El grupo terrorista perdió hace poco su bastión de Faluya y las fuerzas del régimen se acercan a su último refugio en Mosul.
Las
sangrientas sacudidas de Daesh han dejado muerte y destrucción, pero también
constituyen la confirmación de un declive organización yihadista y de los
medios con los que cuenta. Los mensajes públicos indican que los líderes del
autodenominado ISIS (siglas en inglés de Estado Islámico para Irak y Siria)
están preparando a sus seguidores para una eventual caída del territorio que
ocupan, y con ello del estado que declararon hace poco más de dos años.
El
director del FBI, James Comey, ha asegurado este jueves en una audiencia en el
Congreso de EE.UU. que, «una vez el califato quede aplastado, Daesh estará más
desesperado por mostrar su vitalidad y para ello podría recurrir a más ataque
asimétricos y más esfuerzos terroristas». «Una vez destruido el califato hay
que mantener el ojo en el siguiente movimiento», ha añadido.
La
pérdida de implantación, producto de los bombardeos que desde hace año y medio
lanza Estados Unidos, así como el avance sobre el terreno de las tropas de Irak
y del ejército kurdo, va abriendo la convicción en Daesh de que el desgaste
puede ser ya imparable, según los analistas consultados por The Washington
Post. A ello se une el estrangulamiento progresivo de sus vías de financiación,
sobre todo la explotación del petróleo, adquirido por los terroristas en el
mercado negro. La destrucción de los pozos y del resto de infraestructura está
dejando a la organización yihadista en situación precaria.
Sin
embargo, las mismas fuentes advierten de que Daesh continuará intensificando
sus ataques terroristas, tanto en Oriente Próximo y Medio como en Europa. El
pronóstico de los expertos es que en el futuro, aunque pierda el territorio,
operará como un «cuasiestado, con algunos vínculos territoriales, con una red
difusa y en la sombra con ramificaciones y conexiones en los tres continentes».
Aunque avisan de que es un grupo «más imprevisible y menos jerárquico que Al
Qaida».