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04/02/2016 | Turquia - ''Estamos listos para la guerra''

Lluís Miquel Hurtado

Milicias kurdas se atrincheran en espera del asalto militar turco a Cizre y Silopi. "No queremos vivir bajo el Estado turco, nos liberaremos", dicen sus reclutas, que patrullan sus calles como "policía popular".

 

El martillo neumático taladra a destajo para completar la trinchera antes de la batalla. "Tarde o temprano el ejército turco acabará de asaltar Cizre y Silopi. Estamos listos", afirma la miliciana Berivan, sentada en el patio de una casa del barrio de Dicle. El edificio, de una planta, es la base de una milicia juvenil que, tomando de la guerrilla kurdoturca PKK algo más que inspiración, ha trasladado a las ciudades de Turquía el auge guerrillero kurdosirio.

Decenas de zanjas, trincheras y barricadas de dos metros de altura, de adoquines y sacos terreros, cercenan Dicle y tres barrios más de Nusaybin, junto a la frontera siria. Enormes telas cubren los cruces de acera a acera para evitar que posibles francotiradores apunten a los transeúntes. Chavales con walkie-talkie y fusil en ristre, como Sores Botan, patrullan en calidad de "policía popular". De noche, sus camaradas se apostan en las bocacalles. A la administración turca ni se la ve ni se la espera.

"No la necesitamos. Ante las agresiones del Estado turco el autogobierno es un derecho" arguye el camarada Avasin, que defiende administrar los barrios rebeldes mediante consejos vecinales. "Esta es una revolución del pueblo, al que tenemos de nuestra parte", añade. "No queremos vivir bajo el Estado turco, nos liberaremos", promete Berivan, que culpa al "Gobierno oligárquico de Erdogan" de forzar el recrudecimiento del conflicto kurdo al rechazar el diálogo.

Tal es la desafección de buena parte de la población kurda en el sureste de Turquía, nutrida a partes iguales por la frustración ante el descarrilamiento del proceso de paz con el PKK, este verano, y la ilusión por la Primavera kurda que se vive al otro lado de la verja fronteriza. Qamishlo, visible a ojo desnudo desde los tejados de Nusaybin, es capital de una franja del norte sirio donde los kurdos han organizado una autonomía basada en las ideas socialistas del fundador del PKK, Abdulá Öcalan.

Cientos de personas en Nusaybin y otras ciudades como Diyarbakir y Cizre han formado las Unidades de Protección Civil (YPS), imitando las kurdosirias Unidades Populares de Protección (YPG/J). Sores Botan reconoce que algunos de los que hoy trajinan lanzagranadas RPG, fusiles tipo kalashnikov o Dragunov por Diclecombatieron hace un año en la ciudad kurdosiria de Kobane contra el Estado Islámico (IS). Este periódico fue testigo de la ida y vuelta de Kobane de combatientes kurdoturcos.

El pasado siete de junio el partido HDP, depositario del voto autonomista kurdo, logró entrar en el Parlamento. En las semanas posteriores el presidente Erdogan, que apoyaba a un AKP que perdió su mayoría absoluta, endureció su discurso contra los políticos electos del HDP, contrarios a apoyarle en la institución de una presidencia ejecutiva. El 12 de julio el PKK anunció el fin del alto al fuego unilateral, acusando a Turquía de obstaculizar la paz construyendo nuevos cuarteles en zona kurda.

Sólo ocho días después del anuncio del PKK, un suicida vinculado al IS mató a 32 activistas de izquierdas y pro kurdos en Suruç. Las numerosas sospechas de ineficacia policial para evitar la matanza entre la oposición, y acusaciones al Gobierno de complicidad con el IS sirvieron de excusa al PKK para matar a dos policías a los dos días. Horas después, Turquía bombardeaba las bases del PKK al norte de Irak. Una violencia no vista desde los sangrientos 90 se había desatado.

En pocas semanas, con militares turcos y PKK intercambiando atentados por represalias militares, trincheras y barricadas brotaban en 21 urbes del sureste, como Nusaybin. Docenas de chicas y chicos tomaron las armas alegando la necesidad de defenderse de las redadas masivas para arrestar militantes bajo acusación de "terrorismo". Las declaraciones de auto gobierno se sucedieron. Con Erdogan rechazando negociar con el HDP, éste no ha logrado que sus llamadas a dejar las armas fructifiquen.

"Apostamos por el diálogo, pero el Estado turco nos arrastra a las armas", sentencia Avasin. Ankara ha respondido declarando toques de queda, que desde agosto han afectado a 21 distritos. Hoy se mantiene en el casco viejo de Diyarbakir -117.000 habitantes- y en todo Cizre -100.000 habitantes-, donde el ejército turco bombardea con artillería pesada, y parcialmente en Silopi, arrasada por los proyectiles durante el último mes. "Nuestras fuerzas de seguridad continúan limpiando cada rincón de terroristas, en montañas y ciudades", declaró a finales de diciembre Recep Tayyip Erdogan. 

La Asociación Turca de Derechos Humanos estima que 134 civiles y más de 200 militantes han muerto en los últimos cinco meses, período en el que, según la agencia Cihan, perecieron 250 soldados. Más de 100.000 personas se han desplazado. 1,3 millones se han visto perjudicadas por el enfrentamiento, que amenaza con ir a más a medida que mejore el clima porque facilita los choques. Entre las trincheras de Nusaybin se puede leer el eslogan: "Estamos tan preparados para el diálogo como para la guerra".

El Mundo (España)

 



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