Durante meses, piedras y tierra contuvieron el horror. Sin embargo, es ahora cuando las palabras sacan a la luz la infamia. El Gobierno del Estado de Kaduna, norte de Nigeria, ha admitido la muerte de al menos 347 miembros de un grupo chií durante los enfrentamientos con el Ejército de Nigeria el pasado mes de diciembre.
El reconocimiento público fue llevado a cabo durante la
comisión judicial que investiga las muertes, donde se informó, además, que los
cuerpos fueron enterrados en fosas comunes.
Según la
cúpula militar nigeriana, los disturbios se iniciaron después de que miembros
del Movimiento Islámico de Nigeria (IMN), un grupo nacido en la
década de los 80 bajo la inspiración de la Revolución Islámica de Irán,
hubieran levantado una barricada en las cercanías de una mezquita local, con el
objetivo de detener y atentar contra el convoy del jefe del Estado Mayor,
el teniente general Tukur Buratai, que discurría por la carretera.
«La
versión militar nigeriana de los hechos no se sostiene», aseguraba
posteriormente Daniel Bekele, director para África de Human Rights
Watch. «Es casi imposible ver cómo un control de carretera por hombres
jóvenes enojados podría justificar el asesinato de cientos de personas»,
añadió.
Para
frenar las hostilidades y verter luz sobre el incidente, el gobernador del
Estado norteño de Kaduna, Nasir Al Rufai, creaba a comienzos de año una
comisión investigadora. Sin embargo, el IMN anunció entonces su negativa a
formar parte de ésta hasta que su líder, el jeque Ibrahim Al Zakzaky, fuera
absuelto.
Durante
la narración de los hechos, el director general de la agencia estatal para el
diálogo interreligioso, Namadi Musa, dio una descripción gráfica de cómo 357
cadáveres fueron enterrados por miembros del Ejército. La sepultura masiva
fue llevada a cabo en secreto en la madrugada del 14 de diciembre.
No
obstante, el INM eleva el número de sus desaparecidos a más de 700.
Arabia
Saudí e Irán
El
Movimiento Islámico de Nigeria cuenta con cerca de tres millones de seguidores
repartidos por Nigeria. Desde el Gobierno, se les acusa de pretender la
creación de un Estado chií en el norte del país (de mayoría musulmana suní) con
la base inspiradora del movimiento revolucionario iraní; algo que ellos
niegan. A pesar de ello, su peso geopolítico no debe ser desestimado.
Sobre
todo, tras el último encontronazo entre Arabia Saudí e Irán, y el tablero de
ajedrez en que se ha convertido Nigeria.
A
mediados de diciembre, Arabia Saudí anunciaba que más de la mitad de los
miembros de la Alianza Militar Islámica, un entramado de 34 naciones que se
formó para luchar contra los grupos islamistas, eran estados africanos.
En este
listado, el Gobierno de Riad incluía a Nigeria. Sin embargo, la propia
Presidencia nigeriana desmentía posteriormente esta noticia al asegurar que la
decisión de unirse a esta entente no se ha tomado aún. «Nigeria no está
dentro o fuera», se aseguraba.
Para un
buen número de analistas, la mesura en sus relaciones con Arabia Saudí está
encaminada a no irritar aún más a los miembros del IMN. En este sentido, a
comienzos de año, el ministro de Asuntos Exteriores nigeriano, Geoffrey
Onyeama, instaba a las autoridades de Arabia Saudí e Irán a calmar su ruptura
diplomática, y advertía que la paz entre los países productores de petróleo es
esencial en el alivio de los precios del crudo.