Sin embargo, la política argentina pasa por otro lado. Nada la modifica el tablero de piezas radical, no la altera la levedad del PJ, ni la define las uniones por conveniencia, ni las “lealtades” con fecha de vencimiento electoral.

Un desafío interesante de realizar, si no se cae en el hastío rápidamente, radica en indagar la cantidad de veces que los argentinos escuchamos a nuestros dirigentes decir que estamos “frente a una oportunidad histórica”. Pareciera que la Argentina es el país de las oportunidades perdidas. Concreciones nunca. Lo triste es que ningún político, de un tiempo a esta parte, ha sabido dilucidar para qué tenemos esa oportunidad (suponiendo que siempre hubiera sido real y no inventada en función a las circunstancias) y cómo aprovecharla.

La nueva “oportunidad histórica” ahora refiere a la fotografía que Néstor Kirchner requería sin que pueda explicitarse del todo para qué. Además de tener el poder, ¿es necesario mostrarlo? La respuesta parece ser afirmativa. La foto de la “concertación” lo marca de esa manera aunque no aporte demasiado. 

Desde épocas inmemoriales asistimos a ciertos acontecimientos efímeros presentados sin embargo, como momentos culmines, etapas de grandes cambios... Mucho ruido para que, en rigor, el gatopardismo se mantenga inalterable. Qué nada cambie... Sucedió recientemente en el 2001. Una crisis lacerante que parecía alterar absolutamente la decadencia de la dirigencia política, la economía hecha trizas y… Acá estamos, con las mismas caras en el escenario aunque quizás con distinta bandería. Las oportunidades de la Argentina parecen venir de la mano de grandes oportunistas. Y éstos arman cónclaves y cumbres de las cuales salen acuerdos “programáticos” aunque no haya ni programa, claro.

En su momento, la concertación alfonsinista se lanzó desde el Balcón de la Casa de Gobierno, la menemista abarcó a corporaciones y sindicatos, la duhaldista se amparó en los gobernadores. Todas fueron “oportunidades históricas”, dejaron nutridos álbumes de retratos y culminaron en dónde estamos... Una Argentina siempre crítica, al borde del abismo y ahora con un toque distintivo: el ocaso de las instituciones y un modelo de sociedad basado en las antinomias: amigos-enemigos. Antes había adversarios, hoy, con el fin de los principios sólo hay sumisión (amigos) o enemistad (oposición) Patriotismo en ningún lado. Si acaso la historia nos absuelve, sintámonos héroes.

En este trance de querer instaurar como “noticia” lo que no es novedad, la política se inmiscuye en terrenos donde su presencia puede ser letal. Lo evidenciamos esta semana con los dos casos de “abortos”, literalmente vendidos como “tema de debate” más que como hechos de extremada gravedad. Es incomprensible que la sociedad debata la legalidad de aquellos sin preguntarse qué hay detrás. Pareciera que es lógico buscar un “trasfondo” oscuro, por ejemplo, en la Marcha del próximo 31 de Agosto en pro de la seguridad pero no lo es buscarlo en lo que sí lo tiene: el “aborto” como noticia o como dato.

De violadores y victimarios no se habló en ningún lado. Más aún, la “justicia” oficial en la voz del juez Eugenio Zaffaroni, ratificó en sendos reportajes su posición favorable a la reducción de penas y condenas... Y para condecorar el golpe bajo mediático, tras el anuncio de los “abortos” realizados, se pasó a narrar la crónica de un nuevo caso. ¿En qué país medianamente serio hay “rachas” de violaciones masivas a discapacitadas y todas ellas quedan embarazadas? O, ¿a qué responden las noticias, la “actualidad” nacional?

Simultáneamente, las confesiones de una “arrepentida” repentina no fueron quizás lo suficientemente contundentes ni mediáticas para concentrar la atención masiva. Ni Pontaquarto ni Costanzo deben medir lo suficiente en las encuestas para que se continúe utilizándolos. Veremos esta semana si el tema Cromagnon alcanza un “zapping” más alto o si se consigue instalar el mensaje -nada subliminal- mediante una telenovela taquillera que pretende mostrar la venganza como sinónimo de justicia...

Y entre esos asuntos se pierde la Argentina y... se nos va la vida.

Hasta el tiempo esta devaluado en el país. La división que el Presidente necesita para mantenerse en escena llegó a los extremos más drásticos. Ya se había dividido militares de civiles, trabajadores de empresarios. Mientras la política plantea escisiones diversas como el caso de la Unión Cívica Radical como si fueran epopeyas.

Desde el Ejecutivo se busca cercenar la ciudadanía en el ámbito que sea: desde el fútbol donde barra brava se enfrentan a la dirigencia hasta en la miseria donde cartoneros luchan por “territorios” para “trabajar” discriminados, claro, del índice de desempleados. En consecuencia, y sin contar los planes jefes y jefas de hogar, subsidios y sub-empleados, éste tiende a bajar. El asunto es dividir, cercenar.

En ese cauce, hasta “cuidar” a Quebracho para que frene una manifestación de la comunidad israelí está justificado. La Justicia mira para otro lado. Si de dividir se trata, en vez de políticos tenemos artesanos. A un pueblo cuánto menos unido esté, más fácil será maniobrarlo.

Con esa premisa, se pretende dividir la marcha en pro de la seguridad creando una contra marcha oficial y acudiendo a métodos obsoletos como la prohibición a informar. Qué el delito es creciente no necesita confirmarse con un índice porcentual ni acá ni en ningún lado. En este sentido, la política oficialista tan consolidada, aparentemente, en lo económico hace agua y la realidad les choca con lo popular.

Pero no es tampoco la inseguridad lo que preocupa en Balcarce 50. Preocupa la marcha del Juan Carlos Blumberg porque puede implicar algo más que la movilidad social. Puede mostrar una fotografía del disenso en la Argentina. Puede ser la otra cara de la moneda. Puede ser un reflejo de que las encuestas pueden fallar o alterarse en décimas de segundos, no más. Puede ser la voz de una parte de la sociedad que necesita otros liderazgos para hablar. Esto es lo que preocupa al oficialismo. La concertación o la no-concertación son cortinas de humo en un país donde la coparticipación federal está armada de manera tal que, inexorablemente, ata a las provincias al poder central.

El poder real no estuvo en Rosario. Estaba en Mar del Plata dónde Kirchner se reunió junto al sindicalista Hugo Moyano. Guste o no, esa es la verdad. Lo demás es para el anecdotario.

Desde ya que los medios de comunicación tienen hoy un rol decisivo. Todo hace suponer que Néstor Kirchner será reelecto en el 2007 y bajo esa suposición, la duda que se asienta apunta a desentrañar: ¿Qué rédito da oponérsele? Es la pregunta clave no sólo en los despachos de los empresarios de la comunicación. En la medida en que le rédito se mida solamente en divisas, hay poco para hacer. Definir si se necesita una oposición, una alternativa o un ámbito de expresión independiente a la dirigencia actual es la disyuntiva en la que sí, no participa -o no debiera participar- el gobierno nacional.

Nada es más funcional a Kirchner que caer en la trampa acerca de las conveniencias de “peronizar” a Roberto Lavagna. Puede que Raúl Alfonsín sea una mochila de plomo para el ex ministro de Economía pero ello no faculta que se monten escenografías ficticias que recuerden a Herminio Iglesias.

Entre la tragedia y la comedia es difícil definir el género de lo que nos pasa. Puede, en ocasiones no más, causar gracia. Pero el tipo de gracia que se sostiene en el viejo refrán: “me río para no llorar” Y eso..., da lástima.

GABRIELA POUSA

(*) Analista Política. Lic. en Comunicación Social (Universidad del Salvador) Master en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE)