De tal modo, la funcionaria agregó una dificultad más a la lista ya muy larga de problemas que nuestro gobierno tendrá que enfrentar. Si bien el cambio fue mínimo, ya que por un rato la tasa de interés más importante del planeta no superará el 0,50%, en los próximos meses podría aumentar más, lo que ya es una pésima noticia para los países emergentes que, hace muy poco, parecían destinados a disfrutar de muchos años de crecimiento vigoroso. 

Lo que temen los dirigentes de tales países es una huida atropellada de inversiones hacia "la calidad" al optar los fondos de inversión por alejarse de países considerados poco confiables para concentrarse en aprovechar las oportunidades financieras brindadas por Estados Unidos que, para más señas, está en condiciones de ofrecerles la seguridad no sólo económica sino también jurídica que quieren.

Entre los más perjudicados por el aumento de la tasa de referencia de la Fed estará nuestro principal socio estratégico, Brasil, el que, también el miércoles pasado, fue golpeado nuevamente por una calificadora de riesgos internacionales que lo privó del sello de "buen pagador". 

Con todo, si bien muchos suponen que la Argentina se verá perjudicada si se prolonga el embrollo político brasileño y se profundiza la recesión económica que tanto ha contribuido a debilitar a la presidenta Dilma Rousseff, es por lo menos posible que las desgracias ajenas sirvan para convencer a "los mercados", que no se destacan por su racionalidad, de que sería de su interés invertir más en nuestro país y menos en Brasil. Cuando de conseguir inversiones se trata, una imagen atractiva vale más que la realidad, razón por la que Brasil, Rusia y otros emergentes se vieron festejados por los mercados a pesar de depender tanto del precio de recursos como la soja o el petróleo.

De todos modos, los encargados de la Fed se afirman convencidos de que la economía de Estados Unidos ya ha salido de la crisis desatada en el 2008 por el estallido de una inmensa burbuja inmobiliaria y que por lo tanto ya está en condiciones de soportar tasas de interés positivas. Para sorpresa de los "ortodoxos", en Estados Unidos por lo menos, siete años de dinero baratísimo aún no se han visto acompañados por brotes peligrosos de inflación pero, si bien parecería que la economía norteamericana se ha visto beneficiada por los estímulos crediticios, según las pautas históricas el nivel de endeudamiento es muy alto, sobre todo entre los muchos estudiantes universitarios que tal vez nunca resulten capaces de liberarse de las obligaciones que asumieron por suponer que cualquier diploma académico les garantizaría un empleo bien remunerado.

 Asimismo, para muchos es engañosa la caída de la tasa de desocupación, que a comienzos de "la gran recesión" alcanzó el 10% pero que en la actualidad es del 5,5%, ya que una proporción significante de los desocupados ha dejado de buscar trabajo, mientras que en opinión de los especialistas muchos empleos recién creados son de calidad inferior a los eliminados por la debacle financiera. 

Sea como fuere, en adelante las condiciones económicas serán más difíciles no sólo para el grueso de los norteamericanos sino también para los habitantes de otros países, comenzando con aquellos cuyos gobiernos creyeron que se había conformado un nuevo paradigma, de suerte que en los próximos años los precios de los commodities se mantendrían altos mientras que el costo del dinero seguiría siendo muy bajo. 

De haber entendido que sólo era cuestión de una etapa que tarde o temprano llegaría a su fin, algunos la habrían aprovechado para prepararse para enfrentar tiempos más duros. Por desgracia, al gobierno de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner no se le ocurrió tratar de hacerlo, ya que, a fin de cuentas, sus integrantes preveían que les tocaría a sus sucesores –fueran macristas o sciolistas, les daba igual– manejar la economía en la época de años flacos que se acercaba.