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07/07/2016 | Argentina- La señal de la mafia

Ernesto Tenembaum

En el fútbol argentino, el talento y el dinero ocultan a los facinerosos que lo destruyen

 

Los partidos de fútbol que se juegan en la Argentina tienen una particularidad: en la mayoría de ellos, la mitad de las gradas lucen vacías. Se trata de todo un símbolo y de uno bien macabro. Esos espacios no se llenan porque el Gobierno prohibió la entrada de la afición visitante. Y lo hizo porque, fin de semana por medio, moría gente baleada en algún estadio del país. Eso sucedía porque ese espacio público está copado por las barras bravas, que en realidad son agrupaciones en las cuales destacan, y esto es literal, exconvictos por causas de homicidios, secuestros extorsivos o narcotráfico. Las guerras entre ellos se definían en territorio futbolero. Las víctimas, muchas veces, eran simpatizantes normales, que caían bajo las balas perdidas.

En ese clima, no es sorprendente que Lionel Messi dude si seguir o no en la selección argentina, o que renuncie su entrenador. Lo sorprendente es que alguien quiera exponerse a ese nivel de violencia cuando hay, y sobre todo para personas de esa jerarquía, tantas otras cosas agradables que hacer en la vida.

Es difícil señalar cuándo empezó este proceso, pero se pueden encontrar algunos indicios. La semana pasada, la justicia pidió la captura de un señor llamado Marcelo Mallo porque lo considera autor material de uno de los primeros crímenes narco en las afueras de Buenos Aires. No se trataba de una conjetura: le habían encontrado el arma homicida. Avisado a tiempo, Mallo se fugó. Hace apenas unos años, Mallo era un hombre muy importante porque el Gobierno kirchnerista le había encargado que conformara una ONG para organizar a las barras bravas, financiarlas, y encolumnarlas políticamente. Mallo es de las pocas personas que aparece junto a Cristina Kirchner durante las exequias de su marido. Y tiene una foto hasta con el papa Francisco. No solo él: todos los barras se sintieron impunes gracias a sus fotos con senadores, diputados, gobernadores, sindicalistas y presidentes. Muchas veces pasaron de ser empleados de los dirigentes del fútbol a sus jefes. La mayoría de los jugadores se vieron obligados a dejar parte de su ingreso en manos de esa omertá.

Esa historia estremecedora se completa con otra. Diez días atrás, una jueza procesó a varios funcionarios de Cristina Kirchner y a media docena de dirigentes del fútbol porque desviaron fondos que debían ir a los clubes, a cambio de la televisación gratuita de los partidos. Así las cosas, en los últimos años, el Estado puso más dinero que nunca en el deporte más popular de la Argentina pero los clubes están cada vez más quebrados. En el medio, están los dirigentes políticos y deportivos, que muy habitualmente son los mismos. Son, también, muy comunes las maniobras para evitar que lleguen al presupuesto de los clubes el dinero proveniente de la millonaria venta de jugadores.

El sol de ese sistema fue uno de los grandes personajes argentinos, el presidente de la AFA durante 30 años, el vicepresidente de la FIFA, que se llamó Julio Grondona. Él lo armó a su imagen y semejanza. Y, mal que mal, lo controlaba. Si viviera, Grondona estaría detenido en los Estados Unidos por una causa que ya se llevó a varios colaboradores. Pero murió a tiempo. A sus exequias concurrieron para homenajearlo Cristina Kirchner y el actual presidente Mauricio Macri, cuyo sector político controla desde hace 20 años el Club Boca Juniors, el de la barra más temible del país. Ni Michael Corleone logró lo de Grondona.

A su muerte, todo se desmadró. Ya no hay técnicos de las selecciones juveniles, ni certidumbre sobre nada. Al reino de la mafia, le siguió el de la mediocridad. Y, en ese contexto, lo que menos importa es quién es el técnico o cómo le irá al país en el próximo Mundial. Hay, como se ve, un problema mucho más grave, que involucra a la mafia del fútbol, y a la dirigencia política que, hasta aquí, la ha protegido.

A veces sucede que la riqueza suele ser una maldición. Es difícil encontrar un país petrolero con democracia estable o desarrollo diversificado.

Algo así ocurre con el fútbol argentino: demasiados cracks, demasiado dinero, demasiado talento oculta a los facinerosos que se empeñan en destruirlo.

Mientras tanto gastan a cuenta y se rodean de maleantas que juntan votos, hacen negocios millonarios y andan a los tiros.

El Pais (Es) (España)

 



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