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15/04/2016 | Eduardo Paes, alcalde de Rio de Janeiro: ''El impeachment de Dilma es negativo para la democracia''

Germán Aranda

Eduardo Paes, primer edil de Río, no está de acuerdo con el proceso de destitución de la presidenta, a pesar de pertenecer al PMDB, uno de los partidos que la apoyan.

 

El alcalde de Rio de Janeiro se encuentra en una encrucijada polìtica. Abanderado de la transformación de una ciudad que dentro de cuatro meses acogerá sus Juegos Olímpicos inspirándose en Barcelona, representa una de las pocas voces apaciguadoras en medio del clima de crispación política que vive Brasil. A diferencia de su partido, el PMDB, que abandonó recientemente su coalición con el gobierno de Rousseff, Paes está totalmente en contra de la destitución de la mandataria que se votará el próximo domingo en la cámara de diputados. Buen amigo de Lula, recuerda al ex presidente en su carisma y capacidad pragmática para recabar apoyos entre personas de toda ideología. Él se define "de centro". Tal vez por eso suene como posible candidato a las elecciones de 2018, aunque para ello las obras olímpicas tendrán que esquivar las sombras del Caso Lava Jato, que le acechan por el momento sin una investigación concreta.

Pregunta.- ¿Por qué aparece su nombre con el apodo 'Nerviosito' en una lista con valores de transferencias de la constructora Odebrecht divulgada por los jueces de la Operación Lava Jato?

Respuesta.- Se trata de las donaciones electorales realizadas dentro de la ley. No hay ninguna irregularidad en ellas. Pero si me llaman 'nerviosito', mejor eso que 'pasivo' o 'cariñoso' (motes de otros políticos en la lista), porque significa que soy duro, que les doy bronca. Por eso en Rio de Janeiro las obras de las Olimpiadas se han realizado a buen ritmo.

P.- ¿No debe preocupar que las grandes empresas del caso Lava Jato se hayan ocupado de gran parte de la ciudad olímpica?

R.- No, porque esas son las grandes empresas brasileñas. Llevamos dos años desde que se inició la Operación Lava Jato y no hay denuncias contra obras olímpicas. Que se paguen o no se paguen sobornos depende del cliente y si en Petrobras se pagaban, aquí no lo hemos hecho. No sé si lo van a continuar siendo, pero Odebrecht, Galvao, Andrade Gutierrez, etc., son las grandes empresas del país y es normal que estén no sólo en las principales obras de la ciudad, sino de todo el país.

P.- Su partido, el PMDB, después de haber abandonado la alianza de gobierno, va a apoyar el 'impeachment' de la presidenta Rousseff que anda en la Cámara por sus maniobras fiscales. ¿Usted está de acuerdo con esa postura?

R.- No, yo no creo que las maniobras fiscales sean suficientes para que la presidenta caiga y si eso sucede, será negativo para la democracia. El 'impeachment' no es normal y se están llevando a cabo unas exageraciones importantes. Pero yo ya hice en su día un esfuerzo por intentar evitar la destitución y ahora prefiero mantenerme alejado de la política de Brasilia y centrarme en mi ciudad. Pero lamento mucho lo que está sucediendo.

P.- Usted es buen amigo del ex presidente Lula, acusado de corrupción, y una conversación telefónica filtrada recientemente entre usted y él le ha granjeado bastantes críticas.

R.- No entiendo por qué no puedo ser su amigo. Si Lula ha cometido algún pecado, que sea castigado, pero todavía no ha sido culpado de nada. Lula fue un gran presidente de Brasil y me ayudó mucho como alcalde. Si algún día es preso pues no podré hablar con él, pero mientras tanto, no sé por qué se te puede acusar de nadie por hablar con otra persona. No hay ninguna acusación contra mí más allá de que haya hablado con Lula.

P.- Parece bastante desencantado con la política brasileña.

R.- Lo que veo últimamente me aleja de Brasilia, veo una política nacional desaliñada. La política es, para mí, el arte de buscar consensos, a veces cediendo más, otras menos. Pero en Brasilia la política se ha convertido en el arte del disenso y eso denota una falta de madurez.

P.- ¿Se ve allí, en Brasilia, como presidente en 2018 como sugieren algunos?

R.- No, no, yo no pienso en eso. Adoro ser alcalde de Río, si pudiese continuaba siéndolo toda mi vida, porque ese era mi sueño (su segundo y por ley último mandato termina en octubre después de los Juegos).

P.- ¿Cómo está la agenda de la ciudad de cara a los Juegos? El Comité Olímpico parece satisfecho con el avance de las obras.

Sí, estamos yendo muy bien. Desde el día que surgió la oportunidad de ser sede de los Juegos tuvimos el desafío de usarlos para cambiar la ciudad, da mucho trabajo pero es placentero al mismo tiempo. En los últimos años se ha hecho más duro porque la crisis en el país y en el estado de Rio nos cargan más peso sobre nuestras espaldas, tenemos que conducir algunos procesos más solos. En cuanto a las obras, lo único que falta por terminar es el velódromo y ya tenemos a una empresa finalizando el trabajo que la anterior tuvo que abandonar. Las aguas de la bahía de Guanabara, que eran una preocupación, deberían de estar más limpias pero han pasado satisfactoriamente dos pruebas.

P.- Los desalojos de favelas han sido la principal polémica que ha tenido que afrontar el gobierno. Unas 65.000 personas han tenido que dejar sus casas en áreas deprimidas de la ciudad, según un estudio de la Universidad Federal Fluminense.

R.- Ese número no es verdad y vincular todos los desalojos al Mundial y a las Olimpiadas no tiene sentido. Donde hemos llevado a cabo reasentamientos hemos compensado con indemnizaciones o trasladando a las familias para cerca de sus residencias en complejos residenciales.

P.- La llamada pacificación de las favelas (sustitución de los narcos por policía permanente) de la ciudad no ha resultado ser tan efectiva como parecía cuando empezó el proyecto. ¿Ha perdido la ciudad la ocasión de utilizar los Juegos para convertirse en un lugar más seguro?

R.- La violencia es una gran llaga no sólo de Río, sino de todo el país. No es responsabilidad directa del Ayuntamiento, pero lo cierto es que la situación ha mejorado, con una reducción efectiva del número de homicidios, que es un índice muy importante. Desde luego, podría estar mucho mejor, pero no lo vemos como un desafío olímpico porque sabemos que los eventos se celebran con seguridad y es un reto que es para todos nosotros y va mucho más allá de los Juegos.

P.- La desigualdad de la ciudad ayuda a generar esa violencia, ¿no cree?

R.- Tengo una lectura un poco diferente al respecto. Aunque la desigualdad ayuda, conozco lugares más injustos y desiguales y al mismo tiempo más seguros. Es un prejuicio vincular pobreza a violencia porque no todo el que es pobre se dedica a ser violento. La acción policial, la corrupción en la policía y cierto sentimiento de impunidad, a mi modo de ver, alimentan más la inseguridad en las ciudades.

P.- ¿Por qué le inspira tanto Barcelona como ciudad olímpica?

R.- Admiro mucho a Maragall, que estuvo aquí en varias ocasiones para conocer nuestra apuesta. Barcelona se transformó mucho después de los Juegos Olímpicos y Río de Janeiro lo está haciendo aún más. Siempre me gustó esa idea de una ciudad aprovechándose de los Juegos para mejorar, y no al revés. Barcelona pasó de ser un balneario simpático en el sur del mediterráneo europeo a una ciudad relevante en Europa a partir de los Juegos.

El Mundo (España)

 



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