Nadie lo habría dicho hace una semana. David Cameron se ha despedido de su gabinete con buen humor y sin derramamiento de sangre. Poco pareció importante el abucheo con el que le recibieron en Wimbledon. El mismo lunes, después de anunciar el traspaso de poderes a Theresa May, el primer ministro se fue canturreando a su oficina ("Do, do, do, dooooo") como si en el fondo estuvierafeliz por quitarse el peso de encima.

El martes fue el día de las mudanzas y las furgonetas, y también su última noche junto a Samantha en Downing Street. El miércoles acudirá por última vez al Parlamento en calidad de premier, y justo después irá a Buckingham Palace a presentar su dimisión a la Reina. ¿Y después qué?

Lo más inmediato será el "realojamiento": o en la casa familiar de North Kensington que tenía alquilada o en la granja de Oxfordshire donde solía refugiarse los fines de semana. La siguiente decisión será dónde escapar de vacaciones y disfrutar del auténtico "chillaxing" en chancletas. Lanzarote le vuelve a tentar de lejos, aunque es posible que opte al final por el turismo doméstico -tan de moda con el Brexit- y se marche con lo puesto a Polzeath, en Cornualles.

A Cameron, que llegó en el 2005 con la vitola del líder más joven en la historia del Partido Conservador, le quedan aún tres meses para cumplir los 50 (Theresa May cumplirá casi al mismo tiempo los 60). Una cosa es relajarse, y otra es retirarse... Sus planes iniciales pasan por seguir siendo diputado los cuatro años de que le quedan, y después ya veremos.

Su idea es entrar poco a poco en el multimillonario negocio del asesor a la sombra y conferenciante de lujo, siguiendo en todo caso el camino de Gordon Brown, y no el de Tony Blair. Posiblemente recupere su causa perdida, The Big Society, y seguirá predicando la paradoja del conservadurismo "compasivo", pese al legado de austeridad que deja en grandes partes del país y que tanto han contribuido al triunfo del Brexit.

El estigma de 'el hombre que rompió Europa' pesará inevitablemente sobre su carrera y sobre su proyección internacional (aún hay ilusos que le animan a presentar su candidatura como secretario general de la ONU). De momento, Cameron se volcará en reconstruir su reputación en las islas británicas, y tal vez se reencuentre con su faceta de periodista. Sobre la mesa, de momento, tiene una oferta del programa satírico de la televisión 'Have I Got News', el mismo que lanzó al estrellato a Boris Johnson.

En cualquier caso, y lejos del ojo público, tendrá más libertad para volcarse en la educación privada de sus tres hijos: Nancy, Arthur y Forence (12, 10 y cinco años). Y también para el cultivo de sus aficiones, del tenis a la caza (tal vez recobrar de paso la vida social con sus viejos amigos Charlie y Rebekah Brooks).

Samantha, de 45 años, también será libre a partir de ahora para volar y volver a dar rienda suelta a su creatividad, como en el tiempo que pasó en la firma Smythson. En enero sacará su propia línea de moda con su mano derecha, Isabel Spearman, apoyándose en el saber hacer de su hermana, Emily Sheffield, subdirectora de Vogue.

Atrás quedan en cualquier caso los lagrimones compartidos del 24 de junio y la acritud que el Brexit pareció crear en la pareja. Parece que fue ayer cuando posaron exultantes a su llegada al número 10, allá por el 2010. Pocos vaticinaban entonces que seis años después iban a terminar saliendo por la puerta trasera.