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09/04/2016 | España - Pistola humeante

David Gistau

Colin Powell volvió a poner de moda el término «pistola humeante». Lo recuperó del Watergate, donde la «pistola humeante», entendido el concepto como prueba irrefutable de algo, se refería a las conversaciones grabadas.

 

Colin Powell nunca encontró su pistola humeante, es decir, jamás demostró que en Irak hubiera almacenadas las sustancias para el asesinato en masa que justificaron la invasión. Pero nos devolvió un término tan grato al periodismo de cita en un garaje como el de Garganta Profunda.

Javier Chicote colocó ayer sobre la mesa una pistola humeante. La que demuestra que Podemos es el resultado del mismo proyecto expansivo del chavismo que en Argentina parasitó el kirchnerismo cuando a Chávez la juventud justicialista, de reminiscencias montoneras, le llenaba estadios para que Maradona pudiera botar a su lado. Esta revelación ubica a los jóvenes turcos del profesorado en la panza de un caballo de Troya infiltrado en España por una potencia extranjera (o por dos, a cuál más ignominiosa). Temo a los profetas de La Gente incluso cuando traen regalos.

Son cosas que ya sabíamos. Pero, después de contemplarlas negro sobre blanco en una comunicación interna a Chávez, será muy difícil que los rapsodas podemitas sigan atribuyendo el vínculo bolivariano a una conspiración reaccionaria de la casta para desgastar a gente tan pura, tan bienintencionada, tan refundadora y tan de abajo. A lo mejor hasta logramos recordar, sin que nos regañen, que fue Podemos, y no la chismografía destructiva a su alrededor, el que asoció todo nacimiento democrático en verdad rupturista y purgante con la guillotina: la que, según Iglesias, manejó ETA con coraje y sagacidad, en forma de píldoras de plomo, contra la mutación franquista favorecida por la Transición.

Estas revelaciones no afectarán al ánimo –al contrario: lo estimularán– de la militancia revolucionaria de Podemos que halló en la crisis y en el rencor social un camino para salir de los patios «okupas» e irrumpir en el corazón institucional. Pero sí debería obligar a hacerse unas cuantas preguntas a los que se creyeron la filfa socialdemócrata con la que se camufló Podemos para hacerse pasar por un PSOE nuevo y «cool», purificador, escandinavo. La paradoja de que el instrumento europeo de un anacronismo iberoamericano lograra ser aceptado como «lo nuevo» y lo progresista sólo es comparable al cinismo con que Pablo Iglesias se apropió bailando del Orgullo Gay mientras aceptaba financiación de un régimen donde los homosexuales, si se bambolean, es porque están colgados de una cuerda. Tanta impostura táctica, y tan eficaz, porque engañó a los que de verdad creyeron que con Podemos la democracia pegaba un salto evolutivo y se convirtieron en portadores ¿involuntarios? de un virus totalitario cuya cepa original está en Caracas. No lo digo yo. Lo demuestra la pistola humeante. Sigan autoengañándose los que ansían un partido que institucionalice su complejo de superioridad mientras vuelve fotogénica la venganza.

ABC (España)

 



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