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25/03/2016 | Un nido para el radicalismo en plena Europa

Carlos Fresneda

La Gran Mezquita de Bruselas se convierte en el "refugio más activo del salafismo" en la UE. "Las autoridades han jugado con fuego durante 30 años", advierte un experto en islam.

 

El petróleo encendió la mecha del fanatismo, o eso parece. La historia el radicalismo islámico en Bruselas pasa necesariamente por la conexión de Arabia Saudita con la Gran Mezquita, enclavada en pleno "barrio europeo", en lo que fue el Pabellón Oriental de la Exposición de 1880, rematado un siglo después por un minarete.

Más de dos mil musulmanes vendrán hasta aquí en este viernes post-traumático, a escuchar la plegaria del imam Mohamed Ndiaye Galaye, que promete lanzar "un mensaje contundente contra los enemigos del islam y de la humanidad".

La Gran Mezquita despliega a su imam afable, africano y francófono a despachar con la prensa y a extender su mensaje de "condena y solidaridad" ante más de dos mil fieles. Pero los nubarrones de la sospecha están permanentemente instalados sobre este edificio redondo y de color crema, marcando la entrada al Parque del Cincuentenario, junto al cartel que promete "Carreras Profesionales en la UE".

Estamos ante lo que el diario 'Libération' ha bautizado como "el refugio más activo del salafismo en Europa", la primera "pica" del radicalismo saudí en el viejo continente, en tiempos del rey Faisal y su peculiar visión del "panarabismo" a golpe de petrodólares.

En Bélgica, allá por 1967, ocupaba el trono otro personaje histórico y cercano: el rey Balduino. En el nombre del oro negro y del "mutuo entedimiento", Balduino y Faisal sellaron lo que entonces parecía un generoso pacto: la cesión durante 99 años del pabellón en desuso, para la construcción de una mezquita y de un centro cultural islámico.

Bruselas necesitaba también en aquella época mano de obra barata. Y así fueron llegando oleadas de inmigrantes de Marruecos y Turquía, con una visión más moderada, pero expuestos a las plegarias de cada viernes de los clérigos sunitas en la Gran Mezquita, que propugnaban la ley islámica o "sharia" y el rechazo al "laicismo" occidental.

"Las creencias salafistas están muy ancladas en las mentes de los musulmanes de Bruselas", asegura el islamólogo Michel Privot, que achaca el radicalismo rampante al celo de los "misioneros" sauditas. "Las autoridades belgas han estado jugando con fuego durante más de 30 años".

En barrios como Molenbeek, donde la mitad de población es musulmana, existen ya más de 30 mezquitas, varias de ellas "marcadas" por sus mensajes radicales. Pero la referencia obligada para los más de 250.000 musulmantes de la capital belga (el 23% de la población) sigue siendo la Gran Mezquita, considerada por muchos como la avanzadilla de la Casa de Saud en "territorio europeo".

La paciencia del Gobierno belga tocó techo en el 2012, cuando se trasladó al embajador saudita la queja por "los sermones salafistas, antisemitas y anti-occidentales" de Khalid Alabri, director del Centro Cultural islámico, aledaño a la Gran Mezquita. Alabri fue destituido discretamente poco después, pero el control remoto que Ryad sigue ejerciendo sobre el templo de Bruselas ha vuelto a disparar las alarmas.

"Si el Gobierno federal se toma en serio la lucha contra la radicalización y el terrorismo,debe poner fin al acuerdo de nuestro país con Arabia Saudita sobre el control de la Gran Mezquita", ha denunciado la parlamentaria socialista Yamila Idrissi. "El principal centro de oración musulmán en Bruselas debe convertirse en un centro europeo, donde se practique el islam moderno".

"Las comunidades marroquíes, que son mayoría en Bélgica, vienen de las montañas y de la escuela malikista, mucho más tolerantes y abiertos que los wahabistas de Arabia Saudita", sostiene el parlamentario centrista George Dallemagne, que ha convertido también la Gran Mezquita en su caballo de batalla. "Lo que ha ocurrido en Bruselas es una especie de re-islamización, a manos de los clérigos salafistas. Muchos estudiantes marroquíes y futuros imanes reciben becas para estudaria en Medina".

Mohamed Ndiaye Galaye, el imam francófono de la Gran Mezquita, rebate sin embargo el "mito" de que el templo haya servido de caldo de cultivo del extremismo: "Este mismo años hemos puesto en marcha programas anti-radicalización para atraer a los jóvenes a las auténticas enseñanzas del islam".

"Debemos romper de una vez por todas la conexión que la gente hace entre el islam y el terrorismo", asegura Ndiaye Galaye, de origen senegalés. "La nuestra es una religión de paz, que respeta el principio de la vida, y ése va a ser el mensaje claro y contundente que vamos a lanzar en la plegaria del viernes, unido a la tristeza y a la solidaridad con las familias de las víctimas".

"El islam condena y rechaza la violencia, y no vamos a permitir que un grupo de criminales usurpe nuestra religión", asevera el imam. "Es doloroso e insoportable ver cómo esos individuos cometen atentados con una falsa excusa. Nosotros no vamos a permitir que sigan manchando de sangre nuestra religión y vamos a estar en primera fila en las marchas y en las protestas contra el terrorismo".

Como muestra de silenciosa de solidaridad, y a falta de un comunicado público de condena de los atentados, la Gran Mezquita ha colgado dos banderas belgas y una de la Unión Europea a la entrada, sobre el cartel que identifica el templo como afiliado a la Liga Mundial Islámica (por si alguien dudara de su vínculo espiritual y económico con Arabia Saudita).

Tarek, un comerciante marroquí que vive en el distrito Shaerbeek, asegura que lleva más de cinco años viniendo todas las semanas a la Gran Mezquita y que nunca ha oído un sermón que justifique la violencia o el odio a Occidente: "Mis tres hijos son belgas y quieren vivir en paz y en su país. Ellos mismos pudieron haber sido las víctimas de las explosiones. Todos estamos afligidos. Y todos debemos estar vigilantes".

El Mundo (España)

 



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