La crisis de Brasil, la inflación galopante y el tenso clima político amenazan la región en 2016.La inflación sigue siendo el temido monstruo de las economías latinoamericanas.
En toda
América Latina, y especialmente en Brasil, llevan años escuchando que son la
tierra del futuro, que un dorado les espera a la vuelta de la esquina. A pesar
del crecimiento y la consolidación democrática de los países, ese tiempo de
prosperidad no acaba de llegar y la crisis brasileña -con una recesión estimada
en 2015 del 3,6%, la peor de los últimos 25 años- amenaza con arrastrar a todos
sus vecinos. América Latina, según un reciente estudio de la Cepal (Comisión
Económica para América Latina y el Caribe), crecerá tan sólo un 0,2% este 2015.
Son
muchos los que aún hoy rescatan el libro de 1940 del escritor austriaco Stefan
Zweig, Brasil, país del futuro, para mentar la proyección de un país que
siempre está a punto de convertirse en superpotencia. El propio Zweig, que
vivía en la ciudad brasileña de Petrópolis, se suicidó junto a su mujer un año
después de firmar este ensayo elogioso de una tierra pacífica y alegre en
contraste con una Europa en guerra contra el nazismo. Hace exactamente cuatro
años, el país presidido por Dilma Rousseff se convertía en sexta economía
mundial y lideraba Sudamérica hacia tiempos dorados con su combinación de
desarrollo y ayudas públicas para paliar la desigualdad.
La misma
presidenta que parecía la gestora perfecta para el gran salto sufre hoy una
erosión casi insoportable tras imponerse en las elecciones de 2014 por los
pelos. Un juicio político para destituirla por irregularidades fiscales en el
cierre de cuentas del pasado año, una oposición agria en el Congreso que
torpedea sus medidas fiscales para paliar la crisis y una corrupción endémica
en las más altas esferas políticas y empresariales mantienen al país
ingobernable e incapaz de hallar cualquier atisbo de recuperación.
La Bolsa
de São Paulo recibió la pasada semana con desconfianza el relevo al frente del
Ministerio de Hacienda. El liberal Joaquim Levy, responsable de los recortes
llevados a cabo este año, era destituido por un Nelson Barbosa que debe aplicar
la tijera con menos agresividad. Para Ernesto Talvi, director de la iniciativa
Brookings-CERES para América Latina, uno de los centros de estudios más
influyentes de la región, la relevancia de esta figura «es relativa y está muy
condicionada al contexto». «Ningún ministro de Economía podrá sacar un conejo
de la chistera mientras exista la parálisis política que hoy vive Brasil. Lo
que sí muestra este cambio de ministro es una derrota por parte de la
presidenta: quería llevar a cabo un proyecto de austeridad conducido por un
equipo ortodoxo y ha sido incapaz».
«En una
especie de década dorada entre 2003 y 2012, el crecimiento supersónico de
China, los elevadísimos precios de las materias primas y recursos financieros
muy baratos inundaron las economías emergentes y generaron una falsa sensación
de prosperidad en la región. Ahora que eso se disipó, vemos que en parte el rey
estaba desnudo y, más allá del viento de bonanza, no se hizo lo suficiente para
entrar en la senda del desarrollo», agrega Talvi. Señala, no obstante, que no
se puede ser fatalista si se analiza la situación con perspectiva histórica:
«Hace 35 años prácticamente el 100% de los gobiernos latinoamericanos eran
dictaduras y no había casi ningún país con una inflación de un dígito. América
Latina vivía de espaldas al mundo y no tenía ni la madurez democrática que
tiene hoy, aunque no sea perfecta, ni la disciplina macroeconómica».
La
inflación sigue siendo el temido monstruo de las economías latinoamericanas y
cuando se disparó un poco fue uno de los detonantes (junto a la corrupción y la
deficiencia de los servicios públicos) de las históricas protestas sociales de
Brasil en junio de 2013. Hoy, el Banco Central brasileño estima en un
preocupante 10,8% la inflación en 2015.Aunque el panorama latinoamericano es el
peor de los últimos años, sólo Brasil, Venezuela y Argentina decrecerán este
año. Venezuela se contraerá un 10% y su desempeño económico será el peor del
mundo este año, con una inflación del 159% en medio de una crisis de
abastecimiento, un clima de violencia y un terremoto político que ha derrocado
al chavismo en el legislativo pero que el presidente Maduro pretende compensar
aumentando el control del poder judicial.
En
cuanto a Argentina, el recién elegido presidente Mauricio Macri tendrá como
reto revertir la contracción del 0,7% con que el país cerrará el año, primera
desde 2002. Más asfixiante son el 16,8% de inflación y la crisis cambiaria de
un peso devaluado. La conversación entre el padre y el protagonista de la
película argentina Martín Hache sirve aún hoy para reflejar la frustración que
sienten muchos argentinos: «Argentina es una trampa, sentís que puede cambiar.
Lo sentís cerca, ves que es posible, es ya, mañana, no es una utopía. Y siempre
te cagan. Vienen los milicos y matan 30.000 tipos. O viene la democracia y las
cuentas no cierran y otra vez a cagarse de hambre». Corría el 97 y faltaban
cuatro años para el corralito. Una vez superado aquel bache, Argentina no es un
país estable y también se resfría cuando estornuda Brasil.
México,
Chile, Colombia, Ecuador y Perú seguirán creciendo, pero todos a un ritmo
menor. «Todos los países deberán pasar por una cirugía de diferentes niveles»,
contempla Talvi en referencia a unos recortes que considera inevitables tanto
en lo público como en lo privado. Los acuerdos con Estados Unidos y Europa, una
vez recuperados de la crisis, «paliarán en parte los efectos de la
desaceleración de la China» en las economías latinas.
El
Mercosur intenta estos días, en efecto, cerrar acuerdos bilaterales con el
bloque del Pacífico y con Europa. Para Talvi, no se puede esperar que México
asuma el liderato económico que Brasil pierde con su crisis porque «vive en
otra realidad geopolítica mucho más centrada en Estados Unidos». Por ello, la
recuperación de Brasil es indispensable para que América Latina vuelva a ser la
región del futuro o, aún mejor, se convierta al fin en la del presente.