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28/04/2016 | ¿Por qué sigue Bernie Sanders en las primarias?

Dori Toribio

Hillary Clinton tiene la nominación demócrata en el bolsillo. Sus victorias aplastantes en Nueva York, Pennsylvania, Maryland, Connecticut y Delaware han despejado el camino de la ex secretaria de Estado hacia la candidatura presidencial.

 

Pocas dudas quedan ya de que será la ganadora de las primarias demócratas. Pero su triunfo final se retrasa por la resistencia del senador de Vermont, Bernie Sanders, que insiste en que aguantará en pie hasta el final de esta carrera. ¿Por qué seguir adelante cuando parece estar todo perdido? Fácil. Porque puede.

Sanders quiere llegar hasta la Convención de julio. Aunque para ello su campaña tenga que hacer en breve grandes recortes de personal en todo el país. Tiene un objetivo en mente, como él mismo reconocía esta semana en un comunicado: “La gente de cada estado debe tener el derecho a decidir a quién quieren como presidente y cuál debe ser la agenda del partido. Es por eso que estaremos en esta carrera hasta que se deposite el último voto. Es por eso que esta campaña irá a la Convención Nacional Demócrata en Filadelfia con la mayor cantidad posible de delegados para luchar por una plataforma progresista.”

Sanders admitía así por primera vez explícitamente que sabe que no va a ganar la nominación. Pero no se va a retirar ahora. Porque ya ha llegado muy lejos. Donde ni él mismo pensaba que llegaría. Pasó de anunciar su campaña presidencial más solo que la una y 50 puntos por debajo de Clinton, a revolucionar las primarias y poner en más de un aprieto a la todopoderosa ex primera dama de Estados Unidos. A sus 74 años y sin apoyo del establishment demócrata, Sanders ha ganado primarias y caucus en 17 estados y suma casi nueve millones y medio de votos, rozando el total de Donald Trump. El senador ha conseguido 1.321 delegados hasta la fecha de los 2.383 necesarios, según cálculos de AP. La gran diferencia es que Clinton cuenta con una abrumadora mayoría de los superdelegados en juego, pesos pesados del partido con un voto independiente en la Convención. Es ahí donde radica gran parte de la victoria de la ex secretaria de Estado. Y Sanders conocía las reglas del juego desde el principio.

Pero se lanzó igualmente a la arena electoral para democratizar unas primarias que de lo contrario hubieran sido una coronación en toda regla. Sanders quería reanimar el proceso político e inyectar emoción a la batalla. Y lo consiguió. Gracias a Sanders, muchos votantes jóvenes e independientes han salido de casa para votar en las primarias, algo que tradicionalmente no suele ocurrir.

Además el senador de Vermont, que se define como socialista demócrata, ha conseguido escorar el mensaje de Hillary Clinton a la izquierda y poner sobre la mesa un profundo debate progresista en el seno del partido. Ha introducido asuntos como la subida del salario mínimo, la desigualdad de la cobertura sanitaria, la regulación del poder de las instituciones financieras de Wall Street y la rebaja de los costes de las universidades públicas. “Vamos a ir a la Conveción de Filadelfia y vamos a luchar por una plataforma que represente las necesidades de las familias trabajadoras”, explicaba Sanders en una entrevista. Su objetivo está conseguido.

El problema es que su extendida batalla ha contribuido a desgastar la imagen de Hillary Clinton. Y más lo hará, cuanto más duren las primarias demócratas. Sanders pone el dedo en las debilidades de la candidatura de la ex secretaria de Estado, que es percibida como poco fiable y honesta entre los votantes y muchos cuestionan el origen de su fortuna, su Fundación Clinton y sus vínculos con Wall Street.

Pero el senador de Vermont no da un paso atrás. Igual que Hillary Clinton se resistió a darlo en 2008 y admitir la victoria de Obama. Sanders sigue teniendo energía y ganas suficientes para continuar. También votos. La recaudación le empieza a flaquear, eso sí, por lo que la campaña ha concentrado el dinero en la decena de estados con primarias por delante. Bernie Sanders no quiere defraudar a los suyos. Ni a sí mismo. A sus 74 años, esta es quizás la última vez que se presente a unas elecciones presidenciales. Es ahora o nunca. Y, no nos engañemos, se lo está pasando en grande. Pero sobre todo ha inciado una revolución que ya es imparable. Y quizás en las próximas elecciones haya otro Sanders… quizás más joven… quizás menos blanco… que recoja su testigo y escriba el futuro del partido demócrata en Estados Unidos.

ABC (España)

 



 
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