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31/08/2006 | Mercado, política y guerra

Laura Etcharren

Relaciones peligrosas para el futuro mundial, en tanto no se logre el equilibrio.Pequeño estudio teórico e histórico para comprender la génesis de la guerra.

 

Las variables mercado, política y guerra, en su relación estrecha, permiten explicar cómo se conforman las relaciones sociales de producción y dominación.

Tanto es así, que las conquistas humanas en términos de patrimonio territorial, instituciones, cultura, conocimiento y demás, se llevaron a cabo mediante el empleo de las armas.

El intercambio comercial entre los pueblos, ha sido y aún sigue siendo, una de las principales condiciones para el surgimiento de conflictos; que en ciertos momentos obligan a la toma de las armas, desatándose así, una guerra.

Pensemos por unos instantes en la invasión de Irak a Kuwait y la posterior intervención de Estados Unidos, como un ejemplo concreto acerca de cómo la economía y la necesidad de poder y dominación, actúan como factores desencadenantes de contiendas bélicas.

Contiendas, que no sólo implican importantes costos humanos, sino también, conllevan costos económicos.

Fundamentalmente, en la formación de un ejército capaz, disciplinado y organizado.

El estudio de las condiciones climáticas, del terreno, y de todas aquellas cuestiones referentes a la formación del ejercito enemigo, forman parte de la preparación de la milicia.
Tácticas y estrategias que la misma debe emplear para lograr el desgaste del oponente.

Aunque también, para que pueda adaptarse al medio en el cual se libra la lucha.
Continuando con el anterior ejemplo, observamos que:

Dada la lógica del poder, quien controla las mayores reservas de energía del mundo, controla las ganancias, establece los niveles de producción y fija los precios.

Se dispone de un poderoso instrumento para controlar los asuntos del mundo, subyugando a aquellas naciones que por sus características socio históricas y su estructura económica, carecen de un equipamiento militar lo suficientemente adecuado para el despliegue de un ejercito que sea comparable -posesión de tecnología, nivel de industria armamentista- al de un país del primer mundo, considerado como primera potencia mundial.

Centrándonos en la relación mercado/guerra se observa cómo el desarrollo militar de los pueblos se supedita a los aspectos productivos de cada sociedad.
Estas necesidades básicas de las distintas sociedades, conforman un conjunto de causas por las cuales surge una guerra.

Las ciudades antiguas estaban conformadas por un gremio de guerreros-propietarios agrícolas que vivían de sus rentas agrarias y del pillaje guerrero.

Se le otorgaba mayor importancia a lo militar. Las ciudades medievales, en cambio, eran típicas corporaciones organizadas por gremios de artesanos y guildas de comerciantes que conseguían sus rentas de sus actividades productivas y mercantiles.

El desarrollo económico se presentaba como la meta principal.

Ahora bien, la relación entre guerra y política es interesante para comprender la constitución del orden.

Así como la guerra implica la constitución de un enemigo, la política, también. De ahí, la relación que experimentan las variables y que ha servido de instrumento de análisis y reflexión filosófica.

La evolución de la humanidad ha dado pruebas suficientes que demuestran que los seres humanos al igual que las Naciones vivimos en la permanente espera de una guerra, el peligro, tal vez, sea imaginario pero el sentimiento de dicho peligro es real.

Frente a esta frase, recordamos a Thomas Hobbes. Él, estableció que los hombres se encuentran en un estado de guerra de todos contra todos, el cual subsiste en tanto que los hombres se pelean porque son objetos deseantes, se pelean por naturaleza, por lo que el peligro de una guerra con derramamiento de sangre es una posibilidad que jamás debe descartarse.

La existencia de un enemigo, sea potencial o no, es lo que lleva a los sujetos y/o Estados a preservarse. En base a estos supuestos, desde el punto de vista político administrativo, las ciudades constituían una peculiar fortaleza y guarnición.

El caso de China es representativo, dado que se encontraba rodeada por grandes murallas.
Sin embargo, esta característica, no era extensiva.
La ciudad de Esparta, representa un caso particular.

Desprovista de murallas, la ciudad misma era considerada por sus habitantes el campo militar.
Un campo, abierto permanentemente a la guerra.
Antiguamente, además de los castillos y las murallas, existían otro tipo de fortalezas.

Entre ellas, la forma de recinto circular, característica de los territorios en pugna o en estado de guerra permanente.

Desde antiguo, apreciamos que el despliegue de lo militar es condición sine qua non para la defensa del territorio, siempre y cuando éste, se encuentre delimitado y ávido de proteger sus intereses políticos, económicos y culturales deseados por los enemigos. Pues se desprende, que la potencialidad de la guerra era siempre barajada por el Príncipe (soberano). Quien en tiempos de paz debía prepararse para la guerra, ya que de lo contrario, la consecuencia sería, la pérdida del Estado.

Recordemos que en la antigüedad, el rey garantizaba el comercio y el mercado, otorgando así la paz comercial. La presencia del castillo contribuía a que pudiese ser garantizada la paz militar porque el mismo representaba el poder político y militar.

Las diversas teorías de la guerra, supieron enunciar que: “La Guerra es la situación natural de los estados” y que “El fundamento de todos los estados es una buena milicia.”

Esto último reflejaba la primacía que pensadores como Maquiavelo le daban a las organizaciones militares por sobre las civiles.

La dialéctica política- guerra, como fundante del orden social establecido, se debe también, a que los Estados en los cuales vivimos, sus instituciones y leyes, han sido producto de conflictos sangrientos.

De una u otra manera, las diferentes teorías de la guerra coinciden en que el objeto esencial de la política, es a la vez la guerra, como dijo Maquiavelo.

Y que la guerra, es la continuación de la política, como postularon Mao y Clausewitz.
La guerra y la política, por medios distintos, tienen un mismo fin: la preservación del poder.

No son elementos susceptibles de ser escindidos, fundamentalmente, si consideramos que la acción política se concentra en la guerra o en la preparación para la guerra.

Desde Clausewitz, la política crea las fuerzas y determina los objetivos de la guerra. Esto significa que la guerra aplica las fuerzas para producir una desposesión y apropiación del poder sobre el cuerpo. Mientras que la política, utiliza ese poder para apropiarse de fuerzas producidas por el cuerpo, a sus propiedades.

Consideraciones de cierre

Históricamente, guerras, luchas y batallas han sido libradas, para la obtención de bienes materiales, o bien, para el apropiamiento de una región y/o país.
Por supuesto, otro fin esencial ha sido el establecimiento de relaciones de dominación para intervenir en la construcción de la subjetividad de los sujetos, anteponiendo una nueva cultura a la ya existente. Para lograr los cometidos, se han empleado estrategias y tenido en cuenta cuestiones tales, como la geografía, la geopolítica, el territorio, la formación del ejército contrario y sus puntos débiles.
Emplear todos los medios de desgaste para perturbar y derrotar al adversario.

A partir de la Edad Media, con la expansión de las relaciones mercantiles, el arte militar cambia y se comienza a producir una comercialización de la violencia organizada.

Claro está, que se advierte la importancia de la captación del ingreso de los metales a la guerra.
Así, aparece un nuevo objeto de estudio que tiene que ver con cómo la guerra desarrolla la industria y cómo esta última, cambia la guerra.

Pues también existen diversos tipos de guerra.

Las llamadas guerras de movimiento son aquellas que no suponen combate por ser guerras sin derramamiento de sangre.

Representan un tipo de guerra que se encarga de perturbar al enemigo mediante tácticas como la interrupción de las comunicaciones.

Al no producir derramamiento de sangre visible, este tipo de guerra demuestra que el estudio de la lucha política supone una cuestión militar.
En contraposición, aparecen las guerras de aniquilamiento.

A ellas, se refiere Clausewitz. Marcan una política y una guerra sin contenido moral.
El caso de Esparta, así como la mayor parte de los combates que se dieron y siguen dando en la actualidad en la región del Oriente Medio tienen que ver con esta clase de guerras.

Finalmente, cabe destacar, que el renacimiento dio lugar al inicio de una nueva etapa en el desarrollo de lo social. Generó nuevas formas de organización militar.

La formación de ejércitos permanentes que incluyeran la infantería y la constitución de ejércitos regulares pero con ciudadanos -como estableció Maquiavelo-, son algunas de las cuestiones que fueron tomando forma a lo largo del tiempo, dejando atrás la imposición del orden lineal y geométrico que tuvo vigencia hasta la Revolución Francesa.

Sin más, no olvidemos que pese a que el interés estratégico a largo plazo de una clase dominante consiste en perpetuar su dominio; el de una clase dominada consiste en destruir el sistema de dominación.

Offnews.info (Argentina)

 



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