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18/01/2016 | Al borde de un ataque de nervios

Río Negro Staff

Para decepción de los muchos que lograron convencerse de que Estados Unidos ya había dejado de ser la gran locomotora económica internacional, papel que, según ellos, en adelante desempeñaría China, parecería que las previsiones en tal sentido fueron un tanto prematuras.

 

Como sucedía en épocas supuestamente superadas, los financistas del mundo están pendientes de las decisiones de la Reserva Federal norteamericana: saben que si Janet Yellen y sus colegas deciden aumentar nuevamente la tasa de interés, miles de millones de dólares emprenderán viaje a Nueva York, donde se sentirán más seguros. Mientras tanto, China parece estar en problemas serios: el desplome de las acciones en la Bolsa de Shanghai ha asustado tanto a los inversores de otras latitudes que también cayeron los índices bursátiles en Europa y, si bien de manera un poco menos estrepitosa, Estados Unidos. Sea como fuere, quienes sentirán más el impacto de la evidente ralentización de la locomotora china son los latinoamericanos, en especial los venezolanos y brasileños. Los optimistas prevén que este año la economía de Venezuela sufra una contracción del 4,8%; algunos pesimistas, impresionados por la inoperancia del gobierno chavista del presidente Nicolás Maduro, creen que será peor todavía. En cuanto a Brasil, el consenso es que podría contraerse el 2,8%.

La sensación difundida de que China ya ha dejado atrás la era de crecimiento explosivo, "a tasas chinas", ha contribuido al derrumbe del precio del crudo. A mediados del 2014, un barril costaba más de 100 dólares y los especialistas coincidían en que se mantendría así por mucho tiempo más, pero ya se ubica esporádicamente por debajo de los 30 dólares el barril y, según Goldman Sachs, Morgan Stanley y otros bancos de inversión, en los meses próximos podría llegar a 20 dólares, lo que sería una pésima noticia para los venezolanos por ser cuestión del único bien que están en condiciones de exportar. También lo sería para Arabia Saudita que, durante décadas, se ha enriquecido tanto vendiendo petróleo al resto del mundo que los gobiernos occidentales se habituaron a permitirle continuar financiando propaganda yihadista, como si se tratara de nada más que una excentricidad menor atribuible a la extrema piedad religiosa del régimen, pero parecería que en Europa y Estados Unidos la voluntad de tolerar la belicosidad ideológica saudita ya tiene los días contados.

Las dificultades que están experimentando China, Venezuela, Brasil y Rusia, el caos sanguinario que se ha apoderado de buena parte del Oriente Medio, África del Norte y Afganistán, además de los problemas al parecer insuperables de la Eurozona, hacen temer que el mundo se encuentre en vísperas de una nueva crisis generalizada equiparable con la de la segunda mitad del 2008. Puede que exageren aquellos gurúes prestigiosos que advierten que ha llegado la hora de abandonar a su suerte a los nada confiables países "emergentes" para buscar refugio en Estados Unidos, pero no cabe duda de que su prédica está incidiendo en el estado de ánimo de los inversores, lo que plantea un desafío adicional a nuestro gobierno que quiere que la Argentina se vea incluida en la lista cada vez más corta de países considerados relativamente seguros. Para no tener que aplicar un ajuste muy doloroso, apuesta a que algunos inversores importantes opten por arriesgarse aquí, pero hasta ahora ha tenido que conformarse con algunos elogios verbales procedentes de lugares como Wall Street.

Por desgracia, la mera conciencia de que pronto podría estallar una gran crisis financiera, y por lo tanto económica, social y política, hace más probable que una se produzca. Los capitales propenden a moverse por motivos psicológicos, no porque los expertos hayan analizado las perspectivas frente a los distintos países o el mundo con fría racionalidad. En las semanas últimas se ha difundido por buena parte del planeta un clima de nerviosismo alarmante contra el cual los distintos voceros gubernamentales, que insisten en que no hay motivos concretos para preocuparse, no pueden hacer mucho más que mantener cruzados los dedos y rezar para que sólo sea cuestión de una fase breve. Si la economía fuera una ciencia exacta, todo sería mucho más sencillo pero, huelga decirlo, dista de serlo porque tanto depende de la confianza que, hoy en día, es un bien muy escaso.

Río Negro (Argentina)

 



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