Hay quien considera que esta inusual medida de Maduro viene a instaurar algo así como un cogobierno “cívico-militar”. Recuerdan que hace escasas semanas Maduro “ordenó” a los militares que ocupan posiciones de gobierno (el 30% de ellas) regresar a sus funciones militares.
El ex
presidente de Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero había
llegado a Venezuela lleno de ínfulas (CARETAS 2445): pretendía lograr una
reunión entre la oposición y el gobierno. Partió a España sin lograrlo. Solo
adoptó de la oposición, tímidamente, la propuesta de incrementar el número de
“mediadores” incorporando al Vaticano.
No debe
haberle caído bien esta idea al gobierno. Sabido es que el Secretario de Estado
del Vaticano tuvo que cancelar un viaje a Venezuela “por razones que no dependieron
de la Santa Sede”. En otras palabras, el gobierno no lo quiso recibir. Ello
ocurrió después que el papa Francisco se había referido a la necesidad de
liberar los presos políticos en Venezuela. El diálogo ha quedado en el limbo.
EL
GENERAL EN SU LABERINTO
A mayor
desesperación, los nombres de las “misiones” (operativos administrativos para
abastecer a una población hambrienta y enferma) son cada vez más pomposos.
Maduro, en una clara fuga hacia delante, dio a luz la Gran Misión de
Abastecimiento Seguro y Soberano.
Y puso
al frente de ella nada más ni nada menos que al mismo ministro de Defensa, el
general Vladimir Padrino López, quien utilizará todos los recursos
militares que controla y a quien se subordinarán todos los ministros del
gabinete e, incluso, el propio vicepresidente.
Hay
quien considera que esta inusual medida de Maduro viene a instaurar algo así
como un cogobierno “cívico-militar”. Recuerdan que hace escasas semanas Maduro
“ordenó” a los militares que ocupan posiciones de gobierno (el 30% de ellas)
regresar a sus funciones militares.
Los
expertos apuntan, además, que la Fuerza Armada no está capacitada ni entrenada
para afrontar el desabastecimiento, problema en extremo complejo, pues tiene
que ver con asuntos de larga data cómo la tasa de cambio del dólar (para las
importaciones), el ingreso de divisas (ligado al precio internacional del
petróleo y a las menguantes exportaciones de crudo), a las unidades de
producción (liquidadas por la revolución bolivariana) y, al final, pero no lo
último, a la corrupción de quienes tienen la función de controlar el comercio
de los bienes escasos, es decir, la propia Fuerza Armada.
Hoy,
todos los reflectores están puestos sobre Padrino. Y él sabe que la Fuerza
Armada que comanda es una institución de inestables equilibrios. De allí que
jugará un papel importante en el reconocimiento del gobierno del resultado de
las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre pasado. (CARETAS
2415)Pocos saben cuánto hubo en esa decisión de vocación democrática y cuánto de
conveniencia institucional para evitar letales enfrentamientos internos.
LA
TRANSICIÓN ¿HACIA QUÉ?
El
realismo indica que todo se juega en este muy extraño período de transición. La
impopularidad de Maduro no es la impopularidad del PSUV ni la de las instituciones
estatales. El tan mentado diálogo debería tener por objetivo compatibilizar los
distintos intereses institucionales y tender un puente de plata a quien tenga
que abandonar posiciones.
En ese
sentido, un referendo revocatorio bien organizado podría ser útil en la medida
en que le diera previsibilidad a la transición hacia un nuevo orden político en
Venezuela. Le conviene a la Fuerza Armada pues le evitaría enfrentamientos
internos. Le convendría al PSUV que evitaría verse pulverizado y rescataría su
permanencia para la siguiente etapa. Y le convendría a Nicolás
Maduro y a su esposa que podrían ser alojados por un período en un país
por el que tanto han hecho: Cuba. Y, por fin, le convendría a la oposición que
tendría la posibilidad de instaurar una nueva etapa democrática, tan cara a la
historia venezolana.
Para que
un diálogo sea tal, deberá ser aceptado por las partes (gobierno y oposición) y
lograr un patrocinador con poder político. Lo único que nos queda, ante el
limbo de Rodríguez Zapatero, son los cancilleres americanos. Una Reunión de
Consulta en el marco de la OEA es el único mecanismo capaz de conciliar los
intrincados y peligrosos elementos involucrados en la crisis venezolana. En
ella, participaría la canciller de Venezuela y los Estados cercanos a ella, lo
cual garantizaría que se cumplieran las condiciones que se pactaran. Y
si no se diera.