ¿No tendría algo que ver que el primer ministro, Charles Michel, dijera en varias ocasiones que temía que se produjeran “atentados similares a los de París” en “lugares muy concurridos” de Bruselas? “En el Parlamento hemos denunciado que los problemas de información y comunicación del Gobierno federal tuvieron consecuencias inmensas para Bruselas. Todo el mundo durante seis días creyó que un grupo de personas armadas paseándose por las calles de Bruselas, ¡es totalmente ridículo!”, critica Onkelinx, diputada y jefa de la oposición socialista francófona.

“La comunicación ha tenido consecuencias nefastas y ahora es el momento de relanzar la imagen de las calles de Bruselas. Bruxelles la belle tiene muchos activos que explotar”, concluye Onkelinx, que confiesa estar (también) “enamorada de Barcelona”. El ministro de Economía de la región de Bruselas, Didier Gosuin, habla directamente de “sobrerreacción” por parte del Gobierno federal y “exceso de comunicación”. Las perdidas para la hostelería “son irrecuperables” pero habrá también “un impacto a largo plazo por la imagen exagerada que se ha dado de Bélgica y Bruselas”, ha advertido en el parlamento regional. El embrollo político e informativo de esta semana sobre si se tuvo o no localizado a Salah Abdeslam, uno de los autores de la matanza de París, y si se escapó porque la policía no podía hacer registros de noche, no ha hecho sino aumentar el desprestigio internacional del país.

Visit Brussels planea acciones a medio y largo plazo para devolver la confianza a sus visitantes y ha contratado a una gran agencia internacional de publicidad para lanzar una campaña en el 2016 que, primero, refuerce el mensaje de que Bruselas es una ciudad segura y, en una segunda fase, una vez se rebaje un peldaño de 3 a 2 la alerta terrorista, incite activamente a visitarla. A corto plazo, ha recurrido a pequeños concursos en las redes sociales y a mensajes de VIPS y celebrities para recuperar la confianza perdida.

“La gente me dice que no vaya a Bruselas porque es demasiado peligroso pero yo hago lo que me da la gana. ¡No se te ocurra decirme que deje de hacerlo!”, afirma Madonna en un anuncio de la campaña #relaxinBrussels. Y es cierto: mientras otros artistas cancelaban sus giras, la reina del pop mantuvo su concierto en Amberes el 28 de noviembre. “Lo más peligroso de Bélgica es… su chocolate, por el alto riesgo de colesterol”: palabra del exembajador de Estados Unidos, Howard Gutman.

La Vanguardia (España)

 



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