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19/05/2016 | La ruta del terror islamista (3) - Bélgica: El otro alcalde de Alepo

Beatriz Navarro

Vilvoorde, muy tocada aún por su declive industrial, es la ciudad belga más afectada por el yihadismo.

 

Dos semanas después de tomar posesión como alcalde de Vilvoorde, Hans Bonte recibió la visita de los servicios de seguridad del Estado y expertos en terrorismo. “Tiene usted un grave problema. Varios jóvenes de su ciudad se han ido a Siria con grupos yihadistas y se van a ir más, porque están reclutando a tope desde Siria’, me dijeron en este mismo despacho”, a primeros del 2013, cuenta Bonte mientras toca madera. Este mes se cumplen dos años de la salida del último yihadista de esta ciudad, una prolongación de Bruselas en todos los sentidos.

Nadie vio venir el problema. Algunos padres habían ido a la policía, alarmados. “No hay nada ilegal en irse a Siria”, les respondían. Varios incidentes sin embargo deberían haber hecho saltar las alarmas. Gran parte de los implicados en enfrentamientos con la policía registrados en Amberes y Molenbeek (Bruselas) en el 2012 procedían de Vilvoorde. El grupo salafista Sharia4Belgium había estado reclutando en la ciudad, donde conocía chavales del entorno de la pequeña delincuencia. En la calle, la estación, los bares de narguile... Enseguida encontraron seguidores, la mayoría sin recorrido religioso previo, para su particular versión del islam y la glorificación del martirio. Muchos acabaron en Alepo (Siria), en posiciones importantes entre los yihadistas extranjeros.

Vilvoorde es, proporcionalmente, la ciudad belga más afectada por el fenómeno. Se han ido 28 jóvenes, entre ellos algunos menores y varias chicas, ‘novias de la yihad’ (recuentos no oficiales elevan la cifra a 40). Unos pocos han vuelto. Algunos han muerto en la guerra. “En una ciudad de 43.000 personas, eso significa que en todas las escuelas, barrios y clubes deportivos hay alguien que se ha ido. Toda la comunidad está de alguna forma afectada”, explica el alcalde. Vilvoorde pasó a ser conocida como ‘la ciudad de los yihadistas’. La sangría continuaba. Fue entonces cuando Bonte decidió “romper el tabú” y, junto con Amberes y Malinas, pasando por alto sus diferentes colores políticos, diseñar su propio plan de seguimiento y prevención.

En el instituto técnico De Brug recuerdan bien aquel periodo, aunque entonces no entendían qué ocurría, reconoce Mina. “Fue ahí donde reclutaba” Sharia4Belgium, cuenta, señalando el famoso viaducto de la ciudad, bajo el que suele haber chicos jugando al fútbol. “El grupo se hizo cada vez más grande. Primero pensamos que estaban fumando porros pero resulta que hablaban de religión. Luego les vimos predicando por ahí”. Un chico de clase de su hermano se fue justo antes de los exámenes finales , recuerda esta estudiante, que dice conocer media docena de casos más.

Una de las claves para frenar la radicalización ha sido implicar a la comunidad educativa. “Hemos formado al personal para reconocer a personas que se están radicalizando. Tenemos maestros de islam que pueden hablar de tú a tú con estos jóvenes y romper esa barrera que ponen los radicales entre ‘nosotros’ y ‘ellos’. Y organizamos actividades deportivas fuera del horario escolar para que chicos no estén rondando por las calles”, explica Denis Holbrechts, director del centro.

Aunque se ha detenido a algunos iniciando el viaje a Siria, desde mayo del 2014 no ha habido más salidas. “La radicalización se combate en las escuelas, las mezquitas, los parques, los clubes deportivos…”, afirma el alcalde. “Es necesario movilizar a toda la sociedad y sobre todo a la comunidad musulmana, como ocurre aquí. Están doblemente motivados para hacer algo: pierden a sus hijos, ven sus creencias manipuladas y sufren el racismo”.

El reto es mayor que en Malinas, donde, con casi el doble de habitantes, no consta ninguna partida a Siria. “Hay que reconocerle el mérito de que es una sociedad menos dualizada. En Vilvoorde hay muchas frustraciones acumuladas”, reconoce su alcalde. La desaparición de la industria de transformación y el cierre de la fábrica de Renault en 1997 aún duele. Sobre el papel, sin embargo, la economía local va bien. Por su situación, muchas grandes empresas tiene aquí su sede. Pero los sectores en que demandan empleo (comunicación, finanzas, farmacia) no encajan con la calificación de la joven mano de obra local (la mitad es de origen extranjero).

El racismo y discriminación están en boca de todos. Saliha Ben Ali, madre de un chico de 19 años que murió en combate en Siria, se fue hace un año de la ciudad. Se sentía señalada. “La gente vive encerrada en su propia comunidad, no hay puentes. Cada uno va a lo suyo. La xenofobia se convierte en racismo y luego en islamofobia. La respuesta no puede ser sólo policial, hay que invertir en políticas sociales y ofrecer espacios a los jóvenes. En Vilvoorde no hay absolutamente nada”, critica. Este mes se ha inaugurado el primer centro para jóvenes.

Vilvoorde tiene una elevada tasa de criminalidad. El ayuntamiento, con graves problemas de financiación, ha invertido en medidas de seguridad e intenta fomentar la diversidad dentro de la policia para ganar en respeto y acabar con los prejuicios “en ambas direcciones”. han contratado agentes de origen magrebí e impulsado iniciativas más originales, como hacer deporte junto con los grupos conflictivos. “Tenemos un grupo de chavales salafistas que siempre tenía líos con la policía. Lo que hacemos para crear una base de mínima confianza es, por ejemplo, organizar partidos de fútbol juntos: salafistas contra policías. Sí, no se ría, ¡yo hago de árbitro!”, cuenta Bonte.

El éxito de Vilvoorde para frenar la radicalización ha llamado la atención en Estados Unidos. El alcalde ha compartido su experiencia con Columbus (Ohio), considerada similar a Vilvoorde, y hace un año participó en una cumbre sobre el tema en la Casa Blanca con Barack Obama.

Bonte, que inició su carrera como trabajador local en Molenbeek, no se muerde la lengua al criticar las graves disfuncionalidades y el descontrol en Bruselas. Un yihadista retornado que estaba supervisado mediante una pulsera electrónica se mudó a la capital harto de la vigilancia de Vilvoorde. “Estoy terriblemente preocupado por cómo se ha quedado parada en el tiempo. Es inexplicable que siga teniendo 19 ayuntamientos y seis zonas policiales. Esto tiene efectos dramáticos para la seguridad. Veo una absoluta falta de compromiso en los alcaldes para afrontar el problema. La Justicia en un desastre, hemos sido demasiado laxos con la delincuencia juvenil”, sostiene en su despacho.

Una enigmática pintura decora el despacho de Bonte. La descubrió por azar tras la visita de los servicios antiterroristas, al firmar una póliza de seguros. El título de la obra de Jean François Portaels le llamó la atención: El fumador sirio. La mandó colgar de inmediato. Cada día le recuerda que su combate en Vilvoorde pasa por Alepo.

La Vanguardia (España)

 



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